El coronel del “Atlantis”, casi al término de su travesía de 7,9 millones de kilómetros por el espacio, se quitó la escafandra y se encerró en una habitación. Para desahogarse, se sentó en una silla y se masturbó mirando una foto de su mujer: ella, su amor, le esperaba en la Tierra:
Tras el orgasmo, quedó casi sin sentido: relajado y tirado sobre la silla, hasta que una mosca:
-Puta mosca –dijo.
Se posó sobre sus labios:
-Con lo que jode –dijo.
Sin pensárselo, rabioso, utilizó sus grandes reflejos de astronauta americano para machacar a la mosca de una palmada. Sonrió hasta que pensó:
-¡Mierda! ¡Si en el espacio no hay moscas!
Se miró la mano:
¡Había machacado, de un manotazo, a un extraterrestre!
El extraterrestre, casi sin respirar, dijo sus últimas palabras:
-Venía en son de paz… yo soy un enviado Premio Nóbel de la Paz de mi planeta… bueno, planeta antes, porque ahora decís que Plutón (y me cago en vuestra madre) no es un planeta …traíamos la solución a todas vuestras enfermedades ¿Por qué me has matado?
Y murió.
El coronel del “Atlantis”, acojonado, no sabía qué hacer. Miró por la ventana: diminutas naves espaciales le perseguían.
-¡Has matado a nuestro Premio Nóbel de la Paz! ¡Asesino! ¡Vamos a exterminar vuestro planeta! –le gritaban (telepáticamente).
De pronto, el transmisor MS-30 del “Atlantis” sonó: los de la NASA, preguntaban:
-¡Atención!¡Hemos localizado unos objetos no identificados moviéndose tras la nave! ¡Como persiguiéndoos! ¿Nos puedes comunicar que es?
El coronel del “Atlantis” trató de que, al hablar, su tono de voz fuera de lo más normal: que transmitiera tranquilidad:
-Oh… no os preocupéis… no es más que un poco de basura espacial ¡¡¿PUEDO VOLVER YA A CASA POR FAVOR?!!!
Hace unas horas que el “Atlantis” acaba de aterrizar en la Tierra.
Las naves extraterrestres también. Un extraterrestre, raudo, se ha instalado en el interior del cerebro del Papa: Ratzinger, dentro de unos minutos, hará unas declaraciones que van a desencadenar la tercera guerra mundial: