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8.-Cómo perdí a mis amigos: Eduard: el sujetador.

A mi amigo Eduard lo perdí en una acampada a la que todos fueron con sus novias, menos yo. Mi novia no soportaba las acampadas:

-No son higiénicas –dijo.

La acampada duraba 7 días, yo llevaba 3 sin masturbarme.

Hirviendo, sin poder más, fui hasta la caseta de Eduard y revolví, presuroso, en la mochila de su novia mientras todos se encontraban en el mar, bañándose y divirtiéndose: encontré lo que buscaba: un sujetador: quería masturbarme con él: porque su novia era fea pero, aun así y quizá por ello, me excitaba (además era virgen).

Tras el robo, me alejé todo lo que pude del campamento y de los demás excursionistas, adentrándome en el bosque: en un lugar solitario, me senté: apoyé mi espalda contra un árbol: me saqué la polla y la rodee con ese sujetador: después cerré mi mano sobre él: me masturbé duro, pensando en la novia de Eduard: imaginé que ella me miraba al eyacular.

Cuando terminé, me sentí bien: desahogado: pero no sabía qué hacer con ese sujetador: pensé en tirarlo, pero me daba pena: pensé en devolverlo a la mochila, pero el semen había dejado surcos en él, una clara señal de que alguien se había masturbado: así que escondí el sujetador en el fondo de mi saco de dormir: allí no lo descubriría nadie.

Sin embargo, tuve mala suerte: el sujetador que elegí era el favorito de su novia (porque las mujeres, a diferencia de los hombres con sus calzoncillos, suelen tener, incomprensiblemente, un apego muy grande –casi obsesivo- por su sujetador favorito). La novia de Eduard no paraba de buscarlo, de preguntarnos:

-Claro que no lo he visto –respondí, rojo de vergüenza.

En el bosque que estábamos de acampada había una playa: en esos días descubrí uno de los grandes placeres que proporciona el mar: sumerges tu cuerpo hasta que no sea visible desde el exterior:

entonces, te vuelves hacia la playa: buscas con la mirada, en la orilla, a una chica bella: y meas, mirándola: relajado: ella no se da cuenta, nadie se da cuenta ¿Hay alguna forma más bonita de mear?

El día que nos íbamos ya había olvidado, por completo, el asunto del sujetador: el sujetador se había ido hundiendo más y más en el fondo de mi olvido y de mi saco de dormir (gran frase poética): todos juntos recogíamos nuestras cosas y, naturalmente, mientras sacudía, con fuerza, la tierra de mi saco de dormir, cayó el sujetador de la novia de Eduard, con una mancha de semen resaltada por la tierra y el polvo: todos miraron el sujetador: todos me miraron: todos entendieron.

Eduard nunca me perdonó que me hubiera masturbado con el sujetador de su novia. Pido perdón.

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