Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de marzo, 2014

La geopolítica y los clichés: el ‘caso Ucrania’

Con todo lo de la movida ucraniana (que diría mi compañero Víctor Navarro) están proliferando los expertos en geopolítica como si fueran níscalos cuando llega el otoño. Muchos tocan de oído, otros simplemente se equivocan o exageran. Pero hay una modalidad más refinada: la de los que hablan sin saber, pero como si supieran.

Freddy Gray, periodista de The Spectator, ha recopilado diez clichés sobre esta crisis política que te harán quedar —a ti, periodista, o a ti, comentarista televisivo— como un informado especialista en relaciones internacionales. El post, que descubrí gracias a un tuit del entrañable Javier García Toni,  me hizo mucha gracia, porque hasta yo he usado, quién no, alguna de estas frases vacuas y totalmente mistificadas para salir del paso.

Soldados ucranianos. (EFE)

Soldados ucranianos. (EFE)

«Es demasiado simplista pensar en término de ‘este’ y ‘oeste’ es un mundo multipolar»; «A lo que asistimos aquí es aun retorno de la geografía»; «Los ortodoxos tienen una forma diferente de mirar estas cosas»… Son algunos de los cutres argumentos de autoridad que se han elaborado sobre el conflicto. Pero el cliché más certero, y por desgracia más usado —he leído artículos de opinión de esta naturaleza en la prensa española— es el que acude a la siempre socorrida, aunque inexacta, analogía histórica.

Estamos ante el retorno de la guerra fría, de la política de bloques. Europa, pergeñando un anacronismo de cien años, está al borde de un conflicto que, como el de los Balcanes en 1914, produciría una reacción en cadena similar a la de entonces. Nada de esto me lo estoy inventado. Está escrito. Como también está escrito que todo esto está ocurriendo, otro cliché, porque Europa (y EE UU) han olvidado que el tablero mundial no es un pacífico juego posmoderno, sino un lugar cruelmente hobbesiano, de choque constante de fuerzas. En fin.

Muchas veces los politólogos, como los sociólogos o los economistas, se equivocan. La mal llamada Primavera Árabe, por ejemplo. O la crisis económica, que ya es un lugar común del fracaso de los sabios. Hay variables que son muy difíciles de predecir, y analizar lo que está pasando —mientras está pasando— tiene sus riesgos. Personalmente, creo que hay un exceso de análisis, una inundación de porqués que acaba por sepultar a los hechos. Pero entre tanta ganga, la mena.

Os propongo algunos enlaces a artículos sobre el conflicto alejados del cliché:

 

 

 

La ideología del ‘putinismo’: del KGB al capitalismo fuera de la democracia

De Anne Applebaum estoy estos días leyendo El Telón de Acero: La destrucción de la Europa del Este (Debate, 2014), un libro soberbio, minucioso y del que espero traeros en breve una reseña, dado que es una pieza clave para conocer el pasado del continente y, además, entronca de algún modo con nuestro presente, y más estos días.

El caso es que de la misma autora, que es periodista, premio Pulitzer e investigadora de la London School of Economics, acabo de leer un artículo en el que disecciona con agudeza la biografía política de Vladímir Putin, desde ese extraño magnetismo oscurantista que le rodea —y que tan caro era de los dirigentes de la URSS— a su visión del orden, la vigilancia y la retórica democrática occidental.

De sus mentores en la KGB, en especial de Yuri Andrópov —que dirigió la policía secreta rusa durante 15 años—  Putin aprendió, dice Applebaum, «el orden y la disciplina», cierto sentido de la modernización, pero no de la democracia. Matiza Applebaum que esto no quiere decir que Putin, pese a la deliberada deformación del pasado soviético que suele acometer, quiera regresar a la Unión Soviética y sin más.

Putin, tomando un refresco en Sochi (EFE).

Putin, tomando un refresco en Sochi (EFE).

Pero sí que Putin, en su afán por controlarlo todo, o casi todo, tiene aversión hacia los principios democráticos (en especial la libertad de prensa) y la sociedad civil. Dice Applebaum que para él, a cualquier oponente político lo considera un «siniestro agente de los poderes extranjeros». Una retórica de la Guerra Fría que estos días parece haber tenido una vía de continuidad con su política militar, tan del siglo pasado.

Cuando los occidentales, dicen Applebaum, trata de calificar el sistema que ha ido confeccionando Putin en sus años de poder —la investigadora dice que podría permanecer en el Kremlin hasta 2025: un cuarto de siglo gobernando Rusia— hablan de «democracia dirigida» o de «capitalismo corporativo» o, en cualquier caso, una mezcla de los dos anteriores. Ella lo prefiere llamar, simplemente, ‘putinismo’.

El ‘putinismo’ se caracterizaría por el control exhaustivo de los procesos electorales (en Rusia, dice, «no hay candidatos accidentales»), la creación de falsos partidos de oposición, el diseño de think tanks antioccidentales con bastantes similitudes con las antiguas organizaciones soviéticas y el recurso a la ‘targeted violence’ para aquellos casos de opositores o periodistas que se pasan de la raya, como sucedió con la gran Anna Politkovskaya, cuyo Diario ruso os recomiendo leer.

Por otro lado, internamente, Putin busca la legitimación del pueblo ruso en la crítica de la retórica occidental, en especial la de los derechos humanos estadounidenses y Europeos, el revisionismo histórico en las escuelas y cierta dosis de nostalgia del comunismo (El comunismo era estable y seguro; el post-comunismo ha sido el desastre: un argumento que se puede escrutar muy bien en Limónov, la novela o lo que sea de mi admirado Emmanuel Carrère).

Por último, Anne Applebaum habla de la falta de ‘soft power’ de la Rusia de Putin. Lo que es cierto solo a medias, en el sentido de que, como dice ella, «la corrupción del estilo del putinismo» es una forma extendida de entender la relación entre el capitalismo, la democracia y el presente complejo de la política que otros países, en Asia central sin ir más lejos, también practican.