De mal humor por la combinación de un mal porro, una hamburguesa del Burguer King XXL y la soledad en mi habitación, me conecto a Internet. Tengo un correo, gran sorpresa:
“ Hola Rafa: Soy Hernán Zin, tu vecino de la guerra. Te escribo ya que estás en Madrid. A mí me quedan los últimos días antes de partir
Estoy terminando un nuevo libro, a toda velocidad porque la editorial lo quiere ya. Suelo escribir el café xxx xxxx, en la plaza xxx xxxx (ahí escribí mis libros anteriores, así que vuelvo por cábala). Pásate un día y tomamos un café. Te dejo mi móvil: xxx.xxxx.xxxx.
Un abrazo, HZ»
Llamo para confirmar que, realmente, es Hernán Zin y no un troll psicokiller que quiere quedar conmigo para descuartizarme:
-Pronto regresaré a Argentina –me dice Hernán por teléfono- a pasar las navidades con mi abuela: ya tiene 87 años. Necesito estar a su lado.
-Si quieres, nos vemos ahora mismo.
Quedamos en vernos en un bar-café cercano a la zona de Tribunal. Son las 00:00 de la noche.
La zona de “Tribunal” está llena de adolescentes, de juerguistas, de gente emborrachándose: me abro paso entre toda esa maraña de ociosos que desconocen que soy la más grande reencarnación de la literatura mundial desde Shakespeare: encuentro el bar-café donde Hernán y yo hemos quedado: no diré el nombre de ese lugar por miedo a que hordas de fans acudan para violarle y sodomizarle: Hernán Zin es el bloguer de los huevos de oro: menudos cojones tiene: estalla una guerra: la gente huye del lugar: él no: él va a ese lugar: se mete en la zona cero y da voz a quien nadie escucha, por el ruido de las bombas: Hernán Zin es el bloguer, muy a mi pesar, más guapo de Internet: que se vaya a la puta mierda: que desaparezca de Internet: tiene más éxito que yo: le odio: yo, en Fuerteventura, pasaba las noches y los día revolcándome de rabia en la cama: viendo cómo su blog recibía más comentarios que el mío: medito un plan: ya que estoy en Madrid he de localizar a todos los bloguers que tienen más visitas que yo: voy a matar a la pandilla friki de Microsiervos, a Nacho Escolar y a Hernán Zin. Voy a tratar de localizar a la Petite Claudine y raptarla a lo Natascha Kampusch en mi piso de Lavapies. Quiero ser el bloguer número 1 del mundo: a Hernán Zin lo mataré esta noche: nadie sabe que estoy aquí, nadie sospecharía que Hernán y el Ezcritor se conocerían esta noche.
…
En Madrid no hay tantos skin heads y latin kings como creía: en Madrid lo que hay son bloguers. Madrid está infectado de bloguers. Hoy, caminando por la Gran Vía me encontré a unos frikis haciendo un video imitación al ya famosísimo vídeo de los abrazos:
cada vez que conseguían un abrazo (sólo las tías feas accedían) hacían un baile ridículo con una coreografía que habían ensayado en casa: por supuesto, el de la cámara también lo grababa: les iba a preguntar de qué blog eran, pero tuve miedo de vomitarles, mientras les hablaba, por el asco y repugnancia que me proporcionaban: no hay nada más repulsivo que un bloguer creyéndose especial o haciendo el ridículo: que vergüenza.
Que vergüenza doy: quiero dejar de ser bloguer y convertirme en ezcritor de éxito y vivir en una mansión.
Hernán Zin está sentado en una de las mesas del fondo del local, concentrado, escribiendo en su portátil. Es tal como me lo imaginaba: perfecto: con pinta de haberse escapado de una película de aventuras: a su alrededor, todo el mundo charla, bebe y se emborracha: él escribe: con el propósito de cambiar el mundo: entre toda la gente superficial de mierda del local hay una sola persona, él, que vale la pena: es igual que en el mundo. El mundo está lleno de mierda y poca gente que quiera limpiarla: el mundo está lleno de ganado: de ovejas estúpidas que sólo saben decir muuuu tras el pastor: y el pastor es otro palurdo sin cerebro.
-En este café he escrito todos mis libros –me dice.
-Malditos argentinos, siempre haciéndose los bohemios –no digo.
-¿Y te puedes concentrar? –le pregunto mientras dos lesbianas se morrean a nuestra derecha.
-Sí.
-Yo no podría escribir aquí, entre tanta gente. Los echaría a todos del bar, a sillasos. Necesito silencio casi absoluto para escribir.
-¿Os podéis rodar para el fondo? –nos dicen las lesbianas –Es que estáis sentados en mitad del grupo.
Nos vamos a la barra, yo atemorizado: pues esas lesbianas no son lesbianas pacifistas: sino lesbianas radikales: con pinta de querer hostiarnos por no tener vagina: por tener polla con la que follarnos a las mujeres y de carne, no de plástico. Hernán Zin no tiene miedo de esas lesbianas radikales de pelo corto que nos miran mal pues ya ha estado en medio de otros conflictos armados. Yo sí que les tengo miedo.
-Vámonos a la barra cagando leches, amigo Hernán.
-Me queda menos de un mes para terminar el libro, estoy trabajando a mil por hora para que quede perfecto –me dice Hernán en la barra, mostrándome los borradores.
Genial: Hernán va a publicar su cuarto libro y yo, aun, no he terminado ni de revisar la primera parte de los “Diarios secretos de sexo y libertad”: maldito cabrón: él lo tiene todo, yo nada: trazo mi plan: emborracharé a Hernán Zin: luego le dejaré inválido y desfigurado de por vida dándole golpes con su propio portátil: o lo mataré: dejaré una nota sobre su cadáver para despistar a la policía: escribiré que soy un israelita de esos que le amenazan en su blog.
-¿Y no te apetece una cervecita para empezar la noche? –le digo.
-No bebo alcohol –contesta- Tomaré una Pepsi light.
-Encima buen muchachito –murmuro.
-¿Qué dices? –pregunta confuso Hernán Zin.
-Que es sábado noche: a esta hora un troll con una vida de mierda y que no sale nunca de su casa salvo para trabajar en su empleo de mierda de administrativo en Coslada, nos estará poniendo a parir en nuestros blogs, muerto de envidia por no ser tú y yo.
-Ja, ja, ja. A ti por lo menos no te amenazan de muerte.
-Yo no me atrevería a atacar de frente a una persona que no tiene miedo de ir a la guerra.
-La verdad es que soy bastante peligroso cuando me enfado.
-Ya, ya verás cuando te deje sin sentido por la espalda, cabrón: vas a escribir desde la cama, como Sampedro – no digo.
Hablamos mucho: la verdad es que conocer a una persona que admiras, suele defraudar: pero este no es el caso: Hernán Zin es una persona de carne y hueso: no un santo: una persona que lucha contra las injusticias del mundo: Hernán Zin es una de esas historias que me gusta leer: hace unos 6 años él estaba en el fondo: sin dinero, sin trabajo, la gente de su alrededor le decía que era un fracasado: decidió agarrar la vida por los cojones: dejó de escribir sobre injusticias, desde la lejanía, para ir a esos lugares personalmente: a luchar contra las injusticias cara a cara: las chicas de la barra no dejan de sonreír a Hernán Zin: arrggg: que envidia: yo quiero que me miren como le miran a él: tengo ganas de comenzar a estrangularlo ahora mismo:
-No he de tener miedo a dar mi opinión de las cosas –habla-. Puedo estar equivocado o no: pero he de mostrar al mundo los problemas tal como los percibo en primera persona. No he de tener miedo a rectificar luego, pues la finalidad de lo que hago es encontrar la verdad.
Actualmente Hernán Zin, trabaja para multitud de medios y tiene firmado contratos con distintas editoriales para la publicación de sus futuros libros. Se ha convertido en un triunfador por si solo. Con ese Dios de poder ilimitado que tenemos todos dentro pero que no todo el mundo se atreve a usar: ese Dios que sepultamos por tomar trabajos que odiamos, por llevar vidas que no queremos: por miedo a la aventura de lograr nuestros sueños.
Comienzo a llorar:
-¿Qué te pasa? –pregunta Hernán Zin.
-¡No puedo matarte! ¡No puedo matarte! –le grito- ¡Estás hecho con las células de Jesucristo!
Salgo del bar, corriendo: huyo, lejos: me pierdo entre los borrachos de la zona de Tribunal, entre miradas de rechazo de chicas adolescentes que creen que se van a comer el mundo pero que terminarán teniendo empleos infelices, durmiendo al lado de un gordo grasiento, su esposo, con el que pagaran a medias una hipoteca de un piso de mierda, pero ahora, oh, ahora, visten, miran, como si fueran estrellas de rock, de la moda: como gatitas capaces de realizar las más grandes
proezas sexuales, creyendo que tomar droga está de puta madre, pero ya se les pasará, ya se les pasará: hijas de puta: ¿Por qué no hay ninguna que me quiera chupar la polla aquí, en mitad de la calle?
Cuando llego a mi pensión, me masturbo pensando en Hernán Zin: he sucumbido a sus encantos.