Las estadísticas disponibles parecen respaldar como ciertos los episodios de violencia cotidiana que nos narraba Carlitos: las luchas con facas y arpones, los robos, el acoso a los recién llegado, las violaciones. Según un informe de 2008 elaborado por el Comité de la Tortura de la Comisión de la Memoria de la provincia de Buenos Aires: un preso murió cada tres días en cárceles bonaerenses.
De los 112 presos fallecidos, el 41% resultó ser muertes traumáticas como consecuencia de peleas o heridas de arma blanca, suicidios por ahorcamiento, electrocución, asesinatos y otros. El 57% fueron casos no traumáticos, evitables y que tuvieron origen en enfermedades que podrían haberse curado.
Los hechos violentos, sólo en las cárceles de esta provincia – que a día de hoy cuenta con 24 mil internos -, sumaron 585 al mes. Los más comunes fueron las riñas entre internos, autolesión, agresión al personal e intento de suicidio.
“Si hay violencia en la sociedad, estando en la cárcel los presos se vuelven más violentos y duros”, me explica Eduardo García, Prefecto de la Unidad Penal número 24 de Florencio Varela, que aclara que en otras secciones de menor seguridad de la prisión los internos llevan una vida más tranquila (algo que también pude ver durante la estadía en el penal).
Una investigación de la Procuración General de la Nación publicada por la Agencia de Noticias de la CTA, reveló que en 2007 el 37 % de los varones detenidos habían sido agredidos físicamente. Un 58 por ciento sufrió golpes con palos, puños, patadas, empujones. El sistema penitenciario argentino tiene 63 mil internos.
Fotos: HZ
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