Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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En la ruta hacia Afganistán

En unas horas parto hacia Dubai. Desde allí, en la madrugada del martes, el único avión con el que cuenta la fabulosa Pamir Aiways, línea área de bandera tayika o kirguiza, me llevará a Kabul, si hay viento a favor. Dicen que las vistas del Hindu Kush durante el vuelo resultan sobrecogedoras.

Preparo las maletas mientras reverberan en mí las imágenes de un Afganistán soñado tras la lectura de las obras de Wojciech Jagielski, Ahmed Rashid, Gino Strada, David Loyn y John Simpson. Y una primera pregunta: ¿cuánto habrá cambiado la fisonomía del país desde los tiempos desde la invasión soviética, desde la guerra civil de los muyahidines, desde el gobierno de los talibán?

¿Cómo será la mítica Chicken Street? ¿Qué aspecto tendrá la pensión del extraordinario reportero Peter Jouvenal, que tras cubrir la guerra junto a otros maestros de la profesión como Vaughan Smith, Rory Peck y Peter Arnett, se casó con una mujer afgana y sentó residencia en Kabul?

Hay lugares a los que uno viaja con la certeza de que se trata de apenas un primer encuentro, de que tarde o temprano volverá a ellos, y esto me sucede con Afganistán, por lo que encaro el desembarco en Kabul no con la premura de otras ocasiones, sino más bien movido por el deseo de estar, de compartir, de ir desgranando lentamente los matices de la realidad que me aguarda.

¿Qué ha salido mal?

Llevo una segunda pregunta bajo el brazo, subrayada y resaltada en infinidad de recortes de artículos de prensa e informes de seguridad, y que será la guía del trabajo que espero realizar a lo largo de las próximas semanas: ¿qué ha salido mal? ¿Por qué la situación no ha hecho más que empeorar desde la invasión de EEUU en 2001?

Los niveles de malnutrición y mortalidad infantil siguen entre los más altos del mundo. La expectativa de vida es de 44 años. El poder de los talibán continúa en aumento en las regiones pastunes, así como los atentados suicidas, que se multiplicaron en un 600% en los últimos años. La producción de opio creció en un 17% en 2007.

Al mismo tiempo, el presidente Karzai, al que socarronamente llaman “el alcalde de Kabul”, parece incapaz de ejercer influencia alguna fuera de la capital. Y los señores de la guerra, principales interlocutores de las fuerzas occidentales, siguen tan fuerte como siempre, haciendo y deshaciendo sobre los destinos ajenos, y anulando así la posibilidad de la existencia de una verdadera democracia.

Mujeres quemadas

Hay una cuestión que me preocupa especialmente: la vulneración sistemática de los derechos de las mujeres. Algunos especialistas que concluyen que están peor ahora que con los talibán. Violaciones, matrimonios forzados, falta de acceso a la educación, a la salud.

Pablo Yuste, coordinador general de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) en Afganistán, me comenta que no son pocas las jóvenes que se queman para huir del horror que sufren. Me pasa una lista de organizaciones que trabajan para ayudar a estas mujeres y a las que espero acercarme en poco tiempo más.