En este mismo momento están en la redacción del periódico dos miembros de D’Nash, esa boy band a la española (aquí siempre llegamos tarde a las modas) que representó a nuestro país en Eurovision el año pasado y no se comió un rosco.
Un par de horas antes de que llegaran, a las 10 de la mañana, bajé a fumarme un cigarro a la puerta del edificio de 20 Minutos. En la recepción había dos chicas sentadas. Una tendría unos treinta y pico, la otra no llegaría a los 20 años. ¿Adivináis qué hacían ahí? Eso mismo: esperar a los D’Nash. Habían venido nada menos que desde Murcia, y a las 8 de la mañana estaban como un clavo en la sede de 20 Minutos para ver en vivo y en directo a los musculados (pero sensibles) miembros de D’Nash. Eso es tenacidad y pasión, sin duda.
Un par de horas después, el número de grupis se había multiplicado. Decenas de ellas se amontonaban en la puerta, con fotos del grupo y bolígrafos, esperando la salida de sus ídolos para cazar un autógrafo o foto, o ambas cosas.
El fenómeno de los clubs de fans es algo extremadamente extraño, aunque tan viejo como las propias bandas de pop. Pero intentando dejar de lado toda crítica o burla facilona a una actitud de estas características, hago un esfuerzo y procuro comprender las razones que pueden llevar a alguien a venerar así a un grupo. O a un político, futbolista o torero, lo mismo me da. Tiendo a pensar que alguien que forma parte de un club de fans hace cosas como ésta para sentirse parte de algo, o simplemente para dar sentido a su existencia a base de idolatrar a los supuestos triunfadores. Y digo supuestos porque hay pocos casos tan clamorosamente casposos como el de D’Nash, una banda creada a raíz de un casting y concebida, a todas luces, como una estrategia de marketing pura y dura.
Si eso puede llegar a hacer feliz a alguien, adelante. Al fin y al cabo todos buscamos llenar nuestra vida con algo. Pero yo sigo sin entenderlo. Nunca sentí nada parecido por nada ni por nadie. Y en el fondo me pregunto si la existencia de fenómenos como este hacen más daño a la música que otra cosa. Quizás el problema sea partir del supuesto de que estamos hablando de música.