Estos días estamos siendo testigos del intento desesperado de reflotar una de las más rancias tradiciones de nuestra cultura (pseudo) musical. Eurovisión, esa plataforma de freaks que interpretan canciones ligeras acompañados de sugerentes coreografías, llega a su edición número 52. Quién lo hubiera pensado.

Esta noche se emite en la Primera, presentado por la incansable Rafaella Carrá, el programa ¡Salvemos Eurovisión!, que tiene como objetivo evaluar las aptitudes de los aspirantes a participar en la cita. En un alarde de original democracia catódica, los telespectadores pueden votar por SMS a los distintos candidatos. Hagan caso al explícito nombre del programa: gástense los cuartos en mensajes de euro y pico. Porque si no lo hacen, puede que Eurovisión no se salve. Y entonces sí que se romperá España. Ríanse de los augurios de Rajoy.

Entre los aspirantes a la gloria destaca el famoso Rodolfo Chiquilicuatre, colaborador de Buenafuente, y su Chiki chiki, cuyo éxito fulgurante entre los internautas (quedó líder con 109.995 votos en el myspace de selección previa) ha pillado con el pie cambiado a la organización. El último episodio del fenómeno ha sido ver a cientos de personas bailando el soniquete de marras junto al Santiago Bernabéu. El hecho de que no se oyera la música durante la conexión con el programa de La Sexta fue aún más surrealista.

Pese a que campañas tan reiterativas como la del Chiki Chiki recuerdan a los peores momentos de Sardá, Buenafuente no hace otra cosa que reírse de un concurso ya de por sí patético por sí solo: Puestos a hacer el ridículo con canciones tan chungas como las habituales, mejor hacerlo a lo grande y terminar de reventar un concurso que hace mucho que debería haber dejado de existir. Sería toda una lección de democracia.

Una horas después de escribir ésto, leo (haberlo visto en la tele hubiera sido una tortura) que el Chiki Chiki será finalmente el representante de España en Eurovisión. No pensaba que fueran a dejarle. Qué gran país…