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¡Una librería! ¡Qué estupidez!

La vida no es algo doloroso y decepcionante, como afirma Houllebecq. La vida, tal como la han planteado, sí. Por ejemplo, el matrimonio. Fíjense en su etimología. «Pareja», «par de rejas». El diccionario es sabio. Los señores de la RAE son sabios. Incluso Pérez Reverte es sabio aunque cueste trabajo creerlo sí leémos sus novelitas de D’artacan y los mosqueperros. Camino hacia ninguna parte. Deprisa, deprisa. Todo parecido con la rueda de un hámster es pura coincidencia. Entro en un gran centro comercial, sólo veo tiendas de ropas: pregunto por la librería más cercana:

-Aquí no hay librerías –me responden, extrañadas, las dependientas de una tienda de ropa.

-¿Sabe donde hay alguna cerca?

-No. Ni idea- responden de nuevo las dependientas, mirándome como si fuera un tipo con gustos peligrosos y depravados.

-¡Una librería! ¡Qué estupidez!

Alguien escribió que la única forma de ser feliz es no pensar. Si pensara, quizá llegaría a la conclusión de que, si tengo dos pies, sólo necesito tener dos zapatos. Tantas tiendas de ropa es un disparate: son el reflejo de lo superficial y vacio de mis días. No quiero ser esclavo del dinero. Cada uno de nosotros esconde un poder increíble en su interior, y una espléndida oportunidad para usarlo que se llama vida ¿Donde está la mia?

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