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‘Antici’: los encargados de anotar lo que hablan en secreto los líderes europeos

Hay una extraña mezcla de tradición y modernidad en la forma en la que la Unión Europea transmite sus decisiones. Junto a una voluntad encomiable de comunicación (los que hayan tratado con instituciones de la UE y con instituciones nacionales pueden dar cuenta del abismo que las separa) coexisten prácticas un tanto rocambolescas, conservadas en formol por la costumbre. Una de estas prácticas las llevan a cabo los antici.

Merkel y Rajoy conversan durante una reunión comunitaria (EFE).

Merkel y Rajoy conversan durante una reunión comunitaria (EFE).

Los antici son diplomáticos nacionales (de cada estado miembro) que se encargan de tomar notas mecanografiadas de lo todo que se habla en las cumbres de los jefes de estado y de gobierno de la UE. Ellos no tienen acceso directo a las conversaciones de los líderes, pero sí a un relato fiel transmitido por boca de un diplomático comunitario (conocido como debrief), que cada 15 minutos sale de la sala de reuniones. Un método con sus inconvenientes, pero que se lleva usando desde los años setenta.

De hecho, los embajadores permanentes ante la Unión que toman las notas se los conoce en la jerga bruselense como antici por el nombre del inventor del sistema, Paolo Antici, diplomático italiano recientemente fallecido que fue quien alumbró en 1975 este sistema. Los antici, aunque en España no sean muy conocidos, tienen una función muy importante en el engranaje comunitario, si bien –y ahí residen las críticas– sus transcripciones de las reuniones son secretas. Por ejemplo, el actual embajador de España en Turquía Cristóbal González-Aller ejerció de antici.

Precisamente ha sido este 2014 cuando los antici han salido de su relativo anonimato diplomático a raíz de un libro publicado en Alemania y que recoge las transcripciones oficiales y secretas de las cumbres de líderes europeos entre 2010 y 2013. El libro, que el periodista J. M. Martí Font, a quien entrevisté recientemente, traduce como Los que mueven los hilos en Europa, y no ha sido publicado aún, aunque debería serlo, en España. Esta obra no es la primera que analiza con una mirada crítica lo que sucede en Bruselas, de hecho en en el número 204 de la revista Le Monde Diplomatique (2012) hay un artículo que anticipa en parte lo que parece que sale en este libro.

Lo que dan a conocer Cerstin Gammelin y Raimund Loew, corresponsales en Bruselas para varios medios de habla alemana, es básicamente lo que en las crónicas periodísticas de los Consejos Europeos se vislumbra y lo que muchos creen con fe ciega: que durante los años de la crisis del euro la Alemania de Merkel, rocosa negociadora, se salió casi siempre con la suya, y cuando no, sus gestos de generosidad le sirvieron para luego ganar otras batallas más decisivas.

Supongo que algún día todas estas transcripciones dejarán de ser secretas y los historiadores que accedan a ellas podrán usarlas para mejorar el conocimiento de lo que pasó –y de cómo pasó– durante estos años decisivos para Europa. Mientras tantos los antici seguirán haciendo de escribas de las decisiones políticas debatidas a puerta cerrada.

España como problema, Europa como comparación

Demasiadas veces se ha repetido que Europa es la solución. Tantas que la afirmación orteguiana ha sido vaciada casi de sentido. Yo optaría por cambiarla, y diría que si España es el problema, Europa es la comparación. Antes de la crisis es muy probable que la UE fuera un horizonte de soluciones al alcance de la mano, pero desde hace unos años Europa es un espejo cóncavo donde nuestra imagen se refleja distorsionada: esto, tan poco, es lo que somos.

(Imagen: GTRES)

(Imagen: GTRES)

Las estadísticas –el último ejemplo, el informe de Unicef sobre pobreza infantil– no solo dejan a España en mal lugar, sino lo que es peor, nos avergüenzan. Comparada con el grueso de los socios importantes de la UE, nuestro país siempre sale muy mal parado. Hay una sensación, que los datos reflejan (es pues más que una sensación: es una constatación), que España se aleja de Europa justamente en aquello que, por pertenecer a ella, debería estar más a salvo.

Los índices de percepción de la corrupción o la tasa de paro juvenil, por poner solo dos ejemplos de los asuntos que más preocupan a los ciudadanos, no sólo desnudan nuestras carencias, sino que lustran la buena fortuna de los demás. Pertenecer al club europeo, ahora, es una cura de humildad de los años de bonanza ilimitada, pero también es una fuente constante de frustración. Porque, además, tanta comparación más que ayudar a la movilización, paraliza.

Me decían hace poco: «¿No tienes la impresión de que estamos en una época en la que la gente tiene miedo a proponer?». Y es verdad. Somos especialistas en hacer autopsias (la crisis del modelo europeo ha sido estudiada con primoroso detalle desde hace un lustro), pero dedicamos demasiado tiempo a destruir y poco a construir. Nos quedamos con la imagen estéril de una comparación en la que siempre –al menos los españoles– salimos perdiendo. Y eso es casi todo.

Renzi, Charles Michel y Taavi Roivas: Así es el club de la treintena en el poder

La mayoría de los primeros ministros de países de la Unión Europea han sobrepasado lo que los ingleses llaman la crisis de la mediana edad. Algunos, los más veteranos, como Merkel o Samaras, se acercan a la edad de jubilación (ambos están por encima de los sesenta años). Otros, la mayoría, están alrededor de los cincuenta (Tusk, Rajoy u Orban), y unos poquitos, tres, aún son lo que lo medios de comunicación acostumbran a etiquetar como «jóvenes políticos».

Renzi, corriendo una media maratón (Foto: https://twitter.com/matteorenzi)

Renzi, corriendo una media maratón (Foto: https://twitter.com/matteorenzi)

Se trata del primer ministro italiano, Matteo Renzi, el primer ministro estonio, Taavi Roivas, y el primer ministro belga, Charles Michel. Los tres tienen menos de cuarenta años. Los tres representan, de algún u otro modo, la renovación política dentro de la UE. Os los presento para que los conozcáis mejor, porque hay algo más allá de la edad que los une y que parece perfilar esa nueva política que Europa necesita.

Tanto Renzi como Michael como Roivas juegan, en sus respectivos países, con una imagen fresca, dinámica y amable. Contra el abuso gris de la tecnocracia y del establishment, los tres se alzan como renovadores, en fondo y forma, de la política europea (y aunque progresistas en diferente grado, los tres parecen haber optado por difuminar las líneas ideológicas entre la derecha y la izquierda).

Renzi, el más popular de los tres, cultiva el estilo obamista y americano de hacer política (algo que periódicos como The New York Times no tardaron en percibir). Su cuenta de Twitter, desenfadada y cercana, con esa foto de perfil en camiseta, trasmite una cercanía que la alta política italiana ya ha perdido.

Por su parte, Michel explota también ese carisma amable (como lo describía El Mundo hace unas semanas), transversal, liberal en lo económico pero abierto en lo social. La diferencia, quizá, es que las raíces familiares del belga el primer liberal francófono en 75 años sí están perfectamente ancladas en la política de su país. Su padre es una de las figuras históricas del Partido Liberal belga, lo que hace de Michel un advenecido conocido, al contrario que Renzi y sus humildes orígenes obreros.

Roivas, el estonio, reformista y casado con una cantente pop de su país, es el más joven de los tres, y como en el caso de Michel, su experiencia política se remonta a su adolescencia, cuando empezó a militar en el partido que ahora le ha permitido ser primer ministro (como cuenta este detallado perfil publicado en CIDOB). Roivas, que tenía 11 años cuando Eslovenia se independizó de la URSS, es economista de carrera, al parecer un joven seguro de sí mismo (quizá con una pose más clásica en la comunicación política que los otros dos), ortodoxo en lo económico y favorable a los nuevos modos de hacer política transparencia administrativa, gobierno abierto que hasta ahora su país no había ensayado.

PD: Está por ver hasta qué nivel de profundidad son capaces de llegar en la renovación de la política de los tres países, aquejados eso sí de problemas diferentes. Por hacer una comparación con lo que sucede en España, y visto el giro suave con el que Podemos quieren acceder a la política de partidos tradicional, podríamos decir que Pablo Iglesias está más cerca de Renzi que de Beppe Grillo, con quien en el pasado más se le ha asimilado. Veremos.

El portal ‘Participa’: una herramienta para fomentar el gobierno abierto en la UE

Lo han bautizado Participa, y aseguran que gracias a él «otra forma de gobernar» es posible. Se trata del proyecto online desarrollado por la Fundación Europea para la Sociedad de la Información cuyo objetivo es fomentar la participación activa y directa de los ciudadanos en las políticas de su comunidad. El programa, una herramienta informática que incorpora foros de debate y otras herramientas de la web 3.0, fue presentado este jueves en la sede del Parlamento Europeo y la Comisión en Madrid.

A veces, tras el fetichismo de conceptos como transparencia, visibilidad o gobierno abierto se percibe una voluntad real de superar la democracia representativa hacia otra más participativa, dijo en el acto de presentación Enrique Barón, que como sabéis fue presidente del Parlamento Europeo y actualmente, entre otros cargos, es presidente de este organismo autónomo, no dependiente directamente de la UE.

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Captura del vídeo explicativo sobre la plataforma Participa.

A disminuir esta brecha entre gobernantes y gobernados van dirigidos los esfuerzos de Participa, un portal al que las administraciones y empresas pueden adherirse (mediante un programa de cofinanciación contemplado en los presupuestos) y que se pretende que sirva para crear «canales de comunicación bidireccional», o como dijo José María Gil Robles, también expresidente del PE y subdirector de la fundación, para «poner la electrónica al servicio del ciudadano».

Al acto de presentación asistieron también dos representantes políticos autonómicos, uno de Canarias y otro de Baleares, que expusieron con diferentes suerte y profundidad la experiencia de sus gobiernos con programas similares. En el caso pionero de Canarias, el más interesante, una versión anterior de la plataforma Participa, creada ad hoc para su gobierno, permite desde hace varios años que cuestiones importantes relacionadas con el Carnaval se decidan por votación popular. La alegoría, el pregonero o el cartel son ya elegidos a través de un sistema que, por lo que dijeron, cada vez cuenta con más usuarios y votos.

Hasta aquí lo que fue la presentación, en la que también se difundió un vídeo explicativo con detalles sobre el programa, todo un poco plúmbeo y sin debate posterior (hubiera estado bien). Creo que hay algunos puntos oscuros, y un optimismo un tanto desmesurado hacia las posibilidades de este tipo de herramientas. Primero, porque las cuestiones que se lanzan a debate y futura votación ya vienen previamente dadas y cerradas por las administraciones. Segundo, porque no tengo claro, y creo que la gente tampoco, qué tipo de legitimidad ampara tales decisiones. Y tercero, en última instancia, que se generen estos cauces depende de la voluntad de los gobernantes, no de la sociedad civil.

Por curiosidad o por necesidad: cursos para profundizar en los estudios sobre Europa

Como me acusan a veces, no voy a decir que sin razón, de caer en el intelectualismo y en asuntos que nadie entiende, aprovecho el comienzo de curso académico para traeros un post de servicio. Cualquier edad es buena para iniciar, retomar o completar estudios relacionados con la Unión Europea.

Existe una amplia variedad, para todas las necesidades, capacidades y disponibilidades (sobre todo de tiempo y de dinero). Alguno peca, creo, de un exceso de optimismo respecto de las posibilidades futuras de encontrar un trabajo, pero también es cierto que la UE es un monstruo tan enorme que la tutorización, a cualquier nivel, se hace cada vez más necesaria. Os presento varios.

  • Máster en la Unión Europea por la UNED

La Universidad Nacional a Distancia (UNED) oferta un máster de un año de duración (ampliable bastante ajustado en precio, alrededor de los 1.600 euros en el que se puede optar por dos ramas de especialización, dependiendo de si se sigue un itinerario con asignaturas de Derecho o de Economía/Políticas. El máster se compone de dos semestres, un primero con asignaturas obligatorias (genéricas, pero que sirven para entrar en arena, como XXX  XXXX) y otro segundo con optativas (hasta cuatro, a elegir entre alrededor de 10). Aquí, más información de las asignaturas y los plazos. Si no queréis hacer el Máster (60 créditos), podéis optar por el Diploma de Especialización (30 créditos) o el Diploma de Experto Universitario (15), si bien estos dos últimos cotizan menos a la hora de lucir currículum.

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  • Cursos sobre la UE del Ministerio de Asuntos Exteriores

Se trata de cursos trimestrales gratuitos ofertados por el Ministerio de Asuntos Exteriores desde el año 77 y dirigido a ciudadanos españoles licenciados con buen conocimiento de inglés y disponibilidad. Los cursos se llevan a cabo previa admisión (que se decide en el ministerio en función de criterios académicos) y los alumnos admitidos que superen un índice de asistencia del 90% y lleven a cabo un trabajo sobre una de las materias relacionadas con el programa (acción exterior europea, instituciones, el papel de España en la Unión, etc.) recibirán un diploma acreditativo. Los profesores del curso son altos funcionarios y académicos de diferentes universidades que imparten estudios europeos. Desde su creación se han impartido 109 cursos académicos. Al comienzo del año 2014 se inauguró el Curso número 110, según la información que proporciona el Ministerio.

  • Curso sobre las instituciones de la Unión Europea de la Universidad Digital

El Parlamento Europeo, a través de su Universidad Digital, ofrece una serie de cursos online gratuitos que analizan el funcionamiento de diferentes instituciones comunitarias. Se trata de cursos gratuitos (‘El Ordenamiento Comunitario: Las fuentes del Derecho Comunitario y su relación con los Ordenamientos Nacionales’, las ‘Instituciones de la UE’ y ‘Funcionamiento del PE’) y tutorizados de una duración de 25 horas cada uno. La matriculación es libre en cualquiera de ellos, o en los tres a la vez, y el horario para su realización es libre.

  • Master en derecho de la UE en la Carlos III

La Universidad Carlos II oferta un máster especializado en directo, de un año y medio de duración y 90 créditos, para formar a juristas que quieran especializarse en derecho comunitario. El plan de estudios consta de 7 asignaturas obligatorias, a las que deben añadirse 12 créditos optativos, que amplían los conocimientos comunes. El plan de estudios incluye 30 créditos de prácticas externas tuteladas además un trabajo final de máster que denominan  ‘Due Diligence’ (6 créditos) en el que al alumno se le pone un caso teórico práctico sobre asuntos transnacionales que debe resolver para completar la formación.

  • Introducción al Derecho Comercial Europeo en Coursera

La red Coursera ofrece varios cursos que tratan el tema de la UE, algunos no están disponibles actualmente, pero otros sí. Es el caso del que os presento, que está patrocinado por la Universidad de Lund y tutorizado por el profesor Jörgen Hettne. El curso, para el que no se necesita acreditación previa, pero sí es recomendable poseer conocimientos legales suficientes como para seguirlo con solvencia, dura 10 semanas y se puede finalizar, como suele ser común en los cursos ofrecidos por Coursera, de dos formas: una estándar y otra avanzada.

Chantal Mouffe y el populismo necesario

El término ‘pospolítica’ asociado a la Unión Europea no es nuevo. Aparece en textos más o menos académicos a poco que uno escarbe. La ‘postpolítica’ no es más que el estadio en el que ahora mismo nos encontraríamos. El de la disolución del conflicto político, donde las fronteras ideológicas entre la izquierda y la derecha cada vez están más difuminadas. La ‘postpolítica’ sería la versión refinada de aquello que algunos resumen en las siglas PPSOE.

Viene esto a cuento de una extensa entrevista con Chantal Mouffe. Una entrevista antigua, publicada en el mes de mayo por The European, y en la que la politóloga explica por qué defiende el populismo como una salida válida a la despolitización del espacio europeo. A los lectores del blog no os sonará nuevo. El argumento de que debemos aprender de los populistas ya ha aparecido en varios posts y en boca de personas más formadas y autorizadas para decirlo que yo.

Alexis Tsipras, líder de Syriza (EFE).

Alexis Tsipras, líder de Syriza (EFE).

Pero la Mouffe va más allá de reclamar la equiparación de las formas para exigir, como renovadora de las tesis de Carl Schmitt que es, el retorno del conflicto. Asegura en su línea de que el populismo es una dimensión necesaria de la política democrática que un populismo de izquierda (left-wing populism) es «la única vía para luchar contra el creciente éxito de los partidos populistas de derechas en Europa».

Una solución radical (entendiendo por radical lo que ella entiende, claro). Si el objetivo es «repolitizar» Europa algo que de tan reclamado y tan comentado está casi a punto de convertirse en lugar común hay que 1) crear un proyecto con el que los ciudadanos puedan identificarse 2) abandonar la neutralidad institucional y 3) recuperar la dimensión afectiva y pasional de la política. Dice:

Para mí, la política democrática tiene que ver con la creación de un demos, un poder colectivo. Esto es lo que el populismo está tratando de hacer y por esto no considero que el populismo sea algo necesariamente antidemocrático. Sin embargo, necesitamos preguntarnos cómo este demos necesita ser creado para así fomentar estas políticas democráticas. La gente debe saber si no quiere una Europa neoliberal.

Cito el pensamiento de Mouffe, con la que a veces he estado de acuerdo, no porque lo comparta, sino porque entrelíneas de su discurso se pueden vislumbrar las ideas políticas de algunos partidos, caso de Podemos, al que habitualmente se le endosa el adjetivo populista creyéndolo un insulto, cuando en realidad es muy posible que sus miembros lo exhiban con orgullo razonado.

* La entrevista completa (en inlgés) con Chantal Mouffe.

* La versión PDF de uno de sus libros más celebrados, El retorno de lo político.

Albania, de la nada a casi la Unión Europea

Lo poquito que sé de Albania lo aprendí en la literatura de Ismail Kadaré y en reportajes de periódicos (crónicas sobre las rarezas del país que me resultan especialmente inhóspitas, tremendas, casi como sueños: como las novelas del propio Kadaré). Aquel código de honor ancestral, aquella dictadura oscurantista, lo más parecido a una Corea del Norte en mitad de Europa. Hoy bueno, desde hace unos días Albania es ya oficialmente y tras tres intentos país candidato a ingresar en la UE. ¿Qué ha pasado en este pequeño país balcánico, aislado, rural, vuelto sobre sí mismo, para que haya pasado de la nada a casi Europa unos pocos lustros?

Una mujer se sube a un tren en marcha en Albania (EFE)

Una mujer se sube a un tren en marcha en Albania (EFE)

Albania es todavía hoy un sistema «híbrido», como lo denomina un completo informe del think tank Fride de 2010. Un país que desde 1992 todavía no ha conseguido organizar unas elecciones que cumplan al cien por cien con los estándares internacionales y cuyos niveles de corrupción son tan altos como bajos son los de libertad de prensa. Así, según el Barómetro sobre Corrupción Global de 2007, el 70% de los entrevistados había pagado algún soborno a un funcionario público. Un porcentaje, según Fride, «mucho más alto que en otros países de los Balcanes y que sitúa a Albania a la altura de Camboya«.

Albania, cuya población es mayoritariamente musulmana y ortodoxa, es el país más pobre de los Balcanes, una región ya de por sí descabalgada respecto al resto de vecinos europeos. Su renta per capita apenas supera los cuatro mil dólares, y su entramado industria sigue siendo casi inexistente. Como contraste a esto, los albaneses han mostrado un apoyo sin fisuras a la futura incorporación al club europeo (un 87% de los casi tres millones de habitantes se muestran favorables a ingresar en la UE).

Una adhesión que, a pesar del importante paso dado este mes junio, a buen seguro tardará en concretarse. La razón es que, aunque el paso al estatus de país candidato ha sido logrado gracias al voto unánime de los 28, pesos pesados de la Unión ya han hecho saber que no están dispuestos a facilitar el ingreso del país… al menos en los próximos años. Francia, Alemania, República Checa o Reino Unido son los estados más renuentes a la incorporación de Albania, y sin su apoyo y a pesar de las reformas emprendidas en el último lustro el gobierno socialdemócrata de Edi Rama lo tiene muy difícil.

Con todo, el informe de la Comisión Europea previo a la concesión del nuevo estatus que comporta más ayudas económicas de la UE de las que hasta el momento recibía alude a los avances experimentados en la gobernanza del país sin dejar de hacer una radiografía exacta de lo que según los funcionarios comunitarios queda por hacer:

Albania will need to 1) continue to implement public administration reform with a view to enhancing professionalism and depoliticisation of public administration; 2) take further action to reinforce the independence of judicial institutions; 3) make further determined efforts in the fight against corruption, including towards establishing a solid track record of proactive investigations, prosecutions and convictions; 4) make further determined efforts in the fight against organised crime, including towards establishing a solid track record of proactive investigations, prosecutions and convictions.

Albania ha sido tristemente conocida, durante estas décadas de abrupta transición al capitalismo luego de varias décadas de comunismo autárquico del siniestro Enver Hoxa, por sus altos niveles de crimen organizado y narcotráfico todavía hoy el Financial Times llama al país la «capital europea del cannabis». Aunque ser candidato a entrar en la UE no es la panacea (y si no que se lo pregunten a la eterna aspirante Turquía), este nuevo impulso, según los expertos, servirá de acicate para situar un estado todavía débil a la altura del resto del continente.

NOTA: Como los europeos, de momento, seguimos teniendo un mes de vacaciones, el blog permanecerá cerrado durante todo julio, salvo que Alemania o Francia ganen el Mundial o haya algún acontecimiento como mínimo igual de relevante. Si os quedáis huérfanos de información europea y por alguna extraña casualidad esto os entristece, podéis seguir los artículos de Dídac, los temas de CC/europa, el blog La UE del revés, etc. Una de las primeras cosas que os prometo a la vuelta será una pormenorizada lista con todos ellos.

Hungría: el fascismo que hubo y el que viene

En una cándida página oficial dedicada a explicar la UE a los niños, se dice que Hungría es uno de los mejores lugares del mundo para observar las aves. También se explica qué es el gulasch y que Houdini y el cubo de Rubik son tan húngaros como el Danubio. Está muy bien, tampoco es necesario asustar a la infancia con el auge de la extrema derecha, el rebrote de antisemitismo y el cercenamiento de la libertad de prensa. Pero como este blog lo leen –¡si lo leen! – personas adultas, voy a encararme un poco con todo aquello.

Miembros de la Guardia Húngara en una manifestación en marzo pasado (The Orange Files)

Miembros de la Guardia Húngara en una manifestación en marzo pasado (The Orange Files)

Se habla poco de Hungría. Tras las elecciones al Parlamento Europeo –en las que hubo casi un 80% de abstención y Jobbik se constituyó en la segunda fuerza política (ver este gran análisis en el blog Crónicas húngaras)– no he leído en los grandes medios muchas menciones a este país que, como Polonia, hace diez años que se incorporó en calidad de Estado miembro, pero cuya deriva populista, liberticida y desafiante con las normas básicas de la Unión, trae de cabeza a Bruselas. Como lo rebautizara hace un año El País en un ejemplar reportaje: Hungría, el hijo díscolo de la UE.

En los comienzos de este blog os referí, de pasada, la biografía de uno de los líderes de Jobbik, también denominado Movimiento por una Hungría mejor. Un partido racista, antisemita, cuya cabeza visible, Gábor Vona, es un joven atildado, instruido y provocador. Por aquel entonces, octubre de 2013, se cumplían diez años de la fundación del partido, que tiene a bien ensalzar sin pudor la obra de Miklós Horty, el militar que gobernó al modo fascista el país hasta casi el final de la Segunda Guerra Mundial.

En Hungría no gobierna Jobbik…. aunque casi no le hace falta. Lo hace un sucedáneo de partido de derechas nacionalista, el Fidesz. El primer ministro Viktor Orbán, un tipo popular, sofisticado, culto y que no tiene remilgos a la hora de desafiar los preceptos de la UE en temas tan sensibles como la libertad de prensa (en 2011 su Ejecutivo aprobó una ley mordaza bajo la mirada casi complaciente de Van Rompuy). Una ley mordaza que muchos, entre otros Reporteros sin Fronteras, denunciaron de forma vehemente, aunque sin demasiado éxito.

Pero tras las elecciones europeas, y ya antes, la situación política en el país está empeorando de forma imparable. Nuevos impuestos a la publicidad, destinados a asfixiar a los medios de comunicación, sobre todo a los críticos; sentencias difícilmente comprensibles, como el fallo de la Corte Suprema que da la razón a Jobbik: ya nadie podrá llamarles partido de extrema derecha; o nuevas leyes que impiden tomar fotografías a nadie sin consentimiento previo expreso.

Estas medidas no constituyen una política aislada, sino que forman parte de un todo –como el recorte de poderes al Tribunal Constitucional– destinado, en opinión de muchos observadores de la vida diaria del país, a socavar los principios de libertad así como a crear el caldo de cultivo apropiado para la emergencia de chivos expiatorios, como los gitanos o los judíos, dos de las minorías amenazadas por la retórica neofascista en un país cuya historia debería de servir como repelente de los odios presentes.

El cambalache entre los Estados para elegir al presidente de la Comisión Europea

Entraba dentro de lo probable que pasara, algunas casandras ya lo advertían, y lamentablemente así está ocurriendo. Lo que ha constituido la piedra miliar de las pasadas elecciones europeas –que se vendieron como diferentes porque por fin había unos candidatos a presidente de la CE– se está erosionando a pasos agigantados apenas 15 días después de los comicios.

Juncker y Merkel, antes de las elecciones de mayo (EFE).

Juncker y Merkel, antes de las elecciones de mayo (EFE).

Sobre el papel (mejor dicho: sobre el consenso general previamente adoptado) Jean Claude Juncker debería ser el próximo presidente de la Comisión. Pero su victoria electoral, la del PP europeo, puede ser la victoria más pírrica de la historia de las elecciones. El interés propio de los Estados unido a la apatía ciudadana pueden hacer realidad el cambalache.

Si Juncker no es propuesto como candidato –la presión diplomática de Reino Unido y el sonrojante y burdo acoso mediático de los tabloides están dándolo todo para ello– no solo se habrá desperdiciado la principal baza con la que contaban las instituciones comunitarias para politizar la Unión, sino que se habrá mentido descaradamente a los ciudadanos que confiaron de buena fe en la palabra de la UE.

Como escribe hoy Bernardo de Miguel, corresponsal de Cinco días en Bruselas, el tiempo se acaba para Juncker. Esta semana que comienza es crucial, y los intentos de unos y otros por borrar del mapa su candidatura pondrán a prueba la resistencia de los pactos implícitos a favor de una mejor Europa que todos durante varios meses se han (nos hemos) encargado de airear.

Esta nueva batalla por Europa produce ciertamente algo de sonrojo y también de pena. Si finalmente Juncker no es el candidato de consenso –yo no le voté, pero la cuestión no es esa: habría que apoyarle con independencia de nuestras preferencias– el Parlamento Europeo debería (está en su mano) rechazar al candidato –¿Lagarde? ¿Thorning-Schmidt?– que el Consejo proponga.

El ‘milagro polaco’: europeísmo en máximos, una economía boyante y el apoyo de EE UU

Polonia lleva todo el 2014 de aniversario, y todavía le quedan un par de ellos más por celebrar antes de que llegue diciembre: 25 años de las primeras elecciones libres tras la caída del comunismo, 20 de la incorporación a la OTAN y 10 de su adhesión a la Unión Europea… Hoy, el apoyo popular a la UE en Polonia es de los más altos del continente (casi un 90%) y, al contrario que en otros estados miembros, este ha crecido en vez de disminuir (aunque el porcentaje de voto en las últimas elecciones al PE ha sido muy bajo, el 22,7%).

Obama saluda al presidente polaco,  Bronislaw Komorowski (Foto: http://www.ibtimes.co.uk)

Obama saluda al presidente polaco, Bronislaw Komorowski (Foto: http://www.ibtimes.co.uk)

Por todo lo anterior, tenía desde hace ya tiempo muchas ganas de hablaros de Polonia. Hace unos meses asistí a una conferencia del embajador polaco en Madrid y de varios especialistas en asuntos de Europa del Este que hablaron sobre el «milagro polaco», que resumiré en una cifra: su PIB acumulado ha crecido un 48% desde la entrada en el club comunitario.

La excusa perfecta me ha venido con la visita de Barack Obama a Europa, de la que Polonia ha sido su primera parada. En Varsovia, el presidente de EE UU reafirmó el compromiso de su país con las naciones del Este (una alianza que «es sagrada») y anunció un programa de 1.000 millones de dólares en ayuda militar a la zona (en la frontera de la OTAN), territorios que experimentan desde hace meses fuertes tensiones por la situación en Ucrania y las ambiciones geoestratégicas rusas.

He pensado que la mejor forma de acercaros Polonia es hablar con alguien que conozca bien el país, y para ello he contado con la ayuda de Wojciech Golecki, un economista polaco que vive en Madrid y que ha tenido la amabilidad de contestarme a título personal a unas cuantas preguntas sobre su país. Así que este primer post habrá un segundo sobre cuestiones más concretas será básicamente un acercamiento a Polonia a través de su mirada.

Pregunta: ¿Cómo ha cambiado Polonia desde la entrada en la UE, hace 10 años?

Respuesta: Escribir sobre Polonia este año tiene una importancia particular. En cinco meses cumpliremos 75 años de la invasión de Hitler y Stalin, en cuatro, el 70 aniversario del levantamiento de Varsovia contra los nazis. Este año hemos podido celebrar además el 25 aniversario de las primeras elecciones libres, 20 años de la entrada en la OTAN y hace un mes la primera década en la Unión Europea. Hoy debemos tomar todas estas fechas y ver a Polonia dentro de su conjunto histórico para valorar los logros alcanzados en tan poco tiempo.

El mejor ejemplo de ello es mi pueblo. Nací en los Sudetes, terrenos que hasta hace 70 años pertenecían a Alemania. Mi familia proviene de tierras hoy pertenecientes a la Galicia ucraniana. Durante décadas las nuevas autoridades de la República Popular de Polonia ocultaron los acentos arquitectónicos germanos para intentar reducir el miedo que sentía el ciudadano medio de que en cualquier momento Alemania podría venir y querer recuperar las tierras cuyo reparto se decidió por encima de las cabezas de los países afectados.

Al principio, la entrada en la UE avivaba temores en la misma línea.Hoy, 10 años después, al llegar a mi pueblo, lo que veo es todas esas casas renovadas, convertidas en preciosos hoteles, con todos los detalles germanos expuestos y renovados tras décadas bajo el hormigón…todo ello además, con frecuencia cofinanciado con fondos europeos. En resumen, durante estos diez años el PIB del país ha crecido un 48% acumulado, solo durante la crisis en más de 20%. Hemos pasado de tener un PIB per cápita un 50% inferior a la media europea y hoy nos acercamos al 70%.

P: ¿Qué riesgos existen en el futuro para el país, sobre todo desde el punto de vista económico y geoestratégico?

R: Aunque muchos no lo perciban, Polonia comparte riesgos económicos y geostratégicos con la mayor parte de los Estados Miembros de la UE. A nivel económico, por supuesto, entramos en el desafío del trilema de la competitividad, sistema social y demografía. Competir no en costes sino en innovación, tener un sistema social sostenible y efectivo que no reste competitividad pero que tampoco pierda el adjetivo «social», todo ello en un contexto de envejecimiento de la población y creciente competencia global.

Además, el país debe hacer frente a la necesaria consolidación fiscal y a los problemas del mercado laboral que peca de una menor tasa de actividad por un lado y por otro, de un elevado desempleo estructural, sobre todo juvenil. Uno de cada diez estudiantes europeos es polaco, estamos hablando de alrededor de 2.500.000 de personas. Como debe haber salida para todos ellos y por tanto, no solo debemos flexibilizar el mercado laboral, agilizar la administración y buracracia, eliminar las trabas a la creación de empresas, sino además adecuar los perfiles de los estudiantes a las necesidades del mercado laboral. Un ejemplo de los desafíos en esto último es la cantidad de estudiantes de ciencias sociales y humanidades que había antes del 2000 (cerca de tres cuartas partes) y hoy (cerca de una tercera parte).

Entre la economía y la geoestrategia está por supuesto la energía. Por un lado, la energía es una de las claves de nuestra competitividad y hoy una empresa media alemana paga tres veces más por energía que una empresa media alemana. Y esto cuando el coste de la energía estadounidense tiende a la baja y la europea, al alza. El otro aspecto que debemos extraer sobre estas crisis recientes es que sin independencia energética no hay independencia política. Estas vertientes de la energía afectan tanto a Europa como a Polonia. Como también ocurre en el plano estratégico.

Preservar el sentimiento de seguridad de sus miembros no es un problema nacional o de la OTAN, sino debe ser la base incuestionable de la Unión Europea en sí misma. Los datos publicados la semana pasada por el Servicio Público de Estadística sobre la evolución del producto interior bruto (PIB) durante el convulso primer cuatrimestre del año alivian los temores sobre los efectos de la crisis ucraniana sobre la economía polaca. Frente a lo que ocurre en otros países de la región como Finlandia, la crisis ucraniana apenas se percibe. Sin embargo, la crisis ucraniana es mucho más importante que el PIB, es una cuestión de valores.

P: ¿El sentimiento europeísta en Polonia, a tenor de las encuestas (la última, la de Pew Research), está al alza, todo lo contrario que en otros estados miembro? ¿Qué ha hecho bien la UE allí y que ha hecho mal aquí (en España)?

R: Si tomamos los datos de la encuesta que se presentó recientemente y los comparamos con la participación electoral, podríamos tener dos impresiones totalmente contrarias sobre la valoración de los polacos de la UE. Por un lado tenemos el dato de que el 86% opina que la integración europea ha sido positiva, frente a solo un 13% que opina que ha sido neutral. Por otro lado tenemos el dato de participación en las recientes elecciones europeas, a las que solo fue un 23% de los capacitados a ello.

En primer lugar, debemos matizar estos datos, con otro dato. La participación en las últimas parlamentarias fue del 48%. En segundo lugar, estamos comparando un país que tuvo que llevar a cabo dolorosas reformas antes de la entrada en la UE, que ha crecido más de un 20% durante la crisis y que es un gran beneficiario de los fondos europeos desde hace relativamente poco, con un país en plena crisis que recibió asistencia financiera a cambio de llevar a cabo reformas a una escala y sensibilidad a las que la sociedad no estaba acostumbrada.

Recientemente el gobierno estimó que, de no formar parte de la UE, nuestro PIB hoy se encontraría a niveles de 2009. Eso sí se percibe. Se ven los fondos europeos, se ve a las autoridades naciones negociando asuntos con las autoridades de otros países, pero, al contrario que en España tras la crisis, aún no se ve a la UE como un ente político. Si algo han aprendido los españoles de esta crisis, es que es en Europa, en Bruselas o en Frankfurt donde está el terreno de juego, que es ahí, donde se decide parte de las decisiones que les afectan cada día. Esta lección no ha llegado a Polonia. Por ejemplo, Polonia se ha adherido a los nuevos marcos fiscales de la UE, obligatorios para la Zona Euro, de forma voluntaria. Su legislación ya era muy conservadora. Por último, por desgracia, en el caso de España la UE se ha utilizado con mucha frecuencia de chivo expiatorio para justificar reformas que se tendrían que acabar llevando a cabo.

P: ¿Cuál ha sido la actitud y el posicionamiento interncional de Polonia durante los años de crisis de la deuda en Europa, sobre todo en relación con los países del sur del continente?

R: Polonia, como todos los miembros de la UE, es altamente dependiente de la estabilidad de la Eurozona. En este sentido, primero la recesión de los países del euro y en segundo lugar, las dudas sobre la propia unión, perjudicaban a la economía polaca. Era preciso que se tomasen las riendas y se asegurase la estabilidad y crecimiento dentro de la Unión.

En este sentido, el Ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, posiblemente como el primer polaco de la historia, defendió en tierra germana que Alemania tomase la iniciativa y responsabilidad como la mayor economía de la región. Las palabras exactas fueron: «Temo menos al poder alemán que a la pasividad alemana».Por otro lado, como un país no perteneciente al euro, pero aspirante a ser un actor importante en la escena, ha ido adhiriéndose a los sucesivos acuerdos de la Eurozona como el pacto fiscal, para no quedarse demasiado alejada del resto.

La crisis del euro ha sido una lección para Polonia. No basta para entrar al euro con cumplir con los criterios de Maastricht. La renuncia del precio externo de la economía, del tipo de cambio, debe ir compensada con la flexibilización de los precios internos. Este aspecto, es decir, llevar a cabo una amplia reforma a nivel nacional va a retrasar el cambio de moneda de Polonia, que a día de hoy, además, no disfruta de mucha popularidad.