Europa inquieta Europa inquieta

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La Constitución alemana fue la primera que habló explícitamente de una Europa unida

Esta es la Ley Fundamental de la República federal de Alemania. Fue aprobada en 1949, con un país en ruinas y ocupado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. No se le llamó Constitución porque Alemania estaba dividida en dos y el  texto solo iba a regir para la mitad occidental (por razones obvias, los landers de la zona soviética no estaban incluidos).

La Asamblea Constituyente, en Bonn, en 1949.

La Asamblea Constituyente, en Bonn, en 1949.

Su redacción no fue sencilla, y enfrentó en varias ocasiones el deseo de los legisladores con los requisitos exigidos por las autoridades militares de ocupación. Iba a ser una ley provisional, pero sigue vigente casi 65 años después, habiendo sobrevivido a la caída del Telón de Acero, la reunificación y más de dos centenares de pequeños remiendos.

La Ley Fundamental de Bonn (por la entonces capital de la RFA) tiene el honor de ser el primer texto constitucional del continente que incluye una mención explícita a una Europa unida. Lo hace en el preámbulo:

Consciente de su responsabilidad ante Dios y ante los hombres, animado de la voluntad de servir a la paz del mundo, como miembro con igualdad de derechos de una Europa unida, el pueblo alemán, en virtud de su poder constituyente, se ha otorgado la presente Ley Fundamental.

Cuesta imaginar hoy los innumerables obstáculos que hubo que superarse para que esta referencia que ahora nos parece banal no resultara amenazante e insultante. El país que había precipitado la agonía de las democracias liberales de entreguerras, el país que con su celo expansionista había convertido la idea de Europa en una profesión de fe militarista, en un concepto tabú, se convertía muy poco tiempo después en su primer garante.

La importancia de este texto dentro de la historia del constitucionalismo y del proceso de construcción europea es capital. Hoy, un día después del histórico triunfo electoral –soy reacio a usar este adjetivo, por temor a desnaturalizarlo, pero en ocasiones no hay más remedio– de Angela Merkel, he creído conveniente traéroslo aquí.

Ante la avalancha de análisis que habremos de asimilar en los próximos meses sobre cómo afectará a la salud UE la extensión del reinado merkeliano, no se me ocurre mejor aperitivo que recordar los orígenes profundamente europeístas del Estado alemán moderno.