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"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

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Las entendederas del humor

Locos por el té 

Locos por el té

María Luisa Merlo y Juan Antonio Lumbreras en una imagen promocional de ‘Locos por el té’. (Javier Naval)

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Busco comedias francesas como quien busca nueva pareja a la altura de su ex. Mi ex es La cena de los idiotas. Han pasado más de diez años, sin embargo aún confío en dar con una producción y una obra a la altura de la versión de Paco Mir –con Pepón Nieto y Luis Tosar– de la pieza de Francis Veber.

Si hace unos meses no me terminó de convencer Una boda feliz (Le gai mariage), menos lo ha hecho ahora Locos por el té (Thé à la menthe ou t’es citron), finalista y ganadora respectivamente, por cierto, del Molière a la mejor comedia en 2011. Parto de la dificultad que supone la adaptación y de que algo siempre ha de perderse por el camino –el juego de palabras del título, sin ir más lejos–. Pero el texto de Danielle Navarro y Patrick Haudecoeur se sustenta solo en la torpeza de una compañía teatral, para exprimirla al máximo y dejar reducida la trama a la mínima expresión. Luego, la producción me pareció mucho más correcta en la parte técnica –iluminación, escenografía…– que en la artística. Me encontré un elenco desequilibrado, con, por ejemplo, un Juan Antonio Lumbreras estupendo en la vis cómica y una Esperanza Elipe cuyas líneas apenas logré entender –cierto que simula hablar con acento británico, pero no sirve de excusa–. Y una dirección no del todo firme, sobre todo con pausas mal distribuidas.

Dicho lo cual, faltaría a la verdad si obviase que, en un teatro lleno hasta la bandera, muy pocos no pasamos de la sonrisilla. Digo más, el in crescendo del ‘carcajamen’ general fue tal, que en el último tercio de la función costaba escuchar algunos diálogos. Me acordé mucho de D., que cuando ve anunciada una obra de este tipo me pregunta “¿te gustó?” y, a continuación, “¿pero, a mí me va a gustar?”. Te va a encantar, D. A ti y al 90% de la población. Servidora tiene las entendederas del humor escacharradas.

 

– Autores: Danielle Navarro-Haudecoeur y Patrick Haudecoeur.
Versión: Julián Quintanilla.
Dirección: Quino Falero.
Reparto: María Luisa Merlo, Juan Antonio Lumbreras, José Luis Santos, Esperanza Elipe, Óscar de la Fuente, Ángel Burgos, Rocío Calvo.
– Escenografía y vestuario:
Elisa Sanz.
Iluminación: Alfonso Ramos.
Vestuario: Ángeles Marín y Gabriel Besa.
Espacio sonoro: Ana Villa y Juanjo Valmorisco.
Producción: Lazona, Flower Power, Bitó Produccions, Cow Events, Truc Comunicación, Qué arte! y Verteatro.
Sala: Teatro Alcázar, Madrid.

La trascendencia de lo ínfimo

Emilia

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Disertaba con tino hace un par de semanas David Trueba en El País sobre una idea que me obsesiona: cierto “rídículo” afán del arte por “retratar lo absoluto” o “dar con el sentido de la vida”. Un mal que, desde luego, afecta al teatro.

Y en la antítesis de esa “pretenciosidad” –siempre citando a Trueba– está la maravillosa trascendencia de “lo ínfimo”, algo de lo que sabe mucho Claudio Tolcachir.

Con Emilia, el dramaturgo argentino vuelve a superar desde la “pequeñez del relato” a muchos tratados de antropología. Sale menos glorioso, eso sí, que en sus obras anteriores. Esta es más plana y no le luce tanto el humor negro –¿tendrá algo que ver su adaptación al español de España? –. Los personajes, con todo, poseen la misma profundidad que los de La omisión…, Tercer cuerpo o El viento…, sobre todo el de la niñera protagonista. Y Tolcachir parte de nuevo de una estructura sobresaliente. Una estructura que, además, traslada al escenario a la perfección. En los saltos de espacio y tiempo deja claro que domina el código teatral, y otra vez la escenografía le brinda un maná de posibilidades al texto.

Como debut del autor en la dirección con un reparto ‘ajeno’ para una pieza propia, Emilia también deriva en claroscuros. Está impecable Gloria Muñoz, magnética. Y poco se les puede reprochar a Alfonso Lara, Malena Alterio, Daniel Grao y David Castillo. Sin embargo, los movimientos de unos y otros en escena quedan embarullados, injustificados a veces.

“De Sica contó la historia de la humanidad con un padre, un hijo y una bicicleta”, escribía David Trueba. Tolcachir la cuenta con una abuela, una hija y unos nietos, o con unos compañeros de oficina, o con una pareja de lesbianas y un joven desorientado, o con un aya y el hombre al que crio…

 

– Texto y dirección: Claudio Tolcachir.
Traslación al castellano: Mónica Zavala.
Reparto: Gloria Muñoz, Malena Alterio, Alfonso Lara, Daniel Grao, David Castillo.
Escenografía y vestuario: Elisa Sanz.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Producción: Producciones Teatrales Contemporáneas.
Sala: Teatros del Canal (sala Verde), Madrid.