Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Diccionario tumbero-argentino

En estos dos meses de inmersión en el mundo de la violencia en Argentina me ha sorprendido enormemente descubrir la jerga que usan algunos jóvenes en las zonas marginales del conurbano bonaerense.

Al entrevistar a los llamados “pibes chorros” en la Isla Maciel y Fuerte Apache me vi obligado varias veces a interrumpirlos para pedirles que me aclararan qué quieren decir expresiones como “cobani”, “gato” o “rescatate”. Algo similar me sucedió en los distintos penales que visité en la provincia de Buenos Aires. Las notas se fueron sumando, ocupando página tras página del cuaderno que siempre llevo conmigo, hasta comenzar a parecerse a una suerte de diccionario.

En la Argentina abundan las jergas, el “lunfardo» como se lo llama habitualmente, que en ciertos vocablos como «laburar» hablan del origen mestizo, inmigrante, de este país en el que los italianos tuvieron tanta preponderancia. El uso extendido de estas jergas, y su constante evolución, quizás tengan algo que ver con la pasión que hay por la palabra, por el juego verbal, por el llamado «doble sentido», en esta parte del mundo.

Tal vez la evolución del lunfardo de las villas miseria y de las barriadas de periféricas, así como expresiones musicales como la «cumbia villera», sean también un reflejo de la fractura social que se ha sufrido en este país desde que en los años noventa el gobierno de Carlos Menem pusiera en marcha un brutal plan de ajuste estructural. Programa que devastó el Estado de bienestar a través de las privatizaciones, y la industria local gracias a la baja de los aranceles para la importación y la paridad entre el peso y el dólar. Proceso que alcanzó su punto culminante en el año 2001 con el «corralito financiero».

Quizás este dialecto sea un reflejo de la realidad de esos 500 mil jóvenes que sólo en la provincia de Buenos Aires no estudian ni trabajan. Enfatizo el «quizás» porque no soy un experto en la materia ni carezco de los elementos suficientes para comprender en profundidad este fenómeno.

Del gato al bondi y al rescate

Me sorprendió «tumbero», que proviene de llamar «tumba» a la cárcel. En algunos barrios marginales me han mostrado «armas tumberas», no menos precarias de las que el año pasado vimos que los jóvenes se fabricaban en Sudán. También la constante referencia a la existencia de una jerga «tumbera», aunque parte de ella se emplee en las calles.

Para referirse a la policía no faltan neologismos como «bigote», «cobani», «rati», «vigilante», «gorra» o «botón». Expresiones como «transa», que quiere decir camello, están vinculadas al desembarco de la pasta base de coca, conocida como «paco», en los barrios marginales.

En los años noventa la Argentina dejó de ser un país de paso de la droga para convertirse en un importante polo de consumo. En especial, de esta subespecie tan barata como adictiva. En este línea, «guacho» es un joven, y «mataguachos» hace referencia a los grupos que venden la droga.

Las armas de fuego son conocidas como «fierros» o «caños». El verbo apretar es sinónimo de «robar», así como «quemar» lo es de matar. «Pintaron los ratis y sacamos los fierros» o «el tipo se hizo el gato y lo tuvimos que quemar».

Como vimos anteriormente, los cuclillos en la cárcel se llaman «facas» y, cuando son más grandes «arpones» o «Highlander» (en relación a la espada de la película de Russell Mulcahy). En prisión a los violadores se los llama «violines» y a los jefes se los denomina «porongas». El «bondi» es un plan, algo que acerca al objetivo deseado. «Salir de bondi» implica partir a robar.

Aquí os dejo una lista de expresiones mucho mejor documentada y extensa que estos imprecisos y arbitrarios apuntes. Y, como estamos en las puertas del fin de semana, también el vídeo de un brillante cómico argentino llamado Peter Capussoto, que da unas gentiles lecciones sobre cómo hablar con corrección a todo nivel social. Deja más que claro el sentido de las palabras que nos quedaban pendientes: «gato» y «rescatate».

Foto: HZ