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Soy un vago repugnante

Mi nombre es Rafael, tengo 32 años de edad. No tengo estudios universitarios, ni coche: ni siquiera carné de conducir (la gente se ríe de mi por eso, me mira raro). Mi madre murió cuando yo tenía 5 años de edad, mi padre, nos abandonó. Durante mucho tiempo utilicé esa desgracia para ligar con las chicas: se las contaba y se enternecían. Llevo dos años sin follar con ninguna chica. Ahora ya no le doy pena a las chicas, sino asco: soy un perdedor: visto con ropa de “Continente” y estoy gordo, tengo papada.

Vivo en una mugrienta casa alquilada. Allí paso las semanas, encerrado, en calzoncillos, sin bañarme, escribiendo un libro que nadie quiere publicar: quiero ser escritor de éxito. Y estoy en el paro. El paro es la única beca que el estado da a la gente que quiere luchar por sus sueños. La gente se ríe de mí, de mi estilo de vida. Es que no hay una tercera vía: estudias o trabajas. Me llaman vago, parásito porque paso de levantarme cada mañana para ir a un trabajo que me de arcadas.

Pero, mientras escribo, encerrado en mi habitación, soy yo el que se ríe de todo el mundo: porque escribir me hace inmensamente feliz. Y, mientras haya porno gratis en Internet y no se me acabe el dinero del paro, no necesito nada más en la vida.

Nota.-Esta es la columna que hoy sale impresa en la edición de papel de “20 minutos”. La escribí hace un mes. Ya no estoy en el paro: ahora trabajo para “20 minutos”. Ya no visto con ropa de “Continente”: ahora visto con ropa de “Massimo Dutti”. Ahora, la gente (en los comentarios) me dice que me he vendido, que me he convertido en un esclavo más del sistema porque estoy obligado a escribir, cada día, en el periódico más importante de España. Se olvidan que amo escribir y que, este trabajo, me permite poder hacerlo cada día. No como antes que tenía que pasar 10 horas al día trabajando de freganchin, camarero o empaquetador de maletas. Y llegaba a casa tan cansado que no tenía ni fuerzas para encender el portatil: para escribir. Se olvidan que los de “20 minutos” jamás me han censurado: tengo libertad total para escribir sobre lo que me de la gana cada día. Por no censurarme, ni me censuran las faltas de ortografía. Es el triunfo de lo cutre, como dijo este periodista feo y envidioso o, quizá, sea el triunfo de lo verdadero. Yo no escribo con la plantilla de la hipocresía ni para la galería de críticos. No soy un producto. Sólo soy un gilipollas lleno de sueños que ama escribir, incluso mucho más que masturbarse. Porque, el día que consiga también que alguien me pague por masturbarme sólo, en mi casa, sin que nadie me esté mirando, y se me ocurra contarlo en este blog, la gente me escribirá, en los comentarios, que soy un vendido: que mis eyaculaciones no son verdaderas. Muchas gracias a todos los que se conectan cada día a este blog, muchas gracias “20 minutos”. Por fin tengo una “beca” para escribir.

Nota.- Premio Anais Niin Scoby Doo Fernández al mejor comentario del día.

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