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45.000 euros por tu novela.

Recibo la llamada de una gran editorial. No es la más grande de España, pero sin duda, es la segunda o tercera más importante. Cuando en 1999 escribí mi primera novela, viajé hasta Barcelona para entregarles una copia.

-¿Vienes de parte de alguien? –me dijeron.

-No.

-Sólo recogemos originales que vengan recomendados por alguien: un escritor, un agente, alguien del mundo literario.

-Pero yo no conozco a nadie. He escrito esta novela solo.

-Son las normas. Sin un “link” externo, no recogemos originales.

Así que me fui por donde vine. Tenía lágrimas en los ojos, pero las contuve: estaba con un amigo y no quería que me viera llorar. A veces, mientras escribía la novela, soñaba con el momento en que iría a esa editorial a entregar el original. Soñaba con que, días más tarde, me llamarían por teléfono: me dirían:

-¿Es usted Rafael Fernández? ¡Ha escrito algo absolutamente maravilloso! ¡Queremos publicarlo! ¡Es usted el nuevo Gabriel García Márquez!

Días después, mandé por correo, una copia de mi novela, a 12 editoriales. Nunca recibí contestación: fue lo mismo que, si en lugar de haber mandado la novela por correo, hubiera tirado 12 copias de la novela a un cubo de basura.

Sin embargo, hoy me han llamado ellos.

Al lado del despacho del editor hay un bar. He llegado 10 minutos temprano. Decido entrar al bar a hacer tiempo: tomaré café y mearé. Bajo las escaleras del bar con sumo cuidado, tengo miedo de caerme: de morir: tengo pánico de morir sin ver mi sueño cumplido: verme convertido en un gran escritor de éxito: si por mi fuera, no saldría de casa hasta que por fin tuviera la novela terminada.

-45.000 euros por tu novela –me dice el sonriente agente-

Al escuchar la cifra, se me pone cara de bobo. Ahora mismo, en mi cuenta bancaria, no tengo más que 105 euros. Y no cobro hasta el día 22. Con 45.000 euros podría mudarme a algún sitio donde, nada más despertarme, no vea un lavamanos: un cuarto exterior, donde pueda respirar aire puro: un lugar donde pueda volver a vivir con mi perra Anais, que realmente la necesito a mi lado.

-Y este es el contrato.

Lo leo. El trato es que les entrego la novela en 30 días. Luego ellos la podrán modificar, manipular o recortar a su antojo. Incluso pueden titular el libro como quieran. Un amigo publicó un libro hace poco: el título original era “El Segmento Rojo”: los de la editorial la titularon “El código secreto del Segmento Rojo”: imagino el título que tienen preparado para mi libro: “El Código Secreto de la Vida”: se me revuelve el estómago: imagino en qué convertirían mi libro: un producto políticamente correcto: sin sexo con menores, sin pensamientos xenófobos, sin apologías a las drogas: mi libro dejaría de ser un trozo de vida, un documento de cómo es la vida en las discotecas de las zonas turísticas y pasaría a convertirse en un libro más: uno de Paulo Coelho: la gente lo leería sin odiarme, sin querer vomitar sobre mi: sin desear que yo estuviera en la cárcel. Sin descubrir, reconocer, que dentro de ellos también tienen un Sigmundo con el que han de luchar para no deshumanizarse, como me pasó a mi.

Y luego está que, desde el principio, estoy diciendo que quiero autoeditar mi libro: montármelo yo solo sin ayuda de ningún grupo editorial: antes, ellos no creían en mi: yo no los necesito: porque ahora existe Internet: y tengo cojones de sobra por apostar por el siglo XXI.

Salgo de ese despacho sin los 45.000 euros.

El día 17, cuando no tenga más que pan de molde para comer, me arrepentiré.

Nota.- Muchas gracias Inma76 por la felicitacion navideña:

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