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No cuentes el argumento

Me he pasado el fin de semana sirviendo platos de comida grasienta a bolas de grasas en bañador que hablaban en alemán: para mi, que era siempre el mismo alemán con su colección de clones: todos los gordos alemanes, en bañador y con la piel quemada por el sol, son exactamente iguales: y, sus esposas, también.

Desde que llegaba a casa, me ponía a escribir: estoy obsesionado con el nuevo capítulo de los “Diarios secretos”: espero publicarlo el miércoles: me cuesta mucho terminarlo, primero, porque me avergüenza contar lo que relato, segundo, porque no consigo recortar el capítulo: quitar y distinguir la paja: lo que os aburrirá.

La primera lección sobre literatura que me dieron en la vida (y que di como válida) fue Steven Spielberg. Ya sé que es cineasta, pero en el “making of” de >“Indiana Jones y el templo maldito” dijo:

-Cuando ruedo me pongo en el papel del espectador: si me lo imagino aburriéndose en la butaca, elimino la escena o el diálogo.

Con esto, no quiero afirmar que haya que escribir sólo para entretener sino que, lo que escribes, no puede aburrir: si aburre no es buena literatura y, lo que es peor: ni siquiera lo leerá nadie… no imagino nada peor en la vida que pasarme 15 días escribiendo un capítulo de una novela para que luego, nadie lo lea. Ya es bastante abstracto que se pueda leer, semejante trabajo, en 3 minutos. Recuerdo que escribí mi primera novela con un lenguaje petulante: y me la tuve que comer con patatas.

Algunos de ustedes, me preguntáis por el “Messenger”, cómo terminaron las aventuras de Sig cuando trabajaba en aquella discoteca, que qué diablos pasó con el argentino, con Saki,

la virgen María, etcétera: yo nunca os lo cuento: es mucho mejor que lo leáis: con las palabras, los diálogos, las fotos, los climaxs… además, contar un argumento es una tortura terrorífica: normalmente suena estúpido: y si eres el autor, y ves, en la cara de la persona a quién se lo has contado, la reacción de indiferencia: te hundes: y decides no escribirla.

Uno de mis escritores favoritos, por todo lo que me ha hecho reír, es el inigualable doctor sir Pelham Grenville Wodehouse (pronunciar Vud-jaus): escribió sobre este tema del argumento en una carta a un amigo: en ella, le contaba el argumento de una de sus futuras novelas: (transcribo a continuación parte de esa carta):

“(…)¡Caray! ¡Qué mal suena cuando uno lo pone por escrito! Vamos, vamos, Wodehouse… ¿es ESTO lo mejor que sabe usted hacer para continuar la tradición de la gran literatura inglesa? Aun así, apostaría a que el argumento de Hamlet parecería igual de malo cuando Shakespeare intentaba contárselo a Ben Jonson en la Mermaid Tavern:

-Bueno, Ben –dice Shakespeare- comprende lo que quiero decir…, el personaje principal es este muchacho, ¿Entiendes?, que está enamorado de esta chica, ¿ves?, pero el padre de ella piensa que él no está en sus cabales, y va y le dice a la chica… aguarda un minuto; será mejor que empiece por el principio, Ben. Bueno…, el caso es que ese muchacho está en la universidad ¿comprendes? Y ve un espectro ¿me sigues? Y resulta que ese espectro es el padre del chico…”

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