Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Entradas etiquetadas como ‘la chureca’

Los que viven de la basura: niños, niños y más niños en La Chureca (1)

Al avanzar entre las montañas de desperdicios que dan vida al vertedero de La Chureca, no sólo percibo el lacerante olor de la basura en descomposición, también siento cómo la tierra se hunde bajo mis pies desprendiendo una sustancia hedionda, viscosa, consecuencia de la acumulación progresiva a lo largo de las décadas de las más de mil toneladas de residuos urbanos que son depositados cada día en este lugar.

Eddie me guía a través de este universo poblado de montañas de basura, camiones, buitres. Tenía razón: el número de niños resulta sobrecogedor. En cada sector encontramos al menos una docena. Inclinados sobre los desperdicios, con sus bolsas de arpillera en las espaldas y sus palos en las manos, hurgando en busca de algo de valor.

Infancia y cambio climático

El cambio climático ha hecho que finalmente nos fijemos en nuestro entorno. Es un avance, aunque aún no hayamos reaccionado al desafío que nos espera, aunque sigamos en una suerte de negación colectiva de la realidad y nuestra reacción sólo haya sido superficial, cosmética.

Y si considero una suerte que ahora estemos más pendiente de la relación que mantenemos con la naturaleza, es porque la devastación sistemática del medioambiente tiene desde hace décadas un impacto terriblemente nocivo sobre la vida de los niños de los países pobres. Lugares como Kibera o como La Chureca, que visitamos en este blog, son un ejemplo paradigmático.

Según UNICEF, la mortalidad infantil en el mundo se ha reducido. En 1990, la cifra de niños que fallecían cada año alcanzaba los 13 millones. Hoy, este número ha bajado a 9,7 millones. Sin embargo, la mitad de estos fallecimientos se produce por causas evitables como la malnutrición, la falta de acceso a agua potable y saneamientos, íntimamente relacionadas con la degradación de nuestro planeta.

En América Latina, el 86% de las aguas residuales urbanas se vierten sin tratar en ríos, lagos y mares. En la India, el río Ganges recibe cada minuto 1,1 millones de litros de aguas residuales que en apenas un gramo de heces pueden contener hasta diez millones de virus y un millón de bacterias causantes de enfermedades como cólera, diarrea, fiebre tifoidea, disentería y tracoma.

Catástrofes naturales, explotación, malaria

Si hablamos de catástrofes naturales, potenciadas en la última década por el efecto invernadero, la Cruz Roja estima que afectarán a 175 millones de niños en los próximos diez años. Save the Children, en su informe “El impacto del cambio climático en la infancia”, señala que los menores constituyen hoy el 50% de las víctimas de estos fenómenos. De los 260 mil muertos del tsunami, dos terceras partes eran niños.

En África, al tratarse un continente en el que el 70% de la población depende de la producción agrícola para subsistir, la variación de temperatura, que amenaza las cosechas en las latitudes bajas y en las zonas tropicales, podría empujar al hambre a unos 200 millones de personas para el año 2080.

Al poner en juego el sustento económico y la salud de millones de familias, el cambio climático potencia la vulnerabilidad de sus hijos a sufrir abusos, explotación o desplazamientos forzosos. También los expone a conflictos armados. Un informe de Naciones Unidas del 22 de julio de 2007, señala que la región de Darfur, en Sudán, difícilmente alcanzará la paz si no se buscan soluciones a los problemas medioambientales que subyacen en la base del conflicto.

El cambio de temperatura hará que la población mundial potencialmente afectada por la malaria pase de un 40% a un 65%. Esta enfermedad, considera una de las principales causas de muerte en pequeños menores de cinco años, llegará a zonas de países en la que era desconocida como Zimbabue, Etiopía, Kenia, Ruanda y Burundi.

La lista sigue… Y esa foto que hice a Melanie mientras avanzaba por el lodo que se acumula en las arterias que recorren La Chureca, me parece todo un símbolo de las condiciones de degradación extrema a las que hemos empujado a nuestro planeta, y a través de las cuales los niños más postergados luchan con ahínco por abrirse paso cada día.

Continúa…

Los que viven de la basura: ¡Bienvenidos al infierno de La Chureca!

Como he narrado en las últimas entradas del blog, a lo largo de mis viajes conocí a gente que vive de la basura en India, en Bangladesh, en Argentina, en Brasil, pero nada me había preparado para las dimensiones y el drama humano que se descubren en entrar a La Chureca, el vertedero que se encuentra en Managua, la capital de Nicaragua.

Mi guía en la inmersión a esta basurero que, en un contraste que acentúa aún más su sordidez, se encuentra junto al prístino lago Managua, y rodeado cerros, es Eddie Ramírez Pérez, trabajador social que desde 1992 lleva un programa en la ONG Dos Generaciones para ayudar a los recolectores de basura. Un proyecto educativo, sanitario, de movilización social que, según me confiesa, no ha podido disminuir el número de personas que se acercan a La Chureca, ya que el problema de fondo no es fácil de erradicar: la pobreza.

Eddie, que desde el primer momento me sorprende por su buen humor, por su honestidad y por el profundo conocimiento que tiene de La Chureca, me explica que el basurero fue creado el 16 de junio de 1943 por el gobierno del dictador Somoza. «Desde el comienzo hubo gente que se acercó aquí para tratar de ganarse la vida, pero el número empezó a subir dramáticamente en los años ochenta, cuando miles de personas llegaban a la capital huyendo de la guerra», afirma.

Eddie se muestra crítico con la labor que ha realizado en estos quince años porque del centenar de cartoneros que en los noventa venían a trabajar aquí se ha multiplicado exponencialmente. Hoy son más de 1.300 las personas que viven de La Chureca. Y 170 familias han construido sus chabolas en medio del basurero, para ser así las primeras que se acercan a los camiones que cada día llegan con el 67% de los desperdicios que produce la parte próspera de la capital nica, con sus centros comerciales, sus restaurantes de lujo y sus clubes privados.

Pero hay un aspecto en concreto que aflige especialmente a Eddie. Se trata de elevado número de niños que pasan los días entre los desperdicios. Algo que me comenta apenas entramos al vertedero y que puedo comprobar a los pocos metros, cuando vislumbro a dos niños de cuclillas, en medio de la basura.

Al acercarme descubro que, de una bolsa de residuos de la popular cadena de pollo frito Tip Top, extraen los huesos. A pesar de las moscas, del olor fétido de la basura, estos dos jóvenes no dudan en comer la poca carne que encuentran entre los desperdicios.

Continúa…

Basura, basura y más basura…

Estos días, con el regreso a Madrid y la presentación de Un día más con vida, han sido como una suerte de salto al vacío. Recién el domingo he podido apagar el móvil, dormir a piacere y mirar hacia atrás con cierto sosiego.

Muchas imágenes y sensaciones han salido a la superficie. Muchos recuerdos que he ido compartiendo con vosotros a lo largo de los días. Pero hay una parte del viaje, que por las prisas del regreso no narré y que aún hoy me sigue impresionando, conmoviendo: el día que pasé en La Chureca, uno de los basureros más grandes del mundo, en el que cientos de niños y adultos se sumergen entre los desperdicios en busca de algo de valor.

Unos recuerdos que se obstinan en volver también por un componente físico: aún tengo las piernas cubiertas por un sarpullido que no deja de picarme, que me escuece especialmente por la noche (seguramente derivado del hecho de que a cada paso mis pies se hundían en la primera capa de desperdicios, de la que emanaba no sólo un olor hediondo sino un líquido lóbrego, viscoso).

Y una pregunta que no dejo de hacerme: si en apenas unas horas la basura ha tenido semejante efecto en mi cuerpo, ¿cómo afectará a esa gente que nace, vive y muere en medio de los desperdicios, que ha construido sus chabolas en aquel paisaje desolador, dantesco, de niños harapientos que escarban en la mierda bajo nubes de buitres?

Una experiencia que también me ha hecho reflexionar sobre la basura como símbolo de las diferencias de nuestro mundo. Mientras que cada ciudadano español genera un kilo y medio de residuos domésticos al día – unos 550 kilos al año -, con el consecuente gasto de materias primas y energía, el habitante medio del África subsahariana casi no produce desperdicios.

Sólo algunos trasnochados, movidos por intereses políticos, reniegan de la existencia del cambio climático, que es sin dudas el mayor desafío que debemos enfrentar como especie. Quizás se deba a un proceso de negación colectiva, a que esperamos que otros hagan las cosas por nosotros, pero lo cierto es que la solución de este problema pasa por un cambio de estilo de vida que aún no hemos querido asumir. Sólo basta un recorrido por el supermercado, como el que hice el sábado para llenar la nevera vacía tras varias semanas de viaje, para descubrir el absurdo y ostentoso universo de los envases de plástico, de cartón, con el que se nos ofrecen los productos que consumimos.

Esta será otra de las líneas de reflexión que me acompañarán en la inmersión que hoy comenzamos en la realidad de La Chureca, con sus montañas de basura, su olor pestilente y esos niños harapientos que se suben a los camiones para pelearse por un bote usado de champú Head and Shoulders, una botella vacía de Coca Cola o unos restos de pollo Tip Top.

Fotos HZ

Continúa…