Llegamos a los apartamentos: son preciosos: pero extraños: los jardines están llenos de gallinas que pululan por donde quieren: es como si el director fuera fan de los hermanos Marx: y dijera:
-De acuerdo. Haré un hotel. ¡Pero que no falten las gallinas!
Sin embargo, ninguno va a preguntar a recepción sobre el porqué de tantas gallinas: tenemos otros asuntos a los que dedicarnos: la tensión sexual en el ambiente, es evidente: tanto que en el apartamento, no me consigo controlar: le saco una foto a la morena mientras ella, agachada, busca algo en su maleta: está guapísima, se le adivinan un poco las tetas:
-¿Por qué me sacas una foto? –me pregunta.
-Para masturbarme desde que llegue a casa –no digo.
Me pongo rojo:
-Pensé que te gustaría tener algunas fotos de recuerdo –sí digo – Como una especie de reportaje fotográfico de estos días.
-Lo único que quiero recordar –me dice- es a ti.
Le sonrío: porque no he entendido lo que ha querido decir: no puede ser que se refiera a que le guste: ella está con Daniel: Daniel es el perfecto, el de los ojos claros, el que está en la universidad estudiando económicas: se referirá a otra cosa: a algo de cariño: amistad hipócrita entre desconocidos y esas mierdas: salgo al pasillo: interrogo a Daniel:
-¿Ya la has besado?
-No. Todo es un poco raro. Al principio parecía que le gustaba pero ahora se aleja de mí. No sé si he dicho o hecho algo.
Daniel es una de esas personas que piensa que la vida son matemáticas: que si haces una cosa siempre trae consigo la misma reacción: 1+1=2: pero la vida no son matemáticas, es literatura: y quién escribe la trama está loco: sobre todo cuando hablamos de deseo o de amor: porque la vida es una locura en la que te encuentras gallinas donde menos te lo esperas.
Hablo con la morena:
-¿Te gusta mi amigo?
-No. Me gustas tú.
(Oigo “tú” salir de sus labios y sufro una erección: porque su boca con forma de u es como si me la estuviera chupando)
-Pero es que yo he besado a tu amiga y él me ha pagado el viaje, es mi mejor amigo, no puedo hacerle esto. Su novia le ha dejado hace poco.
-Ella –repone- también es mi mejor amiga, pero quiero estar contigo: me gustas demasiado.
Habla sonriente, pero se nota que le está costando hablar: no está acostumbrada a tener que convencer a los chicos para que se enrollen con ella.
Y entonces la miro y sé lo que somos: un chocho y una polla buscándose, desesperadamente. Ni más ni menos ¿Qué es la amistad? Un condón: que no nos deja tocarnos ni manosearnos. Y, en ese momento una gallina dice “cocorocó”: y entonces lo entiendo todo: estoy en mitad de una película de risa plactonita.
(continuará)