Europa inquieta Europa inquieta

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El portal ‘Participa’: una herramienta para fomentar el gobierno abierto en la UE

Lo han bautizado Participa, y aseguran que gracias a él «otra forma de gobernar» es posible. Se trata del proyecto online desarrollado por la Fundación Europea para la Sociedad de la Información cuyo objetivo es fomentar la participación activa y directa de los ciudadanos en las políticas de su comunidad. El programa, una herramienta informática que incorpora foros de debate y otras herramientas de la web 3.0, fue presentado este jueves en la sede del Parlamento Europeo y la Comisión en Madrid.

A veces, tras el fetichismo de conceptos como transparencia, visibilidad o gobierno abierto se percibe una voluntad real de superar la democracia representativa hacia otra más participativa, dijo en el acto de presentación Enrique Barón, que como sabéis fue presidente del Parlamento Europeo y actualmente, entre otros cargos, es presidente de este organismo autónomo, no dependiente directamente de la UE.

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Captura del vídeo explicativo sobre la plataforma Participa.

A disminuir esta brecha entre gobernantes y gobernados van dirigidos los esfuerzos de Participa, un portal al que las administraciones y empresas pueden adherirse (mediante un programa de cofinanciación contemplado en los presupuestos) y que se pretende que sirva para crear «canales de comunicación bidireccional», o como dijo José María Gil Robles, también expresidente del PE y subdirector de la fundación, para «poner la electrónica al servicio del ciudadano».

Al acto de presentación asistieron también dos representantes políticos autonómicos, uno de Canarias y otro de Baleares, que expusieron con diferentes suerte y profundidad la experiencia de sus gobiernos con programas similares. En el caso pionero de Canarias, el más interesante, una versión anterior de la plataforma Participa, creada ad hoc para su gobierno, permite desde hace varios años que cuestiones importantes relacionadas con el Carnaval se decidan por votación popular. La alegoría, el pregonero o el cartel son ya elegidos a través de un sistema que, por lo que dijeron, cada vez cuenta con más usuarios y votos.

Hasta aquí lo que fue la presentación, en la que también se difundió un vídeo explicativo con detalles sobre el programa, todo un poco plúmbeo y sin debate posterior (hubiera estado bien). Creo que hay algunos puntos oscuros, y un optimismo un tanto desmesurado hacia las posibilidades de este tipo de herramientas. Primero, porque las cuestiones que se lanzan a debate y futura votación ya vienen previamente dadas y cerradas por las administraciones. Segundo, porque no tengo claro, y creo que la gente tampoco, qué tipo de legitimidad ampara tales decisiones. Y tercero, en última instancia, que se generen estos cauces depende de la voluntad de los gobernantes, no de la sociedad civil.

El cataclismo oriental: Anne Applebaum y el desconocimiento de la Europa del Este

Esta pseudoguerra fría, con acierto definida por Borja Lasheras, a la que estamos asistiendo un poco estupefactos me vale de excusa para hablaros del libro que me acabo de terminar, y que por infeliz casualidad se titula La destrucción de Europa del Este (1944-1956). Su autora, Anne Applebaum, periodista, historiadora y una gran conocedora de Rusia y de la Europa oriental, ha realizado durante seis años un ingente trabajo de documentación (archivístico y de historia oral) para alumbrar una obra excepcional y necesaria.

Anne Applebaum (A. A)

Anne Applebaum (A. A)

Excepcional por el nivel de detalle ofrecido, que sin perder la visión de conjunto del trauma que supuso la ocupación del Ejército Rojo tras la caída del nazismo, consigue captar la esencia de la vida y la resistencia en las sociedades totalitarias. Y necesario porque, aunque ella no lo diga expresamente, la historia de los países del Este es –a pesar de los esfuerzos de los historiadores por comprenderla y soldarla a la del Oeste– es una terra incognita a nivel popular.

Hay todavía una evidente incomprensión, que quizá sea mutua, entre los ciudadanos de uno y otro lado de Europa, y la raíz de esa incomprensión está en los 50 años que vivieron separados. Una Europa unida pasa, en parte, por la integración coherente, sincera y verídica de esos pasados tan diferentes. Asumiendo la parte de culpa que los países de occidente tuvieron al dejar al albur de los designios de la URSS media Europa y reconciliándonos con quien hoy, más incluso que nosotros, quieren por encima de todo (y a pesar de todo) ser europeos.

El libro de Applebaum comienza con una defensa del uso del término ‘totalitarismo’ como una herramienta de descripción empírica útil. La autora es más precisa al comienzo de la obra: «Intenté llegar a entender el verdadero totalitarismo –no es totalitarismo en teoría, sino en la práctica– y el modo en que determinó la vida de millones de europeos durante el siglo XX». Con esa premisa Applebaum comienza la inmersión en la historia peculiar de ocho países –Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia y Alemania del Este– desde el «falso amanecer» de la liberación soviética, la limpieza étnica, la política, la violencia y la propaganda hasta las diferentes maneras de (sobre)vivir o dejar de hacerlo en los países ocupados.

Cabeza de Stalin derribada durante la revolución húngara de 1956. (The American Hungarian Federation)

Cabeza de Stalin derribada durante la revolución húngara de 1956. (The American Hungarian Federation)

La ocupación del Este por la URSS fue un terremoto a muchos niveles: la planificación socialista de las ciudades, el estado policial, la prohibición de la música occidental o el cercenamiento de las organizaciones juveniles y religiosas que existían antes de la guerra, y que en gran parte había luchado antes contra la ocupación nazi. Fue un experimento social y económico que pasó por diferentes fases (la ocupación en sí, el momento estalinista y el tenue deshielo posterior) y que, según Applebaum, «demuestra lo frágil que puede llegar a ser la civilización».

No quiero aburriros con nombres propios de unos y otros (una de las bondades del libro es el acercamiento microscópico a las biografías), pero sí hablaros de dos elecciones vitales en sociedades ocupadas, y que podrían aplicarse –salvando las distancias– a otros contextos: la de los «colaboradores renuentes» y la de los «oponentes pasivos». Los primeros fueron aquellos que no cambiaron nada del sistema en el que vivieron y que tampoco «se sintieron responsables de los actos más brutales» del mismo. Los segundos fueron más valientes, pues no hicieron nada voluntariamente por el sistema y conservaron sus creencias, religiosas o democráticas, en contra de lo dictado por el Estado.

Por último, una reflexión que engarza con el presente. Dice Applebaum al final del libro que «los estados poscomunistas a los que les fue mejor son aquellos que consiguieron preservar algunos elementos de la sociedad civil durante el periodo comunista». No soy un especialista en Ucrania, pero quizá vayan por ahí los tiros de la historia reciente del país.