Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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¿Una esperanza para el conflicto de la República Democrática del Congo?

Estamos viviendo un comienzo de año con movimientos que parecen bastante decisivos en algunos conflictos como Sri Lanka, donde las tropas gubernamentales tienen acorralados a los Tigres Tamiles, o Somalia, tras la toma de la ciudad de Baidoa (sede del parlamento) por parte de las fuerzas islamistas de Al Shabab y la supuesta salida de los efectivos etíopes.

Pero las noticias más sorprendentes son las que llegan desde la República Democrática del Congo. En un primer momento, la entrada de tropas ruandesas a territorio congoleño el pasado 20 de enero hizo pensar en el peor escenario posible: las invasiones de 1996 y 1998 que, además de la caída de Mobutu Sese Seko, provocaron la que fuera bautizada como la Gran Guerra Africana, que dejó casi cinco millones de muertos.

Sin embargo, la primera sorpresa llegó con el arresto por parte de las fuerzas ruandesas el día 23 de enero de Laurent Nkunda, líder de la milicia tutsis banyamulengue conocida como Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), cuando intentaba huir hacia Uganda.

¿Por qué tomó la decisión el presidente ruandés Paul Kagame de detener a su antiguo aliado? Son muchas las especulaciones: en primer lugar, por la presión internacional que ha sufrido Ruanda después de la ofensiva lanzada en agosto por Nkunda que volvió a poner en jaque a la región de los Kivus.

El conflicto causó el desplazamiento de más 250.000 personas y gravísimas violaciones de Derechos Humanos, como el homicidio de alrededor de 200 civiles en la localidad de Kiwanja a manos de las propias milicias de Nkunda.

Recientemente la ONU publicó un informe que vincula directamente a Nkunda con Kagame, lo que hizo quedar a este último en muy mal sitio frente a las potencias occidentales, cuyas donaciones resultan vitales para el progreso de Ruanda.

En segundo lugar, se dice que Kagame se sintió amenazado cuando Nkunda manifestó públicamente en noviembre que su deseo iba más allá de proteger a los tutsis que viven en territorio congoleño, y que ansiaba tomar el control de todo el Congo, al tiempo en que participaba en las negociaciones de paz en las que mediaba el ex presidente nigeriano Olusegun Obasanjo.

Acuerdo entre Kinshasa y Kigale

La segunda gran sorpresa llegó cuando se supo que Kagame había llegado a un acuerdo durante el mes de diciembre con Joseph Kabila, el presidente congoleño. Hasta el momento ambos habían sido enemigos acérrimos: mientras que Kagame había apoyado a las milicias tutsis de Nkunda, Kabila había hecho lo mismo con las fuerzas hutus del FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda) que huyeron de Ruanda tras perpetrar el genocidio de 1994 y que se esconden en el este del Congo, donde vejan y aterrorizan a la población local.

Este acuerdo, del que no se conocen detalles, podría significar un punto de inflexión en la historia de los Kivus. Según informa Al Jazeera, las fuerzas de Nkunda, que cuentan con seis mil hombres, habrían comenzado a retornar a las filas del Ejército regular del Congo el pasado jueves.

En 2003, Nkunda se incorporó al Ejército tras la constitución del Gobierno de Transición, y en 2004 alcanzó el rango de general. No obstante, poco después mostró su rechazo al Gobierno de Kinshasa y se sublevó en 2006 para defender los derechos de los tutsis, que según decía estaban siendo atacados por los hutus.

En agosto de 2007, Nkunda constituyó su propio gobierno de facto en la zona, con sus instituciones policiales, su propia cadena de radio, su sistema de impuestos, su propia bandera, su propio «país» (la «Tierra de los volcanes») y su propio partido único: el CNDP.

Desde entonces, las fuerzas de Nkunda han sido acusadas de repetidas violaciones de Derechos Humanos, como asesinatos, abusos sexuales, saqueos y reclutamiento de niños soldados. El 23 de enero de 2008 se firmó un acuerdo de paz en Goma que Nkunda ignoró sistemáticamente.

A la caza de los hutus

La otra parte del acuerdo entre Kabila y Kagame podría pasar, en retribución a Ruanda, porque se le permita perseguir a los rebeldes hutus, como ya lo está haciendo en colaboración con el Ejército congoleño. Una labor que no será tan sencilla como acabar con Laurent Nkunda, porque los hutus del FDLR tienen 15 mil efectivos y se encuentran atrincherados en las zonas más profundas del este del Congo.

Para hacer las cosas aún más difíciles, el gobierno de Kinshasa anunció ayer que sólo da de plazo hasta fin de mes a las tropas ruandesas, que cuentan con unos cuatro mil efectivos, para llevar a cabo su misión.

El pasado julio y agosto estuvimos en este blog en Bukavu, una y otra vez recogimos los testimonios de las víctimas de violaciones, asesinatos y pillajes cometidos por el FDRL, así como el pedido por parte de los habitantes de la zona de que se terminase con la impunidad de las milicias hutus.

Este abrupto cambio de escenario deja otra vez más como espectador inútil a la MONUC, la fuerza de paz de la ONU que cuenta con 17 mil soldados y un presupuesto anual de mil millones de dólares, que no estaba al tanto de lo que iba a suceder. Por otra parte, la caída mundial de los precios de minerales, que están íntimamente ligados a la raíz del conflicto, es otro factor a tener en cuenta en este nuevo estado de cosas.

Nuevo escenario

Resulta difícil saber hacia dónde conducirá esta inesperada alianza entre Kagame y Kabila. Ojalá pudiese terminar de una vez por todas con la multitud de grupos armados – tutsis, hutus y mai mai – que asolan la región y que tienen como campo de guerra a los civiles, especialmente a las mujeres y a los niños. Aunque acabar con una cultura de la violencia tan enquistada en los Kivus, no parece sencillo.

Lo que sí resulta evidente es que se está viviendo una colaboración entre líderes políticos de la zona sin precedentes, como señala también la acción conjunta que pusieron en marcha Uganda, el Congo y el gobierno del Sur de Sudán el pasado 14 de diciembre para cazar de una vez por todas a Joseph Kony y a los miembros del LRA.

Una operación que poco éxito ha tenido, pero que demuestra que la situación general de lealtades y apoyos políticos hacia grupos rebeldes en territorios extranjeros, ya sea como herencia de la Guerra Fría o por intereses minerales y geoestratégicos, podría estar llegando a su fin en el corazón de África.