Ofelia, mi novia María y yo teníamos 20, 19 y 21 años. Y éramos vírgenes. Por aquel entonces todo el mundo que conocía era virgen: incluido mis abuelos: todo el mundo era virgen menos mi hermana, que se follaba a todo el mundo (o eso creía yo).
Ofelia estudiaba segundo de medicina, su familia era rica. María estudiaba arquitectura. Yo, seguía en el instituto, repitiendo curso una y otra vez: todos me miraban, como diciendo:
-¿Y este tío es estúpido o qué?
Algunas veces intentaba estudiar: pero, cuando lo hacía, me sentía imbécil y me deprimía. Eso era y es lo que sigo siendo en la actualidad: un imbécil deprimido.
Los domingos iba al cine con mi novia: allí, con disimulo, me masturbaba mirándole a la cara: algunas veces no me masturbaba mirándola a ella: sino a una adolescente, o grupo de adolescentes, que estaban un poco más allá: ella nunca me tocaba ni me dejaba tocarla: salvo una vez: me dejó tocarle un pezón:
-Sólo 3 segundos –me advirtió.
Y los contó: uno, dos y tres: luego me estrujó la mano con fuerza y me obligó a que dejará de tocárselo.
Ofelia quería ser mi novia, pero yo sabía que nunca podría serlo: era muy fea, era una resabida y no tenía tetas: para colmo, de un pezón le salía un pelo negro de unos 10 centímetros: le dije que se lo sacara con una pinza, pero me dijo:
-No quiero convertirme en una esclava de la moda: quiero ser natural: si ese pelo está ahí, es por algo.
Ella tenía razón, pero decidí no quitarle el sostén ni chuparle las tetas nunca más: ese pelo me daba mucho asco. Ofelia y yo nos veíamos a escondidas por la noche, en los despachos del bufete de abogados de su padre, cuando todos los empleados se habían ido a sus casas: se suponía que quedábamos para estudiar, pero siempre terminábamos acostándonos sobre unas mantas, hablando y besándonos. Ella me comía la polla
y yo le comía el chocho pero nunca le di un orgasmo: yo no sabía comer chochos y ella no me enseñaba: se limitaba a decirme:
-Lo haces fatal, de puta pena. Y la tienes pequeña. En medicina le veo la polla a muchos pacientes y tú la tienes pequeña.
Cuando veía a sus amigas me sentía avergonzado: estaba seguro de que ella les contaba que yo la tenía pequeña, que no sabía comer chochos y que, a pesar de mi edad, seguía en el instituto.
Un día, le bajé los pantalones y las bragas: le metí un dedo:
Rafa –me recordó- Que soy virgen.
Yo no tenía pensado meterle la polla: me daba pánico follar: lo asociaba con algo malo y oscuro: lo que hice fue meterle el dedo dentro de su chocho, todo lo que pude: ella empezó a gritar de dolor:
-¡Ahhhhhhhhh! ¡Nooooo!
Me quitaba la mano pero yo, desde que podía, volvía a meterle el dedo: una y otra vez: con la constancia de un enfermo mental que no puede dejar de hacer lo mismo todo el rato sin saber por qué: desde que ella dejaba el hueco libre yo le metía el dedo índice: finalmente, dejó de resistirse, creo que por educación: aguantó que yo le metiera el dedo todo lo dentro que podía: empecé a escarbar con mi dedo hasta que la desvirgué: juro que mi intención no era desvirgarla: lo que pasaba es que estaba bloqueado: no podía dejar de meterle el dedo: no había sabido cómo terminar aquello: empezó a sangrar igual que si le hubiera roto la nariz de un puñetazo:
-Perdona –le dije.
Ella se fue al baño: tardó un buen rato en salir: cuando lo hizo, no me dijo nada: nos pusimos a estudiar por fin: bueno, yo a dibujar: luego, me llevó en su coche hasta mi casa. Tenía un BMW del que estaba orgullosa.
Nos seguimos viendo, pero nunca más le metí el dedo: una vez, trató de que le metiera la polla, pero le grité, asustado:
-¿Estás loca? ¡Júrame que nunca más lo vas a volver a intentar!
Ese año también repetí curso: y era tercera vez que repetía 2º de B.U.P: me echaron del instituto: ella, en cambio, aprobó todas las asignaturas de medicina con muy buenas notas: decidí no volver a verla nunca más para así no tener que contarle que había repetido curso: me daba mucha vergüenza: en casa dije que, cuando me llamara respondieran siempre que no estaba: pero, meses después, contesté al teléfono y era ella: estaba llorando: me dijo que lo había meditado mucho y que quería que la inseminaran artificialmente con mi esperma: quería ser madre soltera: le dije que vale, pero nunca más volvió a llamar.
La gente, cuando es dejada, siempre suele hacer alguna chorrada humillante que les deja en ridículo, luego ya, se les pasa. También he comprobado que hay gente que te dice que tienes la polla pequeña o que trata de hacerte sentir inferior e insignificante para que te de vergüenza acercarte a otras personas y no les dejes: suele ser gente acomplejada: es aconsejable alejarse de ellas.