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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Lemmy, el personaje

Sonaba a buen plan de sábado noche: cena con los amigos y sesión doble de cine en una pantalla de muchas, muchas pulgadas. Porque hoy en día si no tienes un pantallón no eres los suficientemente hombre.

Por suerte para los allí presentes, ni el menú ni la selección de películas corrieron a cargo de un servidor. Con eso y con todo, dudo que lo hubiera hecho peor en cuanto a la primera cinta de la noche. Cazadores de trolls, un falso documental noruego al más puro estilo La Bruja de Blair es, de largo, una de las pelis más chungas que he visto en años. Un grupo de universitarios recorre los bosques del país de los fiordos en busca de unas criaturas mitológicas que, por culpa de David el Gnomo, dan más risa que miedo. Por si fuera poco, los subtítulos parecían haber sido elaborados con el traductor noruego-español de Google y todas las tildes estaban sustituídas por símbolos como arrobas y paréntesis. Un disparate y un auténtico mojón de película. Y eso que el trailer prometía.

Pero el meollo, por suerte, estaba en la segunda parte del programa. Y ahí sí que había consenso y buen tino. Lemmy, the movie es un documental codirigido por el periodista Wes Orshoski y el realizador Greg Olliver que trata de acercar al espectador la figura de una de las más grandes leyendas del rock and roll: Lemmy Kilmister, bajista, vocalista y líder de Motorhead.

A través del testimonio de músicos como James Hetfield, Alice Cooper, Slash o Dave Grohl se dibuja la rocosa personalidad de un tipo que ha follado, bebido y consumido más drogas que tú y todos tus amigos juntos en varias vidas. El autor de Ace of Spades, al que se le puede encontrar siempre en el mismo bar de Los Angeles bebiendo Jack Daniels con Coca Cola y jugando a la tragaperras, es probablemente una de las últimas estrellas del rock a la vieja usanza. Un mito viviente que destila autenticidad y carisma por los cuatro costados. Y sin embargo, uno se pregunta si el mito de Lemmy no se merendó a Ian Fraser Kilmister.

No debe ser fácil vivir con los pies en la tierra cuando todo el mundo a tu alrededor lame el suelo por donde pisas. Valga como ejemplo una frase de Dave Grohl extraída del propio documental: «Si hubiese una hecatombe nuclear los únicos supervivientes serían las cucarachas y Lemmy». Así, el grueso del documental consiste en una sucesión de halagos desmedidos hacia su persona y lo inabarcable de su legado. Todo el mundo quiere caerle bien a Lemmy. Todos quieren estar cerca de Lemmy. En el fondo, todos quieren ser como Lemmy. Él simplemente lo es. Y mientras todos se preguntan cómo lo hace, él pide otro Burbon Cola. No hay impostura. No hay trampa ni cartón. Sólo una persona convertida, desde hace ya mucho tiempo, en su propio personaje.

Más allá de la reflexión sobre el estrellato, Lemmy the movie es un documental altamente recomendable y entretenido a más no poder, a pesar de sus casi dos horas de metraje. Tiene momentos impagables, como las confesiones junto a su hijo o cuando abre las puertas de su colección de todo tipo de objetos -especialemente militares-, en una especie de obsesión por la acumulación cercana al síndrome de Diógenes que dejaría en ridículo a más de un museo. Sirve, además, para volver a reivindicar (si es que hiciera falta) a una banda fundamental en la historia del rock, el punk y el metal. Y cuando llegan los títulos de crédito, el espectador se queda con la sensación de que, a sus 65 castañas, el bueno de Lemmy ha logrado cimentar su leyenda a base de honestidad, amor por el rock and roll y toneladas de speed.

No te jubiles nunca, Lemmy.

La verruga y la virgen

Imaginen la escena: Lemmy Kilmister, cantante de Motorhead y uno de los personajes más rudos, salvajes y hedonistas del rock and roll (además de orgulloso portador de la verruga más emblemática del género), se cruza en el backstage con la dulce estrella de Disney, la virginal Miley Cyrus. ¿Surrealista? Sí, pero posible, gracias a los responsables del macrofestival Rock in Rio. Y es que, en un intento por preservar el espíritu original de la cita –aquel que contó en su día con Iron Maiden o ACDC–, los organizadores han apostado por fichar a Rage Against the Machine (otrora emblemas del anticapitalismo, hoy en plena crisis creativa y, por lo visto, también ideológica), Metallica o los propios Motorhead, y combinarlos sin prejuicios con Shakira, Rihanna o Cyrus. Claro está que no tocan el mismo día, pero no deja de ser raro. Quién sabe. Quizá Miley y Lemmy nos sorprendan cantando a dúo The Ace of Spades.