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Europa y sus ciudades: tres reflexiones que nunca antes habrás visto escritas juntas

No es exagerado afirmar que el espíritu de las ciudades ha modelado Europa. Es tan solo una obviedad para cualquier observador atento de su historia. La urbe europea, desde el burgo medieval a la megalópoli actual, es un vestigio material fundamental de nuestro pasado. Territorios de personas libres (o cada vez más libres) luchando —sin ser conscientes,  desde su anonimato— contra el topos del menosprecio de corte y la alabanza de aldea.

Una vista de París (EFE)

Una vista de París (EFE)

Y eso que hasta anteayer Europa fue un continente eminentemente rural. Anteayer es, concretamente, hace 65 años, cuando de las ruinas comenzaba a surgir un embrión de paz y prosperidad. La tensión entre el campo y la ciudad ha sido una constante en la historia europea (también debemos entender la PAC como una solución a ese conflicto), y el mundo rural sigue muy presente en el imaginario de los urbanitas, aunque ahora con otras connotaciones (irse al pueblo).

Este preámbulo es una forma de engarzar con tres referencias a las ciudades europeas. La primera la he extraído de El artesano, del sociólogo Richard Sennett, un autor que incomprensiblemente se me había atragantado y gracias a la insistencia de mi amigo Jesús Bermejo finalmente he leído con muchísimo provecho (¡y lo seguiré haciendo!). La cita se enmarca dentro del capítulo dedicado a los ‘lugares de resistencia’:

Desde sus orígenes, el centro de la ciudad europea ha sido más importante que su periferia; las cortes, las asambleas políticas, los mercados y los centros de culto religiosos más importantes han tenido su sede en el centro de la ciudad. Este énfasis geográfico se traducía en un valor social: el centro es probablemente el lugar más compartido por la gente.

La segunda pertenece al imprescindible La Vieja Europa y el mundo moderno, el breve opúsculo del recientemente fallecido Jacques Le Goff, historiador francés al que, quizá os acordéis, dediqué un obituario de urgencia (aunque ahora que estoy, aquí os dejo otro mucho mejor, publicado en El Mundo ). Le Goff hablaba de las ciudades de los años noventa:

Las tropas de parados, de <<nuevos pobres>>, de drogados, de delincuentes de los barrios bajos urbanos sirven de eco en la actualidad a esos marginales, a esos excluidos. Europa supo superar esos miedos y esas crisis. Debe hacerlo hoy sin esperar a que las ciudades que fueron los focos de civilización de Europa estén sembradas de más cadáveres de vencidos por la exclusión.

La tercera referencia es la más curiosa de todas. Como solía repetir un profesor al que apreciaba, los historiadores estamos obsesionados con el futuro, por eso estudiamos el pasado. En cambio, se ve que ha habido gente, y todavía la hay, que tiende más a investigar el futuro (no sé si obsesionados con el pasado). Estas investigaciones, leídas desde ese futuro aludido, mueven a la risa, a la ingenuidad y a veces a la sorpresa (por lo acertado de la proyección).

Así pasa con una joya de enciclopedia alemana, traducida al español en los años 70 y publicada por el Círculo de Lectores, que he conocido gracias a mi compañera Melisa Tuya. Es una obra de divulgación con vocación optimista, pacifista y hasta cierto punto rigurosa; entre los volúmenes dedicados a La Tierra, La Técnica o Las Ideas, hay uno dedicado al Futuro (que fue el que Melisa me prestó).

En él, algunas de las «novedades pronosticables» que hacen los autores son del todo —y afortunadamente— equivocadas (la población mundial no es hoy de 15.000 millones de habitantes) y otras son sorprendentemente ciertas (la televisión tridimensional, o la prensa llegando a un «receptor casero»). Pero en lo que nos ocupa, las ciudades y Europa, me ha llamado la atención la visión lóbrega del concepto de ciudad futura (automática, hubiera dicho Camba) que imaginaban. Según la enciclopedia:

La URCCE (Unión de Grandes Aglomeraciones Urbanas Europeas) prevé una megalópolis que llegará de Liverpool a Ginebra e incluirá 200 millones de habitantes en un complejo sin solución de continuidad. Doxiadis, proyectista de la ONU, prevé un fusionamiento de las alfombras de casas hasta formar la ecumenópolis que rodeará La Tierra.

Desconozco si la URCCE existe o existió alguna vez (la ONU de momento sí, aparece en la prensa de vez en cuando) y en qué quedó todo ese magno proyecto. Pero lo cierto es que aunque Europa sigue conservando ciudades diferenciadas, los límites entre sus habitantes se estrechan. Hasta cierto punto, la predicción de los autores del libro no era disparatada: aunque físicamente no vivamos todos juntos, sin solución de continuidad, los urbanitas europeos nos hemos ido asimilando y homogeneizando según un modelo y unas pautas.

*Actualización: Cambié la imagen a sugerencia de un lector.