Seguro que todos conocéis a una de esas personas que, ante la posibilidad de hacer una frase sencilla, acaban elaborando un párrafo interminable. Hay varios ejemplos famosos: Jorge Valdano o José Luis Rodríguez Zapatero, sin ir más lejos, son auténticos expertos.
He de confesar que yo soy uno de esos. Soy de ese tipo de personas que, a medida que van construyendo una oración, van añadiendo complementos, adverbios, convirtiendo los verbos simples en compuestos… En realidad el problema no está en añadir elementos, sino en añadir elementos innecesarios. A lo mejor íbamos a decir Quiero comprarme un ordenador y acabamos diciendo He estado sopesando muy seriamente la posibilidad de poder comprarme un ordenador nuevo.
Hay veces, incluso, en que la adición de elementos no solo no aporta nada nuevo, sino que, de hecho, acaba modificando y empeorando el sentido de una frase. Es el caso de un titular que vi hace unos días:
Cuando lo vi, pensé: «¿Sería bueno intentar conseguir la pole aquí? Hombre, lo bueno sería conseguirla, ¿no? Lo de intentarlo ya doy por hecho que lo hará«. Al leer el texto completo, vi que esas ni siquiera eran las declaraciones de Fernando Alonso al pie de la letra, sino una adaptación del propio periodista.
Es evidente que cualquier lector puede entender el mensaje sin demasiados problemas, pero hay que tener cuidado. ¿A qué viene ese intentar? Si no aportase nada, podría dar igual, pero, si analizamos la semántica completa, la aparición de intentar acaba, como decíamos antes, modificando y empeorando lo que se dice.