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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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‘Angles’, el regreso de The Strokes

La primera vez que escuché Is this it, en 2001, sentí una sensación que hacía tiempo que no tenía con ningún disco a la primera toma de contacto. En aquellas canciones no había nada especialmente novedoso, ni revolucionario, ni rompedor. Pero había una frescura inusual. Tenía estribillos con gancho, juegos de guitarras extremadamente sencillos, casi infantiles, pero indudablemente inspirados. Melodías que se adherían al cerebro. Y un punto de crudeza, muy contenido, que supuraba la inmediatez de algunos de mis discos preferidos de antaño. Cuando terminaron las once canciones que lo integraban, volví a darle al play.

Entonces vino la locura mediática. El NME, fiel a su afición de fabricar hypes a discreción, los bautizó como los «salvadores del rock». Las bandas de estilos más o menos similares saltaron a la primera división del mainstream. Volvieron las Converse All Star, los pantalones pitillo y las pintas desaliñadas. El H&M comenzó a vender camisetas de los Ramones (hasta bolsos de Motorhead se llegaron a ver). Y se extendió, falsamente, la tesis de que las guitarras habían vuelto. El revival rock, lo llamaron. Y sí, los Strokes tuvieron buena parte de culpa.

Años después de aquello, el tiempo dio la razón a algunos y se la quitó a otros. El rock no volvió, pues nunca se había ido, y de entre la amalgama de bandas que surgieron a rebufo de los neoyorquinos sólo algunas lograron mantener el tipo a base de buenos discos. The Strokes, por su parte, corrían el riesgo de ser engullidos por su propio mito (lo que con sólo veintipocos no deja de ser ridículo) o, por contra, confirmar que efectivamente era una banda llamada a cambiar los destinos de la música. Se quedaron a mitad de camino entre una cosa y la otra: en 2003 publicaron un álbum más que decente, Room on Fire. Tres años después, en 2006, pretendieron llevar su propuesta un paso más allá con First Umpressions of Earth y el tiro les salió (un poco) por la culata.

Tras varios días circulando por Internet, mañana sale oficialmente a la venta Angles, el nuevo álbum de The Strokes. Llega precedido por cinco años de silencio (tiempo que sus miembros han aprovechado para dar rienda suelta a aventuras en solitario que no han pasado de lo anecdótico) y por un proceso de grabación que ha sido un auténtico vía crucis: comenzaron a grabar en Nueva York con Gus Oberg como ingeniero. No les gustó y lo tiraron todo a la basura. Se trasladaron al campo y volvieron a empezar en el estudio del guitarrista Albert Hammond Jr, con ellos mismos como productores. Al final, registraron las canciones por separado, producto de una relación entre los integrantes del grupo que ha ido de mal en peor.

El resultado es un disco irregular, tan anguloso como su propio nombre indica, que por momentos levanta el vuelo y otros deambula sin rumbo. Machu Picchu, introducción en clave de dub que podría haber firmado Blondie en sus años mozos, suena prometedora. Cortes como Under Cover Of Darkness, elegida como primer single, y Taken for a fool recuerdan a los mejores momentos de su carrera. Y ya. Cuando juegan a ampliar horizontes (Games,  You’re so righ) se quedan a mitad de camino, en una especie de quiero y no puedo descorazonador. Otras fases del disco, como Two Kinds of happiness, Metabolism o Gratisfaction, simplemente cumplen sin pena ni gloria. Y desde luego, no de la manera en que debían hacerlo tras tantos años en el dique seco.

Es una pena, porque Under Cover of Darkness prometía.