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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Una cortina de hierro contra los talibanes en Afganistán

Los soldados de la compañía Able solían debatir sobre el sitio del vehículo blindado MRAP en el que nos convendría sentarnos para estar más seguros frente a un ataque con lanzagranadas. Dependía del destino, de qué lado quedasen los árboles en la carretera. Les preocupaba que nada malo le pasara al “reportero”. Si se trataba de un humvee, no había debate posible, ya que todas sus posiciones resultaban vulnerables.

Era la rutina que antecedía a cada una de las misiones de las que participamos “empotrados” el año pasado en el valle del Tagab. Y siempre les hacíamos caso. El único compañero que habían perdido había sido justamente por el disparo de un RPG-7, que suele abrir a los humvees como latas y que, dependiendo de la clase de proyectil que lleve, también puede causar un daño considerable a los MRAP. Junto a los famosos IED, los lanzagranadas son las principales causas de bajas entre los estadounidenses.

Crear defensas

Con la intención de limitar esta amenaza de los talibanes, el Ejército de EEUU adjudicó en noviembre 8 millones de dólares a Mustang Technology Group. Situada en Texas, esta compañía está desarrollando un dispositivo bautizado como Curtain Active Protection System, que se colocaría en lo alto de los MRAP para evitar el impacto de los proyectiles según muestra el siguiente vídeo de prueba.

Entre los desafíos, la empresa reconoce que está trabajando para limitar los daños colaterales. La munición que el MRAP dispara desde el techo al descubrir que se acerca un proyectil puede impactar tanto en civiles como en soldados que se encuentren cerca del vehículo. Una de las opciones que está barajando es emplear munición tipo Dense Inert Metal Explosive (DIME), cuyo uso por parte de Israel en Gaza – y sus potenciales efectos cancerígenos – denunciamos en este blog en 2006.

Si las pruebas resultan exitosas, se podría empezar a emplear este dispositivo en julio de 2009 no sólo en los MRAP y en los humvees, sino en toda posición vulnerable. Justo en el comienzo del despliegue de los 30.000 soldados que Barack Obama enviará en su apuesta fuerte en Afganistán, en su «surge» particular.

En 2007, cuando Bush decidió elevar el número de tropas en Irak – paradójicamente hoy, ante las duras críticas de Obama -, el Pentágono realizó un enorme esfuerzo por despachar y producir miles de MRAP para los soldados, ya que ofrecen mayor protección de los humvees frente a las bombas situadas en las carreteras.

La apuesta de Obama

Como el MRAP demostró ser demasiado pesado y torpe para la escarpada geografía de Afganistán, se diseñó un vehículo similar pero más ligero, llamado M-ATV (MRAP All Terrain Vehicle). Se espera que las primeras 1.000 unidades lleguen al terreno en diciembre. Las 5.000 restantes se irán enviando a lo largo de los meses, para que estén listas de cara a la próxima campaña de verano.

De este modo, los 30 mil soldados que lleguen a Afganistán el próximo año contarán con mejores equipos. El resto de la estrategia anunciada por Obama esta semana se vislumbra ciertamente incierta. Cualquier similitud entre Afganistán e Irak, dejando al margen la arena, no parece más que la consecuencia de un deseo voluntarista.

Bush tuvo la suerte de que los sunníes empezaran lo que se conoció como Despertar: una rebelión en la provincia de Anbar contra sus antiguos socios de Al Qaeda en la Mesopotamia, cuyos líderes eran mayoritariamente extranjeros. Los talibanes, aunque pasan de un lado a otro de la frontera con Pakistán, son pastunes, locales, que siempre han estado allí y siempre lo estarán. Dentro de Afganistán no hay hoy grupos dispuestos a hacerles frente fuera del ejército y la policía.

El declive de EEUU

Por otra parte, la tarea de formar a las fuerzas de seguridad y de articular un Estado no eran tan difícil en Irak, pues hasta 2003 contaba con cierto andamiaje gubernamental. En Afganistán, el vacío de poder lleva ya más de 30 años. Una sociedad escindida, enfrentada, que será muy difícil de poner a funcionar como conjunto. Así que la intención de empezar a pasar el poder militar a los afganos en julio de 2011, anunciada por Obama, parece complicada de conseguir. Además, está la otra parte de la película, Pakistán, que siempre ha boicoteado la idea de una administración fuerte e independiente en Kabul.

Pero lo más curioso del asunto es que el esfuerzo de la administración Obama para crear un Estado en Afganistán – aunque Washington niegue que pretenda alcanzar este objetivo – choca con la propia necesidad de los EEUU de hacer frente de manera imperiosa a sus propios desafíos internos: la monstruosa deuda, la decadencia de las infraestructuras, la puesta en marcha de la sanidad universal…

Más allá del aumento de tropas, de los nuevos vehículos y armas, no sólo tiene poco que ganar en el país del Hindu Kush, sino éste que podría ser el lastre que hiciera real lo que ya sabemos desde hace tiempo: que el siglo XXI no será de los EEUU.