Cada día es más triste que el anterior. Cada día me siento más débil y no es sólo por el régimen.
Cada día lloro desde que veo a mi perra, desde que pienso que me voy a tener que separar de Elena. Cada día temo el momento en que le diga:
-Mañana me voy.
Ver la cara de Elena en ese momento: verla llena de lágrimas: impedir que esas lágrimas me claven en el sillón, me postren de rodillas: y me hagan decir:
-Me quedo contigo.
Batalla total: la tercera guerra mundial.
Cada día que se acerca mi marcha me siento más mala persona por dejarlas a las dos. Mi perra es mi hija, la hija que deseo de todo corazón: y ella es mi madre. Dejar a mi madre. Abandonarla.
-No te lleves por favor a la perra. -me pide Elena- Me dejas la casa demasiado vacía.
Los perros son antidepresivos. Y esta isla es demasiado solitaria. Allí donde vaya, necesito una buena perra: una buena perra, cariñosa y humana, a la que pueda llenar la vagina de lágrimas, y pasar las noches olvidando los días: drogados con vino frio rosado y porros.
Voy a irme de esta casa y romper el corazón de todos sus habitantes. Ella, mi perra y yo y, sin embargo…
… sin embargo, lo que he aprendido en la vida es que no hay nada mas indestructible que el corazón de una mujer. A veces sus corazones se debilitan: pero siempre, siempre, salen adelante. Lo vi en la discoteca 10.000 veces. Mujeres llorando, destrozadas, porque les ha dejado su amor… y semanas después, sonrientes, con un nuevo amor: follando felices por las esquinas: jurando que este amor, ahora sí, era el bueno.
Ningún hombre es irremplazable. Aunque me cueste reconocerlo. Pero ella me hizo creer que yo podía serlo. La realidad me estallará en la cara, como siempre.
Mi hueco, el hueco de su vagina lo ocupará otro. Y será entonces cuando descubra que todo este dolor que siento ahora por dejarla no fue más que la estupidez del egocéntrico sumado al miedo a estar solo frente a lo desconocido. Basura psicológica. Todo pasa, nada es para siempre: ni la tristeza ni la felicidad. Condenados, de por vida, a ver qué pasa.
Espero que, entonces, cuando ese hueco lo rellene otro hombre, me deje llevar a mi perra…
…mi perra y su lengüita, que no deja de lamerme todo el rato. Sus ojos, mirándome con comprensión cuando le he quitado algo de la boca para que no se lo coma: sin morderme: porque sabe que es por su bien: porque sabe que siempre puede confiar en mi… y sin embargo, con gran dolor de mi corazón, la abandonaré en los brazos de Elena. Quedo sólo de nuevo. Punto de partida: Madrid, día 7 de noviembre.
… los días pasarán y el pequeño cerebrito de mi perra se preguntará ¿Dónde estará ese chico que siempre iba en calzoncillos y olía mal y me daba besitos como si yo fuera un bebé chico?
Y, ahora, lloro en el sillón y mi perra salta sobre mí y, jugando, me muerde la mano y grito por el dolor… y me alegro, porque sé que por lo menos, cuando ella esté sola, mi perra la morderá, la distraerá: Elena tendrá a alguien maravilloso a quien abrazar y cuidar.