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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Las tinieblas cotidianas de Ramón Rodríguez

«Sí, reconozco que musicalmente es impecable, y que está muy bien hecho, pero la voz….Y esa manera de pronunciar las palabras… me da como vergüenza ajena»

Llevo una larga temporada cantando las alabanzas de la música de The New Raemon, sobrenombre artístico de Ramón Rodríguez, músico catalán al que sigo desde que militaba en dos bandas por las que también tengo especial predilección, Madee y Ghouls ‘n’ Ghosts. Y en ocasiones recibo un feedback muy parecido a frases como la que encabeza este post, pronunciada ayer por un gran amigo en cuyo criterio musical confío ciegamente. Pero, lejos de discutir tal afirmación, la entiendo. Porque la música de The New Raemon tiene la facultad de conectar con algo muy cotidiano, casi propio. De llegar al oyente de una manera tan directa y sincera que casi lo enviolenta. Es cierto: no estamos acostumbrados a que un músico nos hable tan de tú a tú, y cuando lo hace, es posible que se produzca un ligero rechazo. Una sensación de incomodidad que, pasadas las dos o tres escuchas, se convierte en adicción. Sólo es cuestión de soltar un par de lastres y hacerlo tuyo.

Tinieblas, por fin es lo nuevo de The New Raemon, y su primer disco fuera de la que ha sido su casa de toda la vida, Bcore, desde la que se ha mudado a Marxophone, el sello de Nacho Vegas. Pero sobre todo, es un álbum en el que vuelve a dejar claro un estado de forma envidiable como creador de canciones. Siguiendo la tónica eléctrica que inició con su anterior trabajo, Libre asociación -para un servidor, lo mejor que ha hecho- , en la que dejó de lado su vena de cantautor para abrazar un sonido de banda de los de toda la vida, Ramón da forma a nueve canciones para cuyas letras ha vuelto a utilizar la técnica de la improvisación libre. Una suerte de escritura automática que alcanza por momentos cotas de genialidad certera, a veces ambigua pero siempre entrañable, plasmada en canciones en las que, además de su fino análisis de los pequeños dramas y alegrías del día a día, ha querido reflejar parte de la tensión social que vivimos estos días. “Las canciones tratan sobre la constantación de que ya solo existen dos bandos: el de los poderosos y el de todos los demás”, explica Ramón. “No puedes ver la tele durante diez minutos sin sentirte estafado». Doy fe de que así es.

En lo puramente instrumental, se vuelve a notar la solvencia de su banda de directo habitual. Las líneas de bajo de Ricky Falkner (también al mando de las cuatro cuerdas en Standstill) son marca de la casa. Las baterías corren a cargo de Víctor García, mientras que las guitarras son obra de Dani Vega (Mishima) y los teclados los firma Marc Prats (quien también formó parte de Madee). El álbum lo vuelve a producir Santi García (probablemente, el productor nacional más en forma junto a Raúl Pérez), quien le otorga una luminosidad y una calidez abrumadoras. Prueba a ponerte unos buenos cascos y a escuchar Risas enlatadas, el corte que abre el disco, y sabrás de lo que hablo.

De entre las canciones, destacar mis preferidas: Grupo de danza epiléptica, Marathon Man y la que da nombre al disco. Pero como bien dice el gran Rafa Angulo en su reseña para Mondosonoro, esas son las de esta mañana: Es muy posible que en un par de días me atrape el indudable gancho de La ofensa o Galatea. Y después, ya veremos. Porque las aristas de las que están plagadas las canciones de The New Raemon poseen esa poderosa capacidad de hacerte volver a ellas cada poco tiempo para, así, volver a redescubrir sus virtudes y recovecos. Benditas tinieblas.

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