Planea estos días por Madrid una polémica que podría ser extapolada a cualquier otra ciudad. En el céntrico parque del Retiro, decenas de jóvenes de todas las razas se juntan cada fin de semana para una masiva jam de percusión frente al lago. Timbales, yembés y hasta botellas se sincronizan en una orgía sonora que alcanza su clímax al atardecer. Pero desde la semana pasada la policía impide las ruidosas reuniones, en cumplimiento de una ordenanza municipal que hasta ahora no se aplicaba. Seré sincero: no son pocas las veces que, paseando por allí, me ha resultado algo molesta la incesante matraca. En otras ocasiones he participado de ella. Así que en cierto modo entiendo a los celebran la medida y a los que, indignados, ya anuncian manifestaciones contra la nueva política de Gallardón. Quizás lo más razonable sería establecer un horario para las batucadas. Pero me temo que las decisiones salomónicas o consensuadas no abundan en los consistorios de este país.