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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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El árbol de los milagros de Hezbolá

Así como la semana pasada estuve en el lanzamiento del videojuego de Hezbolá, y fui testigo de cómo la organización chií utiliza los medios más modernos de comunicación para vender su “victoria” contra Israel, hoy he estado en el árbol de los milagros del Partido de Dios, al que cientos de peregrinos se acercan a venerar a los “santos” caídos en la guerra y la proeza sobrenatural que supuestamente han generado con su poder.

Este encuentro con el lado místico de Hezbolá me ha hecho reflexionar sobre su carácter mientras volvía de la ciudad de Bint Jbeil y se hacía de noche en las montañas que pueblan esta región. Nadie puede negar que el Partido de Dios es un fenómeno social y político único, contradictorio, difícil de clasificar. Aunque algunos se empecinen en colgarle el adjetivo de “terrorista”, lo cierto es que en la actualidad no pertenece a esta categoría.

En esto coinciden todos quienes han estudiado en profundidad, con rigor, sin histerias ni altisonancias maniqueas, su evolución desde que hiciera pública su plataforma en 1985. Según reveló el New York Times, de no haber sido por la escalada dialéctica con Irán, hace ya tiempo que los Estados Unidos habrían aceptado al movimiento liderado por Sayed Hasan Nasralá como un actor más de la política libanesa, del mismo modo en que lo hace de facto la Unión Europea.

Uno de los aspectos más complicados de comprender del Partido de Dios es la convivencia de tendencias contrapuestas en su seno. Por una parte, se proclama como un movimiento puramente nacionalista, que no busca la creación de un estado islámico (aunque lo afirmase hace veinte años), respetuoso con la diversidad de Líbano (quizás uno de los países más abiertos, tolerantes y cosmopolitas de Oriente Próximo). Los discursos de Hasán Nasralá – al que los especialistas sitúan en el lado moderado, aperturista, del movimiento – casi siempre van dirigidos a todos los libaneses y aspiran a crear una agenda común para sacar adelante al país de los cedros. Al mismo tiempo, Hezbolá mantiene una íntima relación con Sira e Irán, y enarbola la bandera de la causa palestina.

También existe en la organización chií un ala formada por profesionales que gozan de un alto poder adquisitivo, educados en el extranjero, que se pasean con sus coches todorreno y que dan la impresión de disfrutar de la buena vida tanto en la playa de Tiro como en los restaurantes más lujosos de esta ciudad. Sin embargo, aunque de forma mucho más discreta y moderada que en el pasado, el movimiento sigue apegado a la tradición mística devenida de la escisión del Islam provocada por el martirio de Hussein, el nieto de Mahoma. Una y otra vez he escuchado en el tiempo que llevo en Líbano que los comandos de Hezbolá “triunfaron” porque no tenían miedo a la muerte, porque luchaban por Dios.

El árbol de los milagros se encuentra en Bint Jbeil, una de las localidades del sur en que los enfrentamientos entre los israelíes y la guerrilla chií fueron más encarnizados. Al menos diez tanques fueron destruidos cuando intentaban tomar esta ciudad que mantuvo la embestida hasta el final de la guerra, a diferencia de su vecina Maruna Ras, que sí fue tomada por las fuerzas del Tsahal.

La historia del árbol comienza cuando a alguien se le ocurre la idea de coger un tronco muerto, disecado, y colocar en sus ramas las fotos de los 42 comandos de Hezbolá que murieron luchando contra los tanques Merkava y los helicópteros Apache.

Al tiempo de haber sido armada esta figura conmemorativa, empezaron a nacer brotes verdes. Eso fue interpretado por muchos como una muestra de la “santidad” de los luchadores. Hoy, cientos de personas se acerca cada día a Bint Jbeil para hacerse eco este “milagro” que aquí ha aparecido en buena parte de los medios de comunicación.

No sé nada de botánica, por lo que no puedo explicar si los espejos que ponen debajo del tronco carente de vida, para demostrar que no recibe nutrientes, sirven realmente para algo. Tampoco creo en los milagros ni en los duendes o los platillos voladores (creo que la vida en sí, tal como la percibimos, es demasiado fascinante, poética, lírica, como necesitar que nuestra imaginación le agregue elementos foráneos, empíricamente inexistentes). Y atisbo que este fenómeno, el árbol de Hezbolá, tendrá alguna explicación racional. Lo que sí me ha parecido es un buen ejemplo de la dualidad del movimiento.

¿Cuál es la verdadera cara de Hezbolá? ¿Cuál prevalecerá en el futuro? Sus detractores afirmarán sin duda que la más retrógrada. Pero lo que he comprobado en mis viajes al Líbano, y en el diálogo y encuentro con gente de todas las facciones y grupos sociales, es que ambas facetas, por más contradictorio que pueda parecer, son el Partido de Dios. Veremos qué sucede en el futuro.

En la presentación del videojuego de Hezbolá

Como las películas de Hollywood, los videojuegos suelen presentar al mundo la visión de Occidente: los malos son los alemanes, los soviéticos y, en las últimas generaciones, los árabes. El juego Mercenary 2 World in Flames, va más allá y plantea la invasión de la Venezuela de Hugo Chavez por un grupo de comandos.

Primero fue Irán quien decidió dar la vuelta al asunto y promocionar un producto para PC, Rescue the Nuke Scientist, en el que los enemigos a batir son un grupo de agentes estadounidenses que secuestran a un científico nuclear iraní. Según sus creadores, una respuesta al videojuego creado por una empresa norteamericana: Asalto a Irán.

Y ahora le toca a Hezbolá, que lanza la segunda versión de Special Force, un juego que recrea los enfrentamientos del año pasado entre el Partido de Dios e Israel en la guerra que duró 33 días y que produjo en Líbano más de 1.100 muertos y del lado del Estado hebreo 157.

Tras haberme acreditado en la oficina de prensa de Hezbolá, que el año pasado después de la guerra era apenas un piso paupérrimo en el distrito de Dahiye, epicentro de la comunidad chií en Beirut, y que hoy ya tiene confortables sillones y un cartel en la puerta con el logo del Partido de Dios, me dirijo hacia la presentación del Special Force 2.

«Este juego presenta la cultura de la resistencia a los niños: que la ocupación debe ser enfrentada y que la tierra y la nación deben ser protegidas», declaró Sheikh Ali Daher, oficial de prensa de Hezbolá. Después habló Hussein Hassan, a quien los lectores de 20 Minutos pudieron entrevistar en directo el año pasado. Tras agradecer a los creadores de Special Force 2 por su esfuerzo, su discurso se centró en la política interna de Líbano, ya que el Partido de Dios lleve meses presionando para conseguir mayores espacios de poder, alentado por su supuesta «victoria divina» contra Israel.

Según la demostración hecha a los periodistas de todo el mundo que estábamos allí congregados, los protagonistas virtuales del juego son los muyaidines de Hezbolá en su lucha contra los tanques, helicópteros y aviones israelíes que entran en territorio libanés. Los detalles del terreno, de los pueblos asediados por el ejército hebreo, son sumamente precisos: aparecen localidades como Bint Jbeil o Maruna Ras, donde la guerra y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo fueron más cruentos.

También el marco en el que se presentó el juego, la exposición La Tela de Araña, está destinada a ensalzar la figura de los comandos de Hezbolá. Quienes recorren este evento multimedia, una suerte de Hezbolandia, encuentran primero fragmentos de tanques y helicópteros israelíes, de los que salen efectos especiales como nubes de humo y luces.

Después fatigan una sala de exposiciones con restos de armamento de los soldados hebreos abatidos, proclamas contra Bush e Israel, y prolijos listados, acompañados de gráficos, de los distintos tipos de misiles de largo alcance y antitanque empleados por Hezbolá. Esas mismas armas que el jugador puede usar en Special Force 2.

Pero el momento culminante del recorrido es la sala de proyecciones en la que se muestran imágenes terribles de los combates, de las bajas israelíes, sobre un tanque merkava surcado por luces y humos, de las que salen arrastrándose varios muñecos que representan a soldados hebreos. Al final de la proyección aparece una imagen de Hasan Nasralá el 22 de septiembre de 2006, frente a la multitud de medio millón de personas que se reunió en Beirut para celebrar la pretendida «victoria divina» sobre Israel.

Alguna gente aplaude, otra se queda en silencio. Es un vídeo sumamente duro. Le pregunto al traductor que ha venido conmigo cuál es, en su opinión, el objetivo de la exposición y del videojuego. «Tienes que entender que la gente del sur de Líbano estuvo durante quince años oprimida por la ocupación israelí. Vivía atrapadas en sus aldeas. Todos tenían algún muerto en la familia o alguien al que los israelíes habían encerrado y torturado en la prisión de Jiam», me dice. «Para ellos esta es una victoria, una celebración. Ahora los israelíes saben lo que sentimos al ser siempre vencidos, humillados, una y otra vez». La declaración de un portavoz del gobierno de Ehud Olmert con respecto a Special Force 2 va en la dirección contraria. Afirma que es una forma de «llenar de odio» a los niños del Líbano.

A la salida: el mausoleo de los mártires. Una escalera al cielo y media docena de televisiones en que los combatientes hablan a cámara en mensajes grabados antes de la guerra. Los yahid que aquí tanto se veneran y que perdieron la vida en el sur de Líbano en 2006.

Y, para terminar, un golpe de efecto: una de las bombas de racimo que Israel lanzó durante los últimos tres días de combates y que tanto daño están causando a la población civil en el sur del país. Aún hoy, estas bombas, que son más de un millón, amenazan a los niños y adultos que se arriesgan a regresar a los cultivos.

Las sensaciones al salir de toda esta parafernalia montada por Hezbolá en el centro de Dahiye no me resultan nada agradables. Lo que sí queda claro es que la lucha a través de la propaganda resulta sumamente importante tanto para Israel como para el Partido de Dios. Por eso en los primeros días de la guerra Israel bombardeó el edificio de Al Manar, la televisión próxima a Hezbolá, que sólo dejó de transmitir durante tres minutos.

Hay quienes afirma que lo que se está viviendo en Oriente Próximo es una nueva guerra fría, con Estados Unidos e Irán como protagonistas, y que cada uno mueve sus fichas en la región, tanto sea Hamás, Hezbolá o Siria, como Israel, Egipto o Arabia Saudí.

Todo este enfrentamiento dialéctico recuerda ciertamente a los tiempos en que el bloque soviético se enfrentaba también a través de la comunicación en su voluntad de ganar el favor de la gente en contra de los Estados Unidos y sus aliados occidentales. Que el nombre del videojuego sea en inglés, Special Force 2, y que Hezbolá se preocupe tanto por la comunicación, en formas modernas y destinadas a los jóvenes, hace pensar que su mensaje aspira a llegar también a las masas de Hugo Chávez, de Evo Morales, ya que la fractura parece ir más allá de Oriente Próximo. Como decía Bush, “conmigo o contra mí». Y allí parece pasar la línea divisoria del mundo, en la política y en los videojuegos.

Aviones no tripulados: los nuevos protagonistas de las guerras

Uno de los recuerdos que más preservo del tiempo que pasé en Gaza es el zumbido de los aviones no tripulados israelíes. A todas horas volaban por encima de nosotros realizando labores de inteligencia, buscando objetivos sobre los que descargar sus misiles.

Lo que hacía que su presencia fuera tan descorazonadora era que resultaban imposibles de ver, a diferencia de los aviones F16 y de los helicópteros Apache AH-64A (curiosa costumbre de la industria estadounidense: poner nombres de tríbus aborígenes a estas aeronaves de combate).

Recién cuando el sol comenzaba a sumergirse en el Mediterráneo, lograba vislumbrar el delgado perfil de los aviones no tripulados hasta que la noche los volvía a hacer invisibles.

Muchas fueron las historias que conté en este blog de personas que perecieron bajo los misiles de estos aviones teledirigidos que en inglés reciben el nombre de drones.

Una de las que nunca olvidaré es la de Huda Natour, de 44 años, que salió corriendo de su casa junto a sus tres hijos cuando entraron los tanques hebreos a su pueblo (ya que los drones solían antecer a los blindados en los ataques para despejar el terreno de posibles milicianos). Dos semanas más tarde, Huda moriría debido a las heridas.

O la de Khader Al Magary, joven sordomudo del campo de refugiados de Al Maghazy, que salió por equivocación a la calle, creyendo que ya las tropas israelíes se habían ido, y que perdió las dos piernas y uno de los brazos al ser alcanzado por el misil que le lanzó uno de estos drones.

Crímenes de guerra que me llevaban a preguntarme cómo funcionaban aquellas aeronaves que se suponían de última tecnología pero que, casi a diario, se llevaban por delante la vida de inocentes en Gaza.

La drones asesinos

Israel empezó a utilizar los aviones no tripulados en los años ochenta. Y ha sido pionera en el desarrollo de esta tecnología. En un comienzo, como medio de vigilancia y recogida de información, aunque en los últimos años, como verdadera arma de combate.

Sus industrias aeronáuticas fabrican numerosos modelos de drones: Hermes 450, Pioneer, RQ-5 Hunter, Heron, Harpy, Ranger, Scout, Searcher, Skylite. Tal es el dominio que tienen en este ámbito, que asesoran a los Estados Unidos en el desarrollo de sus propios aviones no tripulados.

El más famoso de todos los modelos estadounidenses es el Predator, que fue utilizado en operaciones contra Al Qaeda en Yemen y Pakistán, así como para luchar contra la insurgencia en Irak y para espiar los avances del programa nuclear de Irán.

Otra función que están cumpliendo desde hace poco tiempo los drones es la de vigilar la frontera con México (dos aeronaves Hermes 450, de fabricación israelí). Así que también los espaldas mojadas, al igual que los habitantes de Gaza o Irak, tendrán que acostumbrarse al constante zumbido de estos aviones.

En estos momentos, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos cuenta con dos flotas de Predator, pero el año pasado, el Pentágono decidió invertir 5 mil millones de dólares para el desarrollo de 114 aeronaves más, doce escuadrones en total, pues están convencidos de que tendrán un rol determinante en las guerras del futuro.

«Durante la guerra fría, los Estados Unidos confiaban en los satélites para encontrar las bases de misiles soviéticos y para seguir al Ejército rojo», declaró después de que se anunciara la inversión en los nuevos escuadrones, Doug Karan, portavoz de la Fuerza Aérea de EEUU. «Las amenazas de hoy requieren un mirada mucho más cercana del enemigo así puedes ver a pequeños grupos de terroristas o escuchar las llamadas que realizan con los móviles».

La primera generación del Predator tiene una autonomía de vuelo de 40 horas y alcanza los 25 mil pies de altura. Provee vídeos en tiempo real a las tropas y puede disparar dos misiles antitanque Hellfire. La nueva generación, el Predator B, tiene capacidad para 16 misiles, la misma cantidad que puede llevar un helicóptero Apache.

Parece ser tal la importancia de los drones, que ya las principales empresas constructoras del mundo, como Lockheed Martin, Northrop Grumman y Boeing, están gestando nuevos modelos, siguiendo un plan estratégico – y de suculento presupuesto – que el Pentágono ha establecido hasta el año 2030.

La mayoría de estos prototipos, que pertenecen a la categoría de aviones no tripulados de combate, o killer drones (drones asesinos), como los llaman las revistas americanas de armamento, tienen un aspecto futurista. El X-47 Pegasus UCAV-N, de la empresa Northrop Grumman, es uno de los que ya ha sido probado con éxito.

Israel y Hezbolá: la lucha de los drones

Muchos expertos coinciden en afirmar que el reciente conflicto en Líbano es el primero de la historia en que los drones fueron utilizados de forma masiva, como un elemento central de la estrategia de combate.

Básicamente, los drones mandan la información que van capturando a un satélite que la envía a su vez a una base desde la que los soldados dirigen sus movimientos.

En la siguiente captura de U Tube se ve cómo son controlados estos aviones. Y lo cierto es que el aspecto de ascéptico del lugar, que da la impresión de que se tratase de un video juego, contrasta con la realidad que veía cada día en Gaza.

En cierta medida, estas imágenes responden a las preguntas que me hacía casi a diario: dónde estarán y de qué forma verán el conflicto quienes teledirigen a los drones. Sobre todo, cuando era testigo de las enormes equivocaciones que cometían, de las numerosas ocasiones en que confundían a civiles con combatientes.

Continúa…