A diario, un periodista se encuentra con textos, correos electrónicos o notas de prensa en las que aparecen palabras que no solo no existen, sino que, de hecho, no tienen ningún sentido desde el punto de vista lingüístico.
Yo trabajo a diario en temas de emprendedores y tecnología y me he encontrado con varias, pero hay dos que me ponen especialmente nervioso:
– Emprendeduría
Cuando empecé a escribir sobre este sector, no me cupo demasiada duda a la hora de referirme a la acción y efecto de emprender: emprendimiento. Sin embargo, con el tiempo me fui encontrando con otras palabras un tanto… raras: emprendizaje, emprendeduría, emprendimentación (¡¡¡!!!!), emprendedurismo, emprendiduría… He de decir que la única con sentido es emprendizaje; ¿qué pasa con las demás? Sin duda, la palma se la llevan emprendiduría y emprendimentación (esto ya es rizar el rizo a más no poder), aunque, por suerte, no son muy usadas. Sin embargo, sí se usa bastante emprendeduría.
Desde aquí nos remitimos a la recomendación de la Fundéu: emprendimiento. (Por cierto, lo de emprendeduría lo he oído, sobre todo, en Cataluña. ¿Algún catalán sabe si hay una explicación lógica a este uso?)
– Membrecía
Sí, habéis leído bien: membrecía. Se usa (bastante) por parte de las incubadoras de negocios, que aluden con esta palabra al conjunto de personas que quieren ser miembros de su entidad. De entrada la palabra es incorrecta, ya que lo más parecido que existe en nuestra lengua es membresía. Sin embargo, esta palabra no se usa tanto en España como en países de América Latina, lo que me lleva a sospechar que en nuestro país se haya tomado de ahí y se haya cambiado la s por la c debido a que el hablante español pudo pensar que el latinoamericano estaba pecando de seseo.
En cualquier caso, ¿no sería más sencillo decir que una serie de personas «piden ser miembros» de una entidad? ¿No será mejor usar esa estructura que inventarnos una palabra?