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"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

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La reconciliación

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De un tiempo a esta parte, no eres nadie en el círculo teatrófilo madrileño si no has visto lo último de Miguel del Arco. Concreto: desde el éxito de La función por hacer en el vestíbulo del Teatro Lara a finales de 2009, que su nombre figure en el cartel de una producción significa, como mínimo, que se va a hablar mucho de ella.

Hago un repaso somero de su trabajo en estos cuatro años y medio por si quedase algún despistado. A la versión libre de Seis personajes en busca de autor con Kamikaze, la productora que comparte con Aitor Tejada y en la que trabajan con un elenco –digamos– fijo de actores, la siguieron El proyecto Youkali, una bonita y entretenida pieza sobre la inmigración que Del Arco escribió y dirigió para la Comisión Española de Ayuda al Refugiado y que vendría muy a cuento rescatar (¿algún productor en la sala?), y la alabada La violación de Lucrecia, en la que dirige a la gran Núria Espert y que, por cierto, vuelve a reponerse (creo que digo bien, que se repone por segunda vez) estos días en el Teatro de la Abadía. En 2011 repitió con los Kamikaze en la adaptación de Veraneantes (a partir de la obra de Maxim Gorki), casi tan aplaudida como La función por hacer –aunque para servidora, a esta le sobraban minutos–, y volvió a ganarse las loas de crítica y público dirigiendo a Carmen Machi en Juicio a una zorra. En 2012 dirigió maravillosamente De ratones y hombres y firmó una versión de El inspector de Gógol trasladada con demasiada obviedad a nuestros días –los críticos no compartieron mi opinión, pues el montaje fue bastante celebrado– para censurar la corrupción . Y, ya el año pasado, nos descubrió su prometedora faceta de autor con Deseo.

Misántropo

Israel Elejalde y Bárbara Lennie en ‘Misántropo’, de Miguel del Arco. (Foto: Eduardo Moreno)

Así que cada vez que el director de moda estrena –decía–, vamos todos como pollos sin cabeza hasta que podemos opinar sobre ello. Y como lo de no poder comentar servidora no lo lleva bien, ha sucumbido a Misántropo.

Ahora, lo que tiene dejarlo para ‘tarde’ (están en el Español desde el 23 de abril y el montaje se estrenó el pasado octubre, en Avilés) es que a estas alturas se ha dicho prácticamente todo. Han sido aclamadas, muy merecidamente, hasta la saciedad la dirección –podemos discutir algunos planteamientos, pero ¡qué dirección de actores!– y la versión (libre) del texto de Molière. Una versión magnífica, tan magnífica como la de La función por hacer, que trae la obra a la época contemporánea sin caer en lo fácil.

Pero para mí este ha sido sobre todo el montaje de reconciliación con Bárbara Lennie. (Si se le puede llamar reconciliación cuando la otra parte ni siquiera sabe que existe un conflicto y cuando a la otra parte, de saberlo, le importaría un pepino.) El caso es que andaba preocupada (servidora, Lennie en este caso es a la que le importa un pepino, no se me pierdan). Un poco a lo Glinda de Wicked en Popular, rollo «my tender heart tends to start to bleed», sí, pero preocupada al fin y al cabo. Porque todos pusieron sus ojos en ella (Lennie) en La función por hacer, la subieron a los altares con Veraneantes, en la que tenía más protagonismo, y aplaudieron con las orejas cuando con fue nominada al Goya a Mejor Actriz Revelación por Obaba… Y una que no acababa de pillarle el punto y que reivindicaba (sigo haciéndolo) a Manuela Paso.

Pues, bien, en Misántropo, y aunque al principio me pareció ver a la misma Lennie de las obras anteriores, por fin la entendí a ella y a los que la elogian. Por fin me la he creído. Me ha ganado definitivamente para su causa con el papel de la cínica Celimena –un personaje, de nuevo toca alabar a Del Arco, sublime–, con sus flirteos insinuados, con los desdenes de quien mira por encima del hombro, con su actitud entre indignada y de cordero degollado cuando se siente descubierta.

… Lo cual no quita que, en una función en la que el actor peor parado no baja del 8, Misántropo sea el montaje de Israel Elejalde. Está impecable y, sobre todo, sabe reservar la tensión para cuando de verdad tiene que estallar. En una función en la que el actor peor parado no baja del 8, insisto, Elejalde se come el escenario.

Total, que si quieren ser alguien en los círculos teatrófilos… o si simplemente les gusta el buen teatro, déjense caer por Misántropo.

Versión y dirección: Miguel del Arco.

Reparto: Israel Elejalde, Raúl Prieto, Cristóbal Suárez, Bárbara Lennie, José Luis Martínez, Miriam Montilla, Manuela Paso.

Escenografía: Eduardo Moreno.

Iluminación: Juanjo Llorens.

Producción: Kamikaze, en coproducción con Teatro Español y Teatro Calderón.

Sala: Teatro Español (sala principal), Madrid.