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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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¡Nuevo libro del periodista Robert Fisk!

Robert Fisk tiene apasionados seguidores, entre los que me cuento, y también algunos detractores, especialmente dentro de la profesión.

Más allá de las filias y fobias que pueda generar, nadie puede negar que ha sido un testigo privilegiado la historia de los últimos treinta años en Oriente Próximo.

Basta mencionar sus tres encuentros con Bin Laden, sobre el que otros tanto escribieron sin haber tenido esa posibilidad, o sus presencia en la mayoría de los conflictos armados desde Afganistán, pasando por Irak, Irán, Líbano, Palestina, Israel…

En primera persona

Hace poco leía en la prensa la noticia del asesinato de Imad Mughniyah, antiguo líder de Hezbolá, como consecuencia de un coche bomba en Siria (acción que llevó a Hasán Nasralá a asegurar que tomaría represalias contra Israel).

Los artículos de opinión y las especulaciones no tardaron en llegar en medios de todo el planeta. Algunos de ellos, sosteniendo tesis, como mínimo, históricamente cuestionables.

La crónica que Fisk escribió en The Independent opacó a todas las demás. ¿Por qué? Porque mientras que la gran mayoría escribía y especulaba a través de terceras fuentes, Fisk conocía bien a Imad Mughniyah. Se había entrevistado con él en varias ocasiones.

Lejos de caer en lugares comunes, Fisk trazó un esbozo del personaje cargado de contradicciones, de matices. Ya no era sólo hablaba de estereotipo, del “feroz asesino”, sino también de una persona, con sus motivaciones, contextos y miserias (estas últimas, no se pueden calificar más que de atroces).

Y eso es lo que, al menos yo, valoro en el periodismo. Desde «A sangre fría» de Truman Capote hasta Amy Goodman, Amira Hass, Gideon Levy, John Pilger y tantos otros. Una vuelta más de tuerca, que no represente al mundo en blanco y negro, en el eterno maniqueísmo de buenos y malos, porque que la textura de nuestro devenir, tanto individual como colectivo, entraña siempre una trama mucho más fina y compleja.

Contra viento y marea

En sentido, pocos le ganan a Fisk cuando hablamos de Oriente Próximo. Y su voz suele sacar del pensamiento único, de los esquemas arbitrarios y las manipulaciones propagandísticas. Lo que no implica hacer apología ni nada, sino hacer bien el trabajo.

Una opción incómoda, para la que se necesita valentía, lucidez y decisión de jugársela. Estar allí, pase lo pase, en primera línea. Defender las propias ideas contra viento y marea.

Una opción que calificaría de “intransigencia ética con la verdad”, y que le ha traído no pocos sinsabores, como las manifestaciones que se organizaron en Londres frente a su periódico por las brillantes crónicas que hizo de cómo vivían, sentían y pensaban los israelíes que residían en las casas de los palestinos expulsados durante la nakba, como cuenta en su libro Pity the Nation: Lebanon at War.

No todo el mundo está preparado, moral e intelectualmente para aceptar la realidad con todos sus claroscuros. Es algo que hace sentir amenazado al poder y a sus acólitos, tan malcriados por la mayor parte de la prensa que se dedica a tocar de oído, que no incomoda ni toma partido al transitar siempre por la misma vía, porque tiene como valor fundamental preservar el propio negocio.

Del compromiso de Fisk, habla a las claras este fragmento de su obra, que empleé como arranque de mi libro Llueve sobre Gaza:

Debatí esta cuestión hace más de dos años con Amira Hass, la brillante periodista israelí del periódico Haaretz, cuyos artículos sobre los territorios palestinos ocupados han eclipsado todo lo escrito por reporteros no israelíes. Yo insistía que nuestra vocación era escribir las primeras páginas de la historia, pero ella me interrumpió: “No, Robert, te equivocas. Nuestro trabajo es controlar los centros de pode”. Y creo que, en realidad, ésa es la mejor definición que he oído del periodismo; desafiar la autoridad – toda autoridad -, sobre todo cuando los gobiernos nos llevan a la guerra, cuando han decidido que ellos matarán y otros morirán.

Un extracto de La gran guerra por la civilización, obra de cabecera y consultas para tantos. Un trabajo que presenta los tres ejes narrativos en los que se articula la labor de Fisk:

1. La constante lectura que hace de la realidad, con el telón de fondo de la historia siempre presente (una historia, la de Oriente Próximo, sobre la que tiene un conocimiento enciclopédico. Cualidad que lo lleva a descubrir sus ciclos y reiteraciones).

2. La descripción de las personas, tanto anónimas como poderosas, que encuentra en el camino y que dan la dimensión humana a la crónicas.

3. Y la narración de su vida cotidiana, nunca arbitraria ni gratuita, que aporta interesantísimos elementos para la comprensión del contexto en el que se mueve.

Un nuevo libro

Hace apenas unos minutos, el mensajero tocó el timbre. Traía el nuevo libro de Robert Fisk, The Age of the Warriors, que acaba de ser publicado y que compré, en lista de espera, hace semanas en Amazon.

Una selección de ensayos que promete más lecturas estimulantes, reveladoras, que, a favor o en contra, siempre mueven a la reflexión sobre las propias concepciones y paradigmas.

Otra de las virtudes que en mi humilde opinión debe tener el periodismo, y más aún cuando se trata de una voz tan autorizada en todos los sentidos como la de Fisk: sacudir nuestras creencias, paradigmas y obligarnos a repensar el mundo para comprenderlo al menos un poco mejor.

En el primer capítulo de la obra se leen las siguientes frases:

Nuestros líderes occidentales – ninguno de los cuales ha sido testigo o ha participado en un conflicto real, y cuya única experiencia de la guerra viene de las películas o la televisión – se inspiran en la guerra y a menudo invocan la religión, o los “buenos y malos”, para justificar su brutalidad.

La gente de Oriente Próximo – aunque no sus líderes – a menudo parece tener un entendimiento mayor de la realidad que aquellos que hacen la historia, una gran ironía ya que “nosotros” habitualmente los culpamos a “ellos” de la violencia con la que ahora supuestamente nos amenazan.

Con sólo leer estas líneas, y sin miedo a equivocarme, vislumbro que se trata de Fisk en esta puro.