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Mi mente, ese órgano claramente superior al del 95% de la humanidad.

Trabajo en el aeropuerto: empaquetando maletas: conocí a un gordo, enano, feo, sin personalidad: trabaja recogiendo y ordenando los carritos que usan los viajeros para llevar sus maletas de un lado a otro: cada vez que a un viajero se le queda un euro dentro del carrito, él lo saca y se va a la máquina expendedora del aeropuerto por una chocolatina o un paquete de patatas: eso explica su cuerpo deformado por la grasa: desde la primera vez que me habla, me doy cuenta de que es un ser inferior que, lo más elegante que ha visto en su vida, es la segunda cadena de la televisión española: me vio con el portátil (yo lo llevaba al aeropuerto para escribir mi novela, en los descansos) y me dijo:

-¿Es eso un ordenador? Yo también tengo uno, pero lo vendí.

Es pegajoso: difícil de sacárselo de encima: siempre aparece justo cuando me encuentro escribiendo una frase genial

o estoy tan tranquilamente leyendo: se planta ante mi con una sonrisa y nada que decir: trata de construir una conversación forzada, con frases hechas, tal como él piensa que hablan las personas normales: pero él nunca sabrá que es ser una persona normal pues está excluido: no le sonrío: si le hablo, con monosílabos, lo hago a la vez que le lanzo una mirada de desprecio: considero una pérdida de tiempo charlar con él: ese gordo imbécil no puede aportarme ningún conocimiento: yo no hablo con gente que no me puede aportar ningún conocimiento: porque tengo pocos conocimientos, pero inamovibles: y si esa persona no tiene, ni siquiera, mis conocimientos inamovibles, es que se trata de un estúpido que me hace perder el tiempo, en mi búsqueda de crecimiento personal: el 95 % de la población no tiene mis conocimientos inamovibles.

Sin embargo, todo gordo imbécil, tiene una melodramática historia personal, de dos líneas, a sus espaldas, que explica su estado físico, angustia existencial y que es entretenida: es esta:

-Dejé embarazada –me contó- a la novia de mi primo un día (vivíamos juntos en la misma casa) pero estaba borracho y no me acuerdo.

Las malas lenguas dicen que, lo que realmente pasó, fue que la novia de su hermano se follaba a todo el mundo (eso demostraba que la novia de su hermano era inteligente y no una estrecha con miedo al qué dirán) y, cuando se vio embarazada de a saber quien, su primo no reconoció al hijo: así que ella emborrachó al gordo imbécil hasta el derrumbe y, cuando se despertó, le dijo que habían follado sin condón. Pocos días después, le comunicó también que iba a ser padre.

Como yo no estaba allí, no sé que historia es la verídica. Lo único que sé es que él le pasa una pensión mensual de paternidad que saca de su mísero trabajo de recoge carros: trabajo que él considera el mejor del mundo: sin duda, se auto miente diciendo eso en voz alta –igual que hacen todos los cobardes- porque no se atreve a superarse y encontrar algo mejor. Finalmente, ya que no me deja en paz, aprendí un modo para divertirme con él: utilizaba mi mente superior para manejarlo a mi antojo: porque los que trabajan por una mierda de sueldo son muy fáciles de manejar: somos dioses que nos podemos superar todos los días: pero algunas personas prefieren auto limitarse con mentiras y miedos y seguir arrastrándose en la mierda: y si se lo dices se enfadan y dicen que tú no sabes “su circunstancia”, “su problema”: pero no hay circunstancia ni problema en la vida que no se pueda superar.

Aquella mañana, el gordo deforme imbécil, apareció por fin con trenzas rastafaris, tal como me había ido anunciando, emocionado, mientras reunía el dinero, desde hacía un mes:

-¿A qué me queda bien? –me dijo- ¡Todo el mundo que me ve dice que me quedan de puta madre!

El pobre imbécil hablaba mientras los ojos le brillaban: como si creyera que, a partir de ese momento y gracias a esas rastras, todas las chicas del aeropuerto que antes ni le miraban al pasar, ahora iban a querer follar con él inmediatamente: que su vida anterior había sido un mal sueño: tenía fé en que sus rastas rastafaris le iban a cambiar la vida.

-Te queda como el culo –le dije- Todo el mundo se ríe de ti a tus espaldas. No dejes que la gente se ría de ti. Yo soy el único que te dice las verdades a la cara porque te aprecio como amigo y quiero que estés bien.

-¿En serio que la gente se ríe de mi por eso?… me había fijado, pero no estaba seguro.

-Rápate. A las chicas le gustan los rapados, es muy varonil y está de moda.

Esperé con una sonrisa el día siguiente: y cuando lo vi supe que yo no estaba equivocado en la vida: que la gente era estúpida: así va el mundo: la gente estúpida se deja manipular: esa es la razón porque en EE.UU haya ganado Bush y que en España haya gente que vote al PP: esa es la razón porque la gente hipoteque su vida por cambiar de teléfono móvil cada seis meses.

En aquel aeropuerto, yo me sentía Dios: yo era Dios observando a la humanidad hipócrita: veía a las turistas con su novios: novios orgullosos de sus novias guapas: novias guapas que se enrollaban con cualquier musculoso: novios enamorados que soñaban follarse a sus compañeras de trabajo: pues la naturaleza humana es así: incluso me sentía superior a la gente famosa que veía: vi a Dani, cantante del grupo musical de moda del momento en España: “El canto del loco”: estaban facturando tras un concierto: a él y al otro famoso componente del grupo: el guitarrista de los ojos azules, les acompañaban dos chicas de no más de 21 años: en mi opinión, ellos les estaban hablando y hablando, para ver si se las podían follar:

-Mira esos –me decía-. Super famosos y con dinero en abundancia. Pero aun así yo me follé a tías mucho más guapas que esas cuando trabajaba en la discoteca. Y sin tener que arrastrarme: las miraba, les besaba y les bajaba las bragas. He sido superior hasta a las super estrellas de la música. Y he despreciado esa vida.

Me acerqué al cantante del momento para comprobar, una vez más, que mi mente era superior a la de cualquier ser humano: Dani estaba muy interesado ligando con las chicas: pero yo sabía como interrumpirlo y que además, se alegrara:

-Hola Dani. Perdone que le moleste. Pero mi novia está enamorada de usted, tiene todos tus cds –le mentí- Y si pudiera sacarme una foto con usted sería una gran regalo para ella pues tiene toda la habitación con posters de usted por las paredes ¡Es usted el mejor cantante del mundo!

A Dani se le hinchó el ego: porque hablé lo suficiente alto para que lo escucharan las chicas que se estaba ligando: accedió: le dije al gordito imbécil de los carritos que nos sacara la foto: luego, volvió con las chicas: el guitarrista, de los ojos azules, el otro componente del grupo y que también estaba ligando, me miró con los ojos suplicantes: para que le pidiera que me sacara una foto con él: disfruté ignorándole, haciendo como que no le conocía: solamente, para joderle: sin embargo, cuando miré la foto en mi cámara digital vi que el gordito había sacado la foto a contra luz: había salido mal:

-Pedazo de imbécil. No sabes ni sacar una foto. –le dije.

Me acerqué al grupo otra vez:

-Dani, perdona. Es que mira como salió la foto.

-¿No tienen flash tu máquina? –dijo, esta vez molesto.

-No. Pero nos la podemos sacar bien si nos ponemos en esa posición.

Él me miró como para decirme que no: pero está vez no se atrevió: le doblegué con la peor de mis miradas: esa que decía que si no se sacaba una foto conmigo iba a destrozarle a hostias su cara: estudió mi mirada y no supo que pensar: miró mi uniforme, sin entenderlo: mi uniforme de empaquetador de maletas tenía la bandera de España bordada en uno de los hombros: parecía que pertenecía a un organismo de seguridad: yo, posiblemente, era un experto en artes marciales mal pagado y desequilibrado: se volvió a sacar la foto conmigo con cara de acojonado:

Y le obligué, con las transmisiones telepáticas de mi inteligencia superior, que se sacara una foto también con mi amigo el gordito: Dani tuvo que estar con ese gordito en lugar de con una tía buena porque yo se lo ordené con el poder de mi mirada:

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