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Si quieres dejar de ser virgen

-¿Te importa –me pregunta Elena– que venga a casa una amiga este fin de semana? Lo está pasando muy mal: le vendría muy bien unos días de playa.

-¿Qué le pasa? –le pregunto.

-No te lo puedo contar. Lo escribirías en tu blog.

-Nooo. Te juro que no.

-¿De verdad?

-Claro que sí.

-¿De verdad que puedo confiar en ti?

-Claro.

(Su amiga, tiene 33 años Y ES VIRGEN, además no encuentra un trabajo estable: todas sus amigas se han independizado o casado y ella continúa viviendo en la casa de sus padres)

-Vale, que venga –contesto.

(porque muero por ver a una chica virgen de 33 años)

Su amiga se llama Rocío: y llega a casa el viernes por la tarde: es fea pero no especialmente fea: cualquier borracho, un sábado por la noche, mataría por follársela: pero ella estará buscando algo más serio que eso: imagino que conozco a Rocío por la calle y nos gustamos y nos vamos a la cama: si ella me dijera que sigue siendo virgen con 33 años me asustaría: no sé: pensaría que es una psicópata o que pertenece a una secta o algo: no conseguiría una erección: pensaría que, si me corro dentro, ella me perseguiría por el resto de mis días, para obligarme a casarme con ella: que me denunciaría por habérmela follado sin amor.

-Hola Rocío –le saludo, hablando en voz baja, como si estuviera enferma (por ser virgen): tampoco le beso: por si, histérica, se pone a chillar.

-Hola Rafa. Mucho gusto.

Y ríe, divina, con esa risa que tienen las chicas para presentarse como chicas maravillosas y que a mi me sirve para saber que estoy frente a una gilipollas sin cerebro del montón: pero yo también, para corresponderle, río como un gilipollas: porque en persona soy muy educado y un hipócrita.

Rocío y Elena pasan el día en la playa: yo encerrado en la casa: escribiendo mi novela y este blog: a media tarde se me ocurre el post del pepino: me lleno la cara de salsa de tomate: me tiro en el suelo del salón y, mientras me saco fotos, grito como si me estuvieran sacando el corazón con unas tijeras:

justo en ese momento regresan de la playa Elena y Rocío: entran en la casa: en el salón: Rocío me mira con los ojos muy abiertos: me siento obligado a darle una explicación:

-Es que soy escritor –le digo.

-Pues yo pensaba –dice Rocío- que el trabajo de escritor era distinto.

Atravieso una mala racha: todos mis compañeros escriben sobre cosas interesantísimas: Hernán Zin está en Israel, en mitad de una guerra: y yo en mi casa metido, escribiendo historias sobre que me meto un pepino por el culo: me siento terriblemente ridículo.

Por la noche, ellas duermen juntas en la cama grande de mi dormitorio, yo en el sillón del salón.

Trato de no masturbarme pensando en Rocío: normalmente no lo haría: mira que es fea la hija de puta: pero me da morbo de que sea virgen: no puedo más: me masturbo pensando en ella: eyaculo: se me llena la mano de semen: me levanto: voy hasta el baño: extiendo mi semen sobre la toalla que Elena le ha dado para que se duche por la mañana: me vuelvo acostar: quedo dormido como un angelito.

Desayunamos: la tía, además de fea, es la típica parlanchina estúpida: no para de hablar: habla, hasta sobre la mantequilla: no puedo quitarme de la cabeza que es virgen: me gustaría tanto follármela… no dejo de sonreírle: y de mirarle a la boca mientras habla: todo el rato imagino que me está haciendo una mamada: ¿Habrá, por lo menos, hecho una mamada? Quizá sea virgen, pero adicta a las mamadas: nunca deja que se la metan porque no puede parar de mamar: una y otra, una y otra…

-¿Qué piensas, Rafa? –me pregunta Elena- Pareces preocupado. Piensas con el ceño fruncido.

-Nada –contesto- Es que estaba componiendo un artículo mentalmente.

Tras desayunar, vuelven a salir:

-Nos vamos de tiendas –anuncia Elena.

Se han ido: subo hasta su cuarto: abro su bolso, su maleta: encuentro tampaxs: los chupo y los vuelvo a dejar donde estaban:

-Así –pienso- es como si le hubiera chupado el chocho.

Revuelvo un poco más: encuentro su cámara de fotos digital: miro las fotos: bingo: ayer, en la playa, se sacaron fotos en tetas:

Enciendo mi portatil: me descargo la foto: la pongo en grande: me masturbo mirándolas: eyaculo tan fuerte que creo que voy a perder el conocimiento: no tengo nada de ganas de ponerme a escribir: sólo de dormir: cuando llegan del centro comercial me preguntan por qué me he acostado otra vez: les digo que me dolía un poco la cabeza.

Por la tarde trato de escribir: pero no puedo: paso toda la tarde tratando de idear un plan: quisiera que Rocío me sorprendiera desnudo con la polla erecta: masturbándome: quisiera ver su cara viendo mi polla erecta: pero no encuentro la forma de que pueda suceder de forma casual: así que tonteo con la idea de escribirle una nota: entregársela cuando Elena no mire:

“SI QUIERES DEJAR DE SER VIRGEN BAJA AL SALÓN POR LA NOCHE, CUANDO ELENA ESTÉ DURMIENDO. SERÁ NUESTRO SECRETO POR SIEMPRE”

No lo hago.

Salen de noche: vuelven de madrugada: Elena me despierta:

-Rocío ha ligado. Le he dejado que traiga a un chico para ver si de una vez resuelve su problemilla. Yo estoy con su amigo ¿Te importa dormir tú hoy en la cama de matrimonio? Así podemos quedarnos en el salón, hablando.

Subo a mi dormitorio: me acuesto en la cama de matrimonio: trato de imaginar qué estarán haciendo los cuatro abajo: me los imagino bailando, desnudos:

A la media hora Elena sube al dormitorio:

-Ya se han ido –anuncia.

-¿Y eso?

-Eran unos pesados.

-¿Ha follado Rocío?

-No. Y cállate: te va a oír.

-Bajo al salón ya.

-No. Quédate aquí siguieres. Dormimos los tres juntos.

-No. Mejor duermo abajo.

Me voy: porque sé que tendría una erección que no me dejaría dormir: terminaría masturbándome cuando ellas quedaran dormidas: y seguro que mis movimientos finales las despertarían: además, no podría resistirme a eyacular sobre el culo o la cara de Rocío: apuntaría allí en ese momento: no sé si echar semen sobre otra persona, cuando duerme, es delito: no sé si la justicia lo considera un delito igual que escupir saliva a otro mientras duerme: tengo que buscarlo en el Google.

Es domingo, Rocío se va:

-Te bajo las maletas –me ofrezco.

Subo hasta el cuarto de arriba: le abro las maletas: le robo unas bragas y un sujetador: desde que Elena me deje sólo, me saco una foto con ellos:

le bajo las maletas:

-Espero que mi presencia aquí –dice Rocío- no te haya molestado.

-¿Molestado? –repongo- ¡Qué va! ¡Sólo me acordaba de que estabas aquí cuando te veía por la noche! Estoy muy metido, trabajando en mi novela y artículos: es muy difícil distraerme con tonterías.

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