Para no pasar todo el tiempo encerrado en casa me apunté, hace 5 días, a un curso gratuito de piragüismo que organiza el Ayuntamiento.
En ese curso sólo hay una chica: está buena: contrarresta su nariz curva (que le asemeja a un pájaro carroñero) con unos bikinis que resaltan sus fenomenales curvas: nunca le hablo: he comparado las calorías que gastaría en tratar de ligármela con la satisfacción sexual que me produciría metérsela y no vale la pena.
El profesor de piragüismo nos pide que digamos nuestro nombre y a qué nos dedicamos: dado que las clases se dan a las 5 de la tarde, todos los que se han apuntado son personas que están sin trabajo, con complejo de inútiles, de no servir para nada, o paletos que se expresan con frases hechas porque no saben construir frases por si solos: del curso, soy el único que tiene un empleo y que sabe conjugar verbos:
-Soy escritor –digo (ya que, extrañamente, vivo de lo que me pagan por escribir este blog)
Todos me miran con los ojos muy abiertos: como si yo fuera alguien importante: así que añado:
-Soy escritor pornográfico.
Y todos ríen felices: pues escribir sobre sexo resta valor a ser escritor: te quedas en que no eres nada: un pervertido quizá: o un bromista.
…
Durante las clases, hacemos carreras con las piraguas: normalmente quedo en penúltima posición (gano remando a la mujer con nariz de cernícalo): o me quedo antes del antepenúltimo, en caso de que hayan competido dos gordos sebosos que no vienen siempre a clase: a quién nunca consigo ganar es al calvo de la piragua roja:
Yo le doy con todas mis fuerzas al remo: pero, ese desgraciado, me gana siempre: mientras remo, no paro de repetirme:
-Él es un sub humano: yo un super humano: no puede ganarme.
Me como el coco con los que me ganan: ¿Significa eso que son mejores en la cama que yo? ¿Qué me ganarían peleando? ¿Qué son más inteligentes? ¿Qué tienen más fuerza de voluntad? ¿Qué valen más que yo?
Tras las clases, o en los descansos, se forman corrillos: hay una ley no escrita que impide que los que reman bien entablen conversación con los que remamos mal. Naturalmente, todos los piragüistas se saltan esa regla con la tía buena de nariz de pájaro carroñero… a mi me gustaría también hablar con ella: pero estoy tan desesperado sexualmente que seguro que eyacularía, me saldría semen por la boca: actuo como si ella no me importara lo más mínimo: (hasta que llego a casa: entonces me masturbo pensando que le ruedo el bañador y se la meto por el culo)
ella habla con todos los piragüistas, menos con los dos gordos atómicos: yo, sí que les hablo: porque me siento superior:
-¿Qué chavalines? –les digo- A ver si bajamos un poco de peso que cualquier día hundís la piragua y la convertís en un submarino.
Y los dos gordos atómicos se ríen porque yo soy mejor piragüista que ellos: porque hay una ley no escrita que dice que los piragüistas inferiores deben de reírse siempre de los chistes que dicen los piragüistas superiores: aunque se estén riendo de ellos.