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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Hip hop en la escuela

La escuela de música y danza de los Ogíjares, en Granada, ha puesto en marcha una iniciativa pionera. Por primera vez en España, su curso 2008-2009 contará con una asignatura dedicada a la cultura del hip hop, y más concretamente, al rap. El objetivo, según ha declarado el director del centro al diario granadino Ideal, es que «los jóvenes tengan una oferta adaptada a los nuevos tiempos». El encargado de impartir las clases será Alejandro Cano, Asube (en la imagen), un joven de 25 años que hace sus pinitos en el mundillo con su grupo, Cientouno, y que tratará de formar a «futuros raperos y raperas» a través de su experiencia, enseñándoles a construir los dos pilares clave de todo tema de rap: base y rima.

Hoy en día el rap es uno de los géneros con más adeptos entre la juventud española, y los medios han respondido dejando de lado parte de ese veto que tradicionalmente sufría. Hace unos años, hubiera sido impensable ver a grupos como La Excepción ganar un premio MTV y pasearse por los platós de televisión, a Violadores del Verso en lo más alto de las listas de ventas junto a los grandes iconos del pop o a miles de chavales colapsando citas festivaleras dedicadas en exclusiva a lo que ahora llaman «cultura urbana». Sin llegar al grado de aceptación masiva que el género tiene en países como Francia, es evidente que el rap se ha hecho mayor en España, y en gran medida ha salido del underground.

Sea como sea, no cabe duda de que estamos ante una buena noticia. Darle la posibilidad a un chaval de que aprenda algo que le motiva es siempre una buena iniciativa. Carece de sentido que alguien pueda estudiar jazz o canto y no pueda, si lo desea, aprender a rimar más allá de la práctica autodidacta. El rap tiene además unas características muy concretas que lo diferencian de otros estilos, y cuya enseñanza no está exenta de mérito. Es bien cierto que no requiere del dominio de un instrumento (una tarea que puede llevar años, doy fe), pero quien lo denosta gratuitamente ignora la dificultad que entraña dominar la métrica, fonética y semántica que, bien empleadas, pueden hacer de un tema de rap una obra extremadamente compleja en cuanto a su dimensión compositiva. Eso por no hablar de las bases, entre las que -es cierto- hay gran cantidad de medianías, pero también un gran número de obras maestras en las que abunda la instrumentación y altas dosis de creatividad.

Es posible que haya quien vea en esta noticia un hecho contraproducente: el rap se aprende en la calle, no entre las paredes de una escuela de música, rodeado de aprendices de violinistas y pianistas gafudos. Pero puristas hay en todas partes, y conviene hacerles un caso relativo. Porque al final, todo lo que sea fomentar el amor a la música a cualquier edad merece un aplauso por parte de todos.