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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Los muros que nos dividen (1)

El año pasado tuve la posibilidad de asistir en los campamentos de refugiados saharuis a una conferencia del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Un mes antes habíamos coincidido en el acto de investidura de Evo Morales, en La Paz, donde también se dirigió a los periodistas en varias ocasiones. Dos escenarios distintos para escuchar a un hombre siempre lúcido y comprometido.

La parte de su exposición que dedicó a los muros que nos dividen en el mundo – y que semanas más tarde apareció en un artículo titulado justamente «Muros» – me pareció reveladora, intelectual y emocionalmente estimulante, como Las venas abiertas de América Latina, ese libro que para millones de jóvenes del continente ha significado un punto de inflexión en la forma en que comprenden su propia historia.

El muro de Berlín como referencia

Galeano comenzó su exposición comparando la extensión del muro de Berlín con la de los otros muros que han ido surgiendo en el tiempo. El que condena a los palestinos en Cisjordania a permanecer atrapados en esa suerte de guetos o bantustanes en los que se han convertido sus pueblos y ciudades, mientras que los colonos judíos pueden moverse a su antojo, es 15 veces más largo.

Ese muro declarado ilegal por el Tribunal Internacional de la Haya en el año 2004, y que ha sido bautizado de tantas maneras: el muro de la infamia, de la vergüenza, del apartheid. Y al que, como algunos recordareis, cuando hace un año lo fui a ver para escribir este blog, no pude más que decir que es un muro de mierda.

Un muro que las Naciones Unidas también han condenado, afirmando que es la base de un sistema de segregación racial muy parecido al que imperó en Sudáfrica hasta 1994. Algo similar sostiene Jimmy Carter en su libro Palestine, Peace, Not Apartheid, que os recomiendo encarecidamente. Una obra que, a pesar de las rastreras críticas que recibió en el New York Times de Abe Foxman, de la Liga Antidifamación, se colocó entre la lista de los más vendidos de este país.

El muro de los gringos y de los no tan gringos

En su artículo Galeano habla asimismo del muro de Marruecos. Otra obra infame que se comenzó a erigir en 1975 para separar irremediablemente a los saharauis de los recursos naturales de la tierra sobre la que tienen derecho a decidir según la legalidad internacional. Una construcción que es 60 veces más larga que el muro de Berlín.

También menciona al muro que la administración Bush está erigiendo en la frontera con México para impedir el arribo de esos latinoamericanos que, empujados por la miseria, escalan el continente en busca de una vida mejor.

Desagradable la campaña emprendida por la cadena Fox News tanto para perseguir a los empresarios que contratan a alguno de los 11 millones de inmigrantes sin papeles que hay en EEUU, como para alentar a las patrullas ciudadanas, los recalcitrantes minuteman, que recorren las fronteras a la caza de los espaldas mojadas.

Curioso descubrir que algunos de quienes presentan las noticias en la cadena de Rupert Murdoch tienen tez morena, ojos rasgados, y se llaman Peggy Kuo, Rebecca Gómez, Geraldo Rivera, Kris Gutierrez, Julie Banderas o Andrew Napolitano. No es que sus padres hayan llegado también huyendo del hambre sin un centavo en el bolsillo y sin saber una palabra de inglés. No, sin duda se trata de estadounidenses de la primera hora, cuyas raíces se pierden en los peregrinos puritanos del Mayflower y, si me apuran, en los mismísimos pieles rojas.

Los muros del silencio

En la misma línea del muro que separa a EEUU de México se podría colocar a la verja de Melilla, por más culpables que esto nos haga sentir. Después de todo, se trata de otra barrera de contención para negar la realidad de nuestro planeta, para evitar que la indigencia se nos cuele por alguna parte.

Sería mejor, sin dudas, terminar con los subsidios a la agricultura en Europa y negociar reglas comerciales justas en la OMC como primer paso para frenar la pobreza en ese continente a la deriva que es África. Pero no, más fácil y barato es levantar un muro de contención de los miserables. Promover el liberalismo de los demás y fomentar el propio proteccionismo. Además, ya nos hemos acostumbrado a los muertos en los cayucos como lo hemos hecho a los que cada día perecen en Irak y que alcanzan los 665.000.

Tras comparar a la extensión de estas barreras que separan a nuestro mundo, Galeano se pregunta por qué el muro de Berlín recibía tanta atención y por qué el resto pasa ahora tan desapercibido. «¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?»

Recuerdo las fantasías que tenía de niño con respecto al tan publicitado muro de Berlín. Imaginaba de qué forma podría burlarlo de encontrarme del otro lado. Me subiría a un globo, excavaría túneles, como hicieron tantos alemanes del Este para escapar.

Durante la guerra fría el llamado Telón de Acero fue un símbolo omnipresente, citado y retratado hasta el paroxismo. Detrás de sus paredes de hormigón estaba aquel imperio opresor que había que combatir. Y claro que el comunismo provocó algunas de las injusticias más terribles del siglo XX. Pero tampoco hay que olvidar que en nombre de la lucha contra lo que representaba aquel muro, las fuerzas de la libertad y la democracia promovieron la guerra de Vietnam, con tres millones de civiles muertos; arrojaron sobre Camboya, sin haberle declarado siquiera la guerra, más bombas que durante toda la segunda guerra mundial; respaldaron a regímenes tan respetuosos con los derechos humanos como el de Rafael Videla, Augusto Pinochet y Mobutu Sese Seko…

Y eso nos lleva a encontrar la respuesta a la pregunta de Galeano: ¿por qué no se habla de los muros que hoy nos dividen? Porque su difusión no contribuye de forma alguna a los objetivos del poder. Después de todo, del otro lado no están más que los palestinos, los saharauis, los habitantes del África subsahariana, los latinoamericanos… Aquellos que se han quedado al margen de esta globalización que garantiza el movimiento de los capitales financieros, de las empresas que buscan nuevos mercados y mano de obra barata, pero no de las personas, ni de la libertad, el respeto por los derechos humanos y el bienestar material.

Continúa…