Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Según Human Rights Watch, Hezbolá no utilizó escudos humanos

Hay razonamientos tan burdos, tan simplemente desmontables, que siento que son una suerte de insulto, una burla a nuestra inteligencia. Ante el secuestro de dos soldados por parte de Hezbolá para tratar de cambiarlos por los prisioneros libaneses que llevan años en cárceles hebreas, el gobierno de Ehud Olmert no responde a través de la negociación, como el ejecutivo de Jerusalén hizo en el pasado, ni tampoco espera unos días para organizar una campaña militar de baja intensidad con el fin de desgastar al Partido de Dios, como el periodista pro israelí Renaud Girard, en su libro La guerra fallida de Israel contra Hezbola, afirma que habría sido más efectivo.

No, ve la luz verde de Washington y lo que hace es lanzar una ofensiva bélica indiscriminada, masiva, con la intención, según Dan Halutz, de hacer que en Líbano “el reloj retroceda veinte años”. En pocas hora se destruye el aeropuerto, las principales carreteras. Mueren cincuenta civiles libaneses a lo largo del primer día. Y después el festín de barbarie y sangre sigue con bombas sobre puentes, fábricas, ambulancias, hospitales, morgues, edificios que albergan a familias, plantas generadoras de energía.

Y, a medida que suceden los días, cuando Ehud Olmert descubre que Hezbolá no cesa en su respuesta con misiles katyusha, lo que hace es radicalizar más aún su acción bélica en una escalada que alcanza su punto culminante durante las últimas tres jornadas de enfrentamientos, en el momento en que la rabia y la desesperación lo empujan a emplear las bombas de racimo. Esas enormes carcasas que se abren antes de llegar al suelo desparramando miles de pequeños explosivos que no diferencian entre civiles y combatientes, que arrasan todo lo que encuentran a su paso, y que aún hoy las Naciones Unidas están luchando por desactivar, pues las que no explotan se convierten en minas antipersona al quedar desplegadas por el suelo.

Como es lógico, una acción tan indiscriminada, fuera de toda proporción entre la ofensa y la respuesta, se va a llevar por delante la vida de cientos de inocentes. No puedes enviar cuatro mil misiones de bombardeo en tres semanas sin saber que habrá personas que nada tienen que ver con el asunto – niños, mujeres, ancianos, cristianos, drusos, sunníes -, que van a morir como consecuencia de tu decisión.

Sin embargo, cuando tus bombas matan a decenas civiles como en el caso Qaná, en sus dos versiones, 1996 y 2006, tú vas y dices que la culpa es de Hezbolá porque lanza sus misiles desde las aldeas. Tienes los cojones de arrasar un país, de cargarte a más de mil civiles, pero careces de la valentía para aceptar sus consecuencias.

Y lo peor de todo es que hay gente que se cree este planteamiento que resulta un insulto a la lógica más elemental. Una propaganda que es difundida de forma sistemática por periodistas y activistas afines, que no van al terreno, no hablan con las víctimas, que no recurren a informes independientes, que sólo repiten la misma idea una y otra vez para acallar la conciencia de aquel que en el salón de su casa, frente al televisor, pueda pensar que es un error lo que se está haciendo contra los libaneses, para darle la excusa a que diga, «no, la culpa es de Hezbolá, que utiliza escudos humanos», y piense en otra cosa, y no salga a manifestarse y no luche por poner fin a tanta barbarie.

Ayer, Human Rights Watch presentó un informe en el que niega que Hezbolá haya utilizado a los civiles como escudos. Según Kenneth Roth, director de la organización, solo en algunos “casos aislados” el Partido de Dios operó desde aldeas.

Va en la misma línea de la información que he recavado en las últimas semanas en Líbano al hablar con periodistas, miembros de Naciones Unidas y vecinos de las aldeas. Literalmente, los combatientes resultaban invisibles y los katyushas salían desde las plantaciones, desde los montes, porque así había estructurado su estrategia de combate. Un testimonio irrefutable, en este sentido, es el del periodista estadounidense Mitchell Prothero, que estuvo en primera línea de guerra como pocos corresponsales. Y cuyo artículo podéis leer aquí.

Pero lo fundamental no me parece el informe de Human Rights Watch, ya que el único responsable de haber lanzado una campaña militar tan desproporcionada e inútil, que violó la Cuarta Convención de Ginebra desde el primer día, y en la que sucedieron las matanzas de inocentes, es el señor Ehud Olmert. Tenía otras opciones. Por la razón que sea, eligió la más extrema y cruenta. Al menos, tanto él como los que lo secundaron, deberían tener el valor de asumir sus consecuencias sin excusas ni atenuantes.