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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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De risas

Aquel humorista uruguayo estaba cayendo en la más sonrojante de las medianías. Sus chistes eran pobres, zafios, vacíos. Y sin embargo, el respetable se partía el pecho con cada chascarrillo, con cada silencio y cada mirada del cómico. Quizá era para sentir que amortizaban el precio de la entrada, pensé. En mi caso, como no había pagado un duro (alguna ventaja tiene este oficio: a veces te invitan) no sentí la necesidad de justificar mi presencia en aquel teatro con falsas risotadas. El monólogo, sencillamente, era una puta mierda.

Soy uno de esos tipos que se ríen poco. Al menos, con las cosas que se supone hacen gracia a todo el mundo. Pocas películas logran arrancarme una carcajada; las series actuales de humor me parecen pobres (exceptuando Me llamo Earl y, en menor medida, Big Bang Theory), y los graciosetes patrios, salvo Berto y algún sketch de Muchachada Nui, no consiguen arrancarme más que una leve sonrisa. Qué se le va a hacer si uno es un sieso.

La música no fue concebida para hacer reír. Es más, la gran mayoría de los que intentan hacerlo no pasan de divertimento efímero sin más pretensiones. Por eso, cuando hace años descubrí a Mamá Ladilla, me llevé una grata sorpresa. Lo que siempre pensé que era un grupo de rock calimochero de tres al cuarto resuló ser una banda con mayúsculas: insturmentalmente soberbios, alejados de cualquier encasillamiento estilístico, y líricamente más mordaces, implacables y ocurrentes que nada que yo hubiera escuchado antes en este país. Un grupo con el que te reías, pero que al mismo tiempo metía más dedos en el ojo en cada estrofa que la discografía completa de muchos supuestos punks antisistema. Aquella cinta, Requesound, dio innumerables vueltas en el coche de mi amigo el Very, con el que la escuchaba una y otra vez. Mi nave mix, Lo que necesitas es un buen bofetón, Mofándose están (quizá la crítica a nuestra monarquía más hilarante jamás escrita)… a cada cual más salvajemente divertida.

Siempre tuve la sensación de que Mamá Ladilla son un grupo injustamente infravalorado. Llevan años tocando sin parar, y aunque cuentan con una sólida base de fans, pocos son los que les reivindican como es debido. Los que van de enteradillos, porque no parecen ser lo suficientemente cool. Los grandes medios, porque son demasiado cafres. Y mientras tanto, ellos siguen a lo suyo. Así que hoy, y coincidiendo con la publicación de su nuevo y muy recomendable disco, Jamón Beibe, aprovecho para dedicarles un post y, al mismo tiempo, clamar a los cuatro vientos: ¡larga vida a Mamá Ladilla!