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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Música y política

Tras su reunión, Rage Against the Machine han decidido volver a la arena, no sólo en lo musical sino también en lo político. Coincidiendo con la convención del Partido Republicano en Minneapolis, la banda de Zach de la Rocha actuará el 3 de septiembre en la ciudad con la idea de servir de contrapunto y denunciar a la administración Bush, algo que ha venido siendo habitual en sus últimos conciertos.

La de RATM siempre fue una propuesta peleona. Enemigos declarados del capitalismo, militantes antiglobalización y cercanos a movimientos como el mexicano Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con el que el propio Zach colaboró en su día, los miembros del grupo vieron cómo sus canciones fueron censuradas de las radios estadounidenses en los días posteriores al 11-S, tras ser acusados de «antipatriotas». Su caso es además paradigmático, ya que es uno de los grupos que mayor audiencia ha congregado pregonando un mensaje de características tan incendiarias.

El binomio música-política siempre suscita un animado debate entre los melómanos de toda condición. Hay quien ve en la música una poderosa herramienta para transmitir ideas y provocar reacciones, y hay quien cree que los músicos harían mejor en dedicarse exclusivamente a lo suyo y dejar la política para los que de ella entienden. Recientemente, en una entrevista telefónica con el incansable Paul Anka, éste me aseguraba que muchos de los músicos que hablan de política lo hacen sin tener ni idea, repitiendo las proclamas que han oído decir a figuras de la sociedad norteamericana como George Clooney. Quizá no le falte algo de razón.

Lo que es innegable es que música y política han ido unidas en multitud de ocasiones a lo largo de la historia. Desde los juglares de la Edad Media, que criticaban en sus canciones multitud de aspectos de la sociedad de la época, hasta la corrección política de raíz caritativa de Bono, capaz de darse la mano con cualquier mandatario con tal de salir en la foto. Desde las ingenuas letras de Joe Strummer a las ansias de libertad de Bob Marley, pasando por los macroconciertos simultáneos organizados por Bob Geldof para luchar contra la pobreza: Live Aid en 1985 y su masiva réplica en 2005, Live 8. También por multitud de grupos que en nuestro país se han involucrado políticamente en cuestiones de diferente naturaleza.

¿Creéis que música y política deben mantenerse al margen? ¿Pueden los músicos cambiar el mundo a través de sus canciones?

Música para las masas

Hace algo más de un mes abría la tercera entrada de este blog para anunciar la reunión de Rage Against the Machine, y especular con la posibilidad de que incluyeran a nuestro país entre las fechas de una gira no muy lejana. Finalmente así será. La cita, el viernes 30 de mayo en el Auditorio John Lennon de Getafe, como plato fuerte del Electric Weekend.

El festival, organizado por los mismos responsables de eventos como Bilbao BBK Live, Santander Summer Festival o Azkena Rock contará en su segunda jornada con Metallica como principal reclamo. Seis o siete grupos más por día completarán el cartel. El precio, la módica cantidad de 110 euros por el bono de dos días, en una oferta especial que dura hasta el 15 de febrero.

Estos días también empiezan a confirmarse los primeros nombres del ambicioso Rock in Rio: The Police, Alejandro Sanz, Carl Cox y Dj Vibe son sólo una pequeña parte de los músicos que se darán cita en Arganda del Rey los días 27, 28 de junio y 4, 5 y 6 de julio. Probablemente habréis visto algo de lo que se prepara en la ciudad del extrarradio madrileño: una inversión millonaria financiará la construcción de la llamada Ciudad del Rock, de 200 mil metros cuadrados, cuyo resultado final será algo tan grandioso, magmánimo y colorido como esto.

Pese a que estaría encantado de ver a Metallica, RATM y The Police, hay algo en ciertas propuestas multitudinarias que no me convence, más allá de la salud de mi bolsillo. Quizá sea porque cada vez me crispa más ese complejo de borrego que uno siente a veces en eventos como estos. Quizá por las dimensiones que alcanza ese lucrativo negocio en que se han convertido los grandes festivales en nuestro país, gracias a que se paga bien a las bandas y a que los penitentes melómanos pasamos por caja religiosamente. Lo cierto es que para disfrutar de un grupo sigo prefiriendo una sala de pequeño o mediano aforo, aunque en ocasiones toque pasar por el aro para disfrutar de algo que compartes con miles de personas.