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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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De Cairo a Cabo con Enrique Meneses

A lo largo de los últimos años tuve el privilegio y el honor de acercarme en numerosas ocasiones a la casa de Enrique Meneses en Madrid, encender la cámara y escucharlo recordar sus experiencias en África. Cada entrevista abordaba un país, un fragmento de aquel fantástico viaje que hizo en 1956 de Egipto a Sudáfrica.

Con Enrique Meneses en su casa de Madrid en entrevista conjunta de Marta Molina para la revista Periodistas (Foto: Pablo Moreno).

La idea que compartíamos era la de recrear aquel periplo medio siglo más tarde. Yo viajaría al terreno y él, que era un apasionado de las redes sociales, lo seguiría desde su casa. De no estar vivos, buscaría a los descendientes de los personajes que él había conocido. Retrataría cómo el tiempo había transformados modas, costumbres, edificios, pueblos y ciudades en base sus fotografías.

El resultado iba a ser un documental, que en un comienzo aspiraba a reflexionar sobre la extraordinaria transformación que ha vivido África desde la descolonización hasta el boom económico actual (lo explicamos en este vídeo grabado en casa de Enrique), y que luego fui comprendiendo que sería también el homenaje a un hombre vitalista, inspirador y comprometido como pocos he conocido en mi vida.

Presencia inspiradora

Porque lo cierto es que aquellas grabaciones resultaban bastante complicadas. No por el estado de salud Enrique, que con su bombona de aire al lado parecía capaz incluso de ganarle la partida al cáncer, sino por el constante trajín de visitas que había en su casa.

Rara vez no llegaba algún joven con una grabadora, con un cuaderno de apuntes, a pedirle consejo. Y ante el derrotismo y la falta de iniciativa que imperan hoy en el periodismo, y el miedo de los muchachos a soltarlo todo y lanzarse a la ruta, él era terminante: «Trabaja, ahorra y vete con tu cámara». Insistía con una pasión ciertamente contagiosa: «No lo dudes. Vete a buscar historias, ya encontrarás quién te las compre».

Lamentablemente, el declive en la salud de Enrique hizo que el documental comenzara a perder fuelle. Quedó aparcado a la espera de que mejorara, pero no ha sido así. Hoy ha fallecido. Y la noticia de su muerte me encuentra justamente en África. Estaba en Kibera, el barrio de chabolas más grande del continente, sobre el que tantas veces hablamos en estas páginas, cuando recibí el mensaje de su muerte.

Desde aquí, compartir con vosotros mi admiración por Don Enrique Meneses, que más allá de sus magníficos reportajes supo ser también una fuente de inspiración para tantos periodistas. Es más, muchas veces, cuando el viento sopla en contra, cuando algo parece imposible, lo recuerdo frente al ordenador, con sus bombona de aire y diciendo «Vete, coge tu cámara y vete».

Aquí estoy maestro.

Debut en los escenarios de «Y mañana… ¿qué?»

Siempre he creído que era mi obligación como narrador no hablar solo para los que ya conocen y están convencidos de la importancia y el atractivo de ciertos temas. Empujar los límites de la forma narrativa para ir más allá, para alcanzar nuevos horizontes y públicos. Quizás por eso siempre he preferido los libros y los documentales a los reportajes en prensa, pues te permiten experimentar con la forma y tratar de llegar a personas que quizás nunca se han interesado por algunas cuestiones.

Fuente: Euskadi 2012

En el programa 13 Objetos, por ejemplo, contaba historias a través justamente de cosas de nuestra vida cotidiana. En el primer episodio era una zapatilla falsa que pasaba de dueño en dueño – desde un taller clandestino, hasta un mercado de falsificaciones, hasta el joven delincuente que las usa y termina en la cárcel – la que me permitía describir la violencia, la miseria y la marginación en Buenos Aires. En mi primer libro, Un voluntario en Calcuta, la pobreza en la ciudad india es reflejada a través de la mirada de sus perros, gatos, cuervos y buitres.

Hace ya unos años comencé un apasionante y fructífero diálogo con el director de teatro Mikel Gómez de Segura. Mi idea en estos encuentros era dar con la vía para cargar mis relatos de lirismo, de hálito poético; para insuflarlos de arte y hacerlos así más universales y accesibles. El objetivo de Mikel era el contrario: quería que su arte pusiese los pies en la realidad del mundo, en los desafíos sociales de nuestro tiempo. Buscaba una base periodística para su narración.

Zapatillas en vuelo

El espectáculo Y mañana… ¿qué?, que estrenamos el viernes en el Bilbao Arena de la capital vizcaína, representa en buena medida la síntesis, el encuentro, de estos dos rumbos que finalmente, tras tantos años de soñar y reflexionar en voz alta, se han fundido y hecho realidad sobre un mismo escenario. En ínfima medida, casi inexistente, por mérito mío, y sí por el de toda la gente que ha trabajado delante y detrás del escenario bajo la batuta de Mikel.

Entre el estreno del viernes y la función del sábado, más de 5.000 personas nos han venido a ver. Gracias a mis compañeros y amigos Jon Sistiaga, Mayte Carrasco y Mikel Reparaz, que confiaron y se animaron a subirse a las tablas para poner entre los cuatro en palabra y recuerdo tantas historias que conocimos en zonas de guerra. Pues de eso va Era bihar… zer?. Es un relato sobre la guerra que hemos puesto en marcha en el 75 aniversario del bombardeo de Guernica. En mi caso, otra vez, la zapatilla es el hilo conductor de los testimonios que rescato del olvido.

Agradeciendo al público en el escenario del Bilbao Arena (Foto: Euskadi 2012)

Y gracias a Mikel y a los dos talentosos directores que lo acompañaron, Kepa Ibarra y Raúl Cancelo, y a todos los artistas de las compañías Traspasos Kultur, Gaitzerdi y Hortzmuga que se dejaron la piel y el talento en escena para representar sobre montañas de zapatillas, tomados desnudos de una bandera como la de Iwo Jima o a lomos un enorme caballo metálico del Apocalipsis. Y asimismo a los jóvenes del coro juvenil Gaudeamus Korala de Gernika, que de forma tan magnífica como aterradora, recrearon el bombardeo de su ciudad.

También a los integrantes de la Fundación 2012, que con su apoyo y entusiasmo han colaborado para que empujáramos los límites de la narración, de la reflexión colectiva sobre la guerra, hasta nuevos horizontes, que al menos yo nunca me había animado a soñar. Eskerrik asko!!

Kabul Rock

A Kabul le faltan muchas cosas, pero tiene algo de lo que carece Madrid: una gran radio de rock las 24 horas del día. La ya mítica Kabul Rock.

Sí, aunque sorprenda, Kabul – la ciudad del atasco perpetuo y los muros de hormigón, acosada por las bombas de los talibanes, desgarrada por la corrupción y el clientelismo de los señores de la guerra reconvertidos en parlamentarios, la miseria de los niños que rebuscan en la basura y el machismo aberrante que somete a las mujeres bajo los burkas – tiene un espacio en sus ondas en el que te puedes encontrar desde un clásico del maestro Hendrix, pasando por la desgarrada voz de Chris Cornell al frente de Audioslave, para terminar con los hermanos Robinson, cada día más impredecibles, fuera de tempo y volados en The Black Crowes.

Una radio que, lamentablemente, como el poder del propio gobierno de Karsai, tiene un campo de influencia limitado que apenas supera los confines del área metropolitana de la capital. Así que, cuando abandonas Kabul, otra vez te encuentras destinado a la música pastún, que sorprende y realza el paisaje durante un rato, pero que después de unas horas se vuelve soporífera para que los que no sabemos apreciar sus matices o entender sus letras.

Es entonces cuando DJ Sistiaga aprovecha para poner Barricada, banda que suena demasiado encorsetada y predecible para mi gusto, pero que viene bien sin dudas para hacer un poco el tonto y olvidarse al menos unos instantes de todo en un rodaje tan complejo como el de «Caminando sobre las bombas» que, por cierto, se estrena este miércoles 24 de octubre, a las 21:45, en Canal Plus… dicho queda.

Algunas historias de cambio (vídeo)

Acomodando y reacomodando la información en discos duros – que son las estanterías y despensas culturales del siglo XXI -, me encontré con un trailer que hice hace cinco años para un proyecto de serie documental que terminó por hacerse realidad aunque con algunos cambios con respecto al planteamiento inicial.

Comparto con vosotros este vídeo que hasta ahora nunca había hecho público – fue una herramienta que usamos para ir a presentar el proyecto a cadenas y productoras – porque está protagonizado por muchas personas que han pasado por estas páginas: desde Agnes Paregio en Kenia, pasando por Beky Kiser en Etiopía o David Earp en la India.

Quizás pueda dar la impresión que es un proyecto cargado de cierto «buenismo», pero no es así. Desde los tiempos en que vivía en Calcuta siempre he sido crítico con las formas de acercarse al otro, de atender sus problemas, desde una posición de superioridad como es la caridad o buena parte de la llamada cooperación internacional.

Una de las virtudes de este nuevo mundo, el de los «7.000 mil millones de habitantes» sobre el que tanto hemos reflexionado aquí, es que las ecuaciones de poder están cambiando y que están dejando en claro que si cientos de millones de personas en África, América Latina y Asia están saliendo de la miseria no es por la caridad o la cooperación al desarrollo sino que es porque finalmente les han dado la oportunidad de abrirse paso por sus propios medios, sin tutelas ni trabas, como parte de pleno derecho de este mundo globalizado.

No, de lo que hablan estas historias es de pasión, de superación personal, creatividad y emprendimiento. Virtudes de las que andamos bastante escasos últimamente en España.

Kabul… a pesar de todo, Kabul

Kabul es una ciudad de niños harapientos que rebuscan en la basura; de mujeres atrapadas en burkas que recorren las aceras invisibles y livianas como fantasmas; de mendigos que levantan los brazos en las esquinas reclamando almas.

Niños vuelven de la escuela en la periferia de Kabul, entre tanques abandonados por los soviéticos (Foto: Hernán Zin)

Una urbe caótica, polvorienta, de tráfico crónicamente colapsado, donde el que lleva un arma tiene prioridad sobre el resto, ya sea un policía, un soldado afgano, un soldado de la OTAN, un guardia de seguridad de una embajada o un mercenario de alguna empresa militar privada. Así se estructura la pirámide social en esta parte del mundo, sobre fusiles, revólveres y granadas.

Una capital cada día más amurallada, de calles abruptamente mutiladas por muros de hormigón y alambres de espino, de garitas con somnolientos guardias de seguridad y de humvees del ejército afgano aparcados en las aceras con sus ametralladoras .50 listas para disparar.

Una urbe a la que de vez en cuando bajan algunos tarados adoctrinados en las madrasas de Paquistán y se meten en un hotel, en un restaurante, en un edificio público, para liarse a tiros y tratar de llevarse consigo la mayor cantidad de vidas posibles. Una excursión que suele terminar con estos mismos tarados volando por los aires y rodeados de cuerpos sin vida de inocentes.

Una ciudad por la que, a pesar de todo, quien escribe estas palabras siente un particular afecto. No en vano hace dos horas, al abandonar el nuevo aeropuerto y subirse al desvencijado taxi que lo llevaría al mítico hotel Gandamack, experimentó una cierta emoción. Todo amor es imperfecto, convive con limitaciones y miserias, y esta no iba a ser la excepción.

Ahora, por delante, 24 horas para redescubrir Kabul, para recorrer Chicken Street, el parque de Shahre Now, el antiguo palacio real, y disfrutar las vistas desde la colina de la televisión. Mañana a primera hora partimos hacia Kandahar, que es donde la guerra se manifiesta de forma más terrible e implacable.

Rumbo a Afganistán con el Gauchito Gil

Es un fenómeno que no existía hace 18 años en Argentina, cuando decidí hacer las maletas y partir hacia el mundo en busca de historias: las banderas rojas junto a la carretera; los altares atiborrados de velas, fotos, cigarrillos, botellas de vino; los devotos que paran, se bajan del coche y con gesto adusto dan gracias, piden nuevos favores, o los que simplemente tocan la bocina al pasar y gritan “gauchito”.

Gauchito Gil adorado e instagrameado (Hernán Zin).

En estos 27 días que llevamos rodando de una punta a otra de Argentina mi nuevo documental para TVE, en infinidad de ocasiones nos hemos cruzado con los improvisados altares del Gauchito Gil y hemos sido testigo de la devoción que por el siente tanta gente, en especial cuando nos dirigimos a la zona de Corrientes, de donde este santo pagano es originario.

Una devoción que creo que dice mucho de la transformación social y cultural que ha vivido en las últimas décadas de la Argentina, en especial a raíz de las nefastas políticas neoliberales y la corrupción endémica de los años 90, que tanto daño hicieron a este país (y que siguen presentes más allá del discurso populista del actual Gobierno argentino, de unas políticas distributivas a las que la inflación deja en poco y nada, y de algunas decisiones más que acertadas en el campo de los derechos humanos).

Santo de criminales

Un ícono, El Gauchito Gil, deudor de antecesores como San La Muerte y la Difunta Correa, que encierra en su génesis misma una serie de contradicciones que lo hacen ser no sólo el patrono de tanta gente de bien, sino también de los delincuentes. Los barras bravas, acerca de los que tanto hemos hablado aquí últimamente, lo llevan tatuado y en sus banderas.

Las reflexiones sobre este personaje tan curioso, su eclosión en la última década y papel como patrono de los criminales, me acompañan en estos días finales en Sudamérica. Reflexiones de despedida, pues tras haber pasado los últimos meses investigando sobre la violencia urbana, ha llegado la hora de regresar a la guerra con mayúsculas. Aquella que es la razón de ser de este blog y que en ningún lugar del mundo se despliega con tanta furia y vehemencia como en Afganistán.

Sí, así es, volvemos al conflicto armado del Hindu Kush en uno de sus momentos definitorios, cuando las potencias occidentales empiezan a dar los primeros pasos para retirar a sus tropas. Kabul, allá vamos…

Volar para contarla: los peligros de aterrizar en Somalia

Volar para contarla es una sección de este blog que se originó en junio de 2008 en la terminal número dos del aeropuerto de Dubai. Exactamente en el momento en que levanté la cabeza y descubrí en la pantalla que los primeros vuelos de la mañana tenían como destinos nada más y nada menos que Kabul, Mogadiscio, Bagdad y Peshawar. Quizás fuera por el cansancio del viaje desde Madrid, pero comprar un pasaje al azar en aquel sitio o jugar a la ruleta rusa parecían casi lo mismo.

Pilotos mexicanos del PMA a punto de partir hacia Mogadiscio, Somalia (HERNÁN ZIN)

Fue entonces cuando me pregunté qué clase de gente es la que toma esos vuelos. Y lo que descubrí a mi alrededor, y luego en el autobús hacia la aeronave, fue una curiosa amalgama de personal humanitario, efectivos militares, diplomáticos, contratistas-mercenarios y resignados habitantes del lugar.

Si a esto le sumamos los eventuales terroristas – que según la prensa se desplazan desde Europa y EEUU a Dubai para luego ir a luchar a lugares como Somalia – cada pasaje de cada avión constituía una suerte de resumen, de síntesis, de los protagonistas de esas guerras.

Pilotos rusos

Después llegó el momento verdaderamente revelador, que terminaría de modelar la idea que daría vida a Volar para contarla: bajé del autobús, me puse en la cola antecedido y sucedido por dos tipos barbudos vestidos con idénticos salwares blancos y gorro de lana estilo ensaimada, y vi cómo el piloto – un enorme ruso con la camisa abierta y cadena de oro sobre el pecho – le daba patadas con la punta de los pies a los neumáticos para comprobar si tenían suficiente presión.

Allí surgió la pregunta que daría vida a esta sección: ¿Quiénes son los pilotos que cada día se la juegan para volar a zonas en guerra?

La historia de aquel avión, perteneciente a la compañía Pamir Airways – sobre el que escribí fascinado por la tarde, apenas llegué a Kabul, al igual que mi admirado compañero Mikel Ayestaran -, nunca encontró sitio en Volar para contarla porque se estrelló dos años más tarde en el norte de Afganistán.

Tenemos dos ruedas

Pero sí lo han hecho muchas otras que hemos ido contando en esta sección. Una forma asimismo de tratar de entender cómo funciona esa otra industria de la aviación, la que casi nunca vemos, la que se desplaza por países no sólo en guerra sino casi ausente de infraestructuras, la que mueve por el mundo tanto sea ayuda humanitaria como armas, drogas o especies protegidas.

Una sección de este blog que hace un par de años comenzó a convertirse en un documental cuyas historias he estado desgravando y subtitulando estos días en Buenos Aires. Un documental, a medio hacer – otro más en la lista – del que rescataré uno de los testimonios que más me ha gustado: el del piloto keniano Andrew Waruru.

Un personaje en toda regla al que acompañé a través de Somalia. Extraordinario por su compromiso ético, por su valentía y por su sentido del humor. Basta decir que cuando se nos pinchó un neumático al despegar de la ciudad de Galkayo, me dijo riendo a carcajadas: “No te preocupes, tenemos dos”.

África de Cairo a Cabo (medio siglo más tarde)

En la anterior entrada hablaba sobre cuánto nos definen – a los que nos dedicamos a contar historias y supongo que a todos en general – aquellos proyectos que soñamos pero que nunca llegamos a concretar. Ideas que, en mi caso en particular, no consiguen dejar de ser meros apuntes en un cuaderno.

Allí compartí con vosotros 13 Objetos, que sí logro fugarse del papel para hacerse realidad, pero que ha quedado temporalmente inconclusa. Ahora, quizás porque enero es el mes en el que se suele planear el resto del año, os presento otra iniciativa que está dando sus primeros pasos.

La ruta Meneses

Al maestro Enrique Meneses – que no le gusta que le digan «maestro» pero que lo es doblemente, como persona y como profesional -, no le hacen falta presentaciones. Y a sus peripecias periodísticas por Africa, Oriente Medio, Cuba o EEUU, tampoco.

Seré breve, pues explico exhaustivamente la lógica del proyecto en el vídeo: se trata de hacer nuevamente el periplo que Enrique realizó en 1956 desde El Cairo a Ciudad del Cabo. Viaje del que dejó constancia en una serie de crónicas que publicó en aquella época y luego en el libro «Africa de Cairo a Cabo».

Ir a los mismos lugares. Buscar a los mismos personajes o a sus descendientes. Su voz y sus imágenes como guías. Una forma de reflexionar sobre cómo ha cambiado Africa en estos 56 años, desde la descolonización hasta hoy. Y, en general de las extraordinarias transformaciones que está viviendo nuestro mundo, el de los siete mil millones sobre el que tantas veces escribimos aquí.

Al mismo tiempo también, este viaje de tres meses de duración – que, de partida, tendrá la forma de libro y documental – será una gran oportunidad para rendir homenaje a Enrique, para difundir su pasión por este oficio y su espíritu viajero. Pasión que a los 82 años lo ha llevado a crear su propia cadena IP: Utopia TV. Nada menos.

Con ustedes… «13 Objetos»

Decía Octavio Paz que un autor suele estar más representado por las obras que soñó pero que nunca llegó a escribir, que por aquellas a las que finalmente logró dar vida.

Salvando las distancias con el maestro méxicano, al que admiro especialmente por la inmersión que realiza en la India y en el lenguaje a través de El mono gramático, lo cierto es que este humilde reportero tiene varios cuadernos lleno de ideas para documentales, libros y reportajes que ha ido gestando a lo largo de los años. Muchas de ellas, quizás por no haber salido nunca del ámbito de la imaginación, más potentes que cualquier otra cosa que haya hecho hasta el momento.

13 Objetos es un proyecto que sí logró salir del papel para convertirse en realidad, pero avanzó sólo la mitad del camino, sin llegar a ser emitido ni realizado en su totalidad, pues cuando salimos a venderlo a las grandes cadenas la crisis ya había hecho acto de presencia. En todas lados nos decían que les gustaba, que lo veían interesante, pero que los costes eran muy elevados para la actual situación.

Desafío narrativo

Si bien 13 Objetos lo rodamos y editamos en 2010, lo cierto es que intenta dar respuesta a una pregunta que hace años me formulo: ¿cómo llevar los temas internacionales, que suelen tener un público reducido, a las grandes audiencias? ¿Cómo hacer que se interese en la problemáticas de países como Somalia, Irak o Nigeria, personas que nunca antes lo han hecho?

La respuesta que se me ocurrió, y de la que surge el formato, es llevarlos a esas realidades a través de un objeto de su vida cotidiana, que sí les es próximo, cercano, habitual.

La segunda cuestión que quería descubrir con el formato es cómo se van hilando, armando y sucediendo las historias cuando el periodista realiza un reportaje. Cómo tiras del hilo y un testimonio te va llevando a otro. En este caso, es el objeto elegido, el que nos va conduciendo de historia en historia. Y el espectador, como se trata de una cosa cotidiana, puede jugar a hacer asociaciones similares.

En Argentina

En el primer capítulo de 13 Objetos, cuyo resumen pueden ver en el vídeo, es una zapatilla la que nos guía desde un taller de confecciones falsas a La Salada, que es una de las mayores ferias de venta de artículos apócrifos y de imitación marcaria de América Latina, para después conocer de cerca a los chicos que las compran y las usan para robar en Fuerte Apache, y de allí ir a la cárcel, a los vendedores de la droga conocida como «paco», a las víctimas de la violencia y la muerte de decenas de jóvenes en la discoteca Cromañón, cuyo símbolo para el recuerdo es justamente la zapatilla.

De este modo, y a través de esta propuesta de asociaciones, de esta sucesión de historias que fuimos narrando también en este blog, nos sumergimos en los desafíos sociales de los grandes núcleos urbanos de la Argentina.

Otros capítulos, a través de otros objetos, tendrían lugar en Irak, Somalia, la República Democrática del Congo, Brasil… y con objetos como un AK47, a través de varios países y continentes… Quizás algún día ellos también salten de mis cuadernos de notas a vuestras pantallas.

Somalia, Congo, Uganda, Bosnia, Ruanda… balance de fin de año en Viaje a la guerra

Se nos escapan las últimas horas del 2010, de la primera década del siglo XXI, y toca hacer balance de lo vivido, también aquí en Viaje a la guerra. Un balance que no podría ser más positivo.

El mero hecho de poder seguir recorriendo el mundo, contando historias, en medio de tantas complicaciones económicas y de incertidumbres en la profesión, no deja de ser en sí un privilegio, un triunfo, algo que celebrar y agradecer.

. ARGENTINA

Comenzamos el año fatigando a lo largo de tres meses los barrios más marginales y conflictivos de la provincia de Buenos Aires: desde Ciudad Oculta, pasando por Isla Maciel, la villa 1-11-14 y el barrio Ejército de los Andes (Fuerte Apache). Entrevistamos a políticos, gendarmes, sociólogos, jóvenes armados y víctimas.

La idea era tomar el pulso a la violencia urbana de esta parte en el mundo. Problema que se ha situado en el primer puesto de las preocupaciones de los lationamericanos, superando al desempleo. Una región que despega, que levanta la cabeza, y que se empieza a ver lastrada por el uso de las armas.

. NUEVA YORK

En mayo realizamos varias entrevistas en la sede de la ONU, lugar cuyas decisiones, informes y operaciones están siempre presentes en las entradas de este blog.

. BOSNIA HERZEGOVINA:

En julio asistimos al 15 aniversario de la masacre de Srebrenica (ver vídeo junto al maestro Gervasio Sánchez). Dentro de la investigación que llevamos años realizando sobre la violencia sexual – que será la base del documental, «La guerra contra las mujeres», que estreno en 2011 – visitamos aquellos sitios en que las mujeres fueron encarceladas y violadas de forma sistemática: desde Foca, pasando por Visegrad y la periferia de Sarajevo. Entrevistamos a víctimas y activistas que luchan por llevar a prisión a los culpables de semejantes atrocidades.

. KENIA:

Una vez más, Nairobi se convirtió en nuestra base en África. Lugar de encuentro con amigos, preparación de viajes y descanso. Volvimos a Kibera, el barrio de chabolas más grande de África (escenario de mi último documental, «Villas Miseria»). También estuvimos en la barriada de Korigocho.

Coincidimos, en la capital keniana, con algunos hechos destacados como la promulgación en julio de la nueva constitución – que quita poderes al presidente y descentraliza la administración –, fugaz paso de Omar al Bachir incluído, y el viaje en noviembre de William Ruto a La Haya, líder kanlenjin, para enfrentarse a las acusaciones lanzadas por Moreno Ocampo.

. RUANDA:

De paso hacia la República Democrática del Congo, durante el mes de julio, nos encontramos con un proceso electoral muy cuestionado por la detención de opositores y la censura a la prensa. Como era de esperar, Paul Kagame, aliado cada día más incómodo de Occidente, ganó las elecciones.

. RD CONGO

Por tercer año consecutivo volvimos a Congo Kinshasa. Mes de agosto. Nos reencontramos con víctimas de la violencia sexual como Vumilia, Jane y Janette. Lidiamos con el torpe acoso de la Policía Secreta y nos desplazamos a las minas, en esta ocasión, en la región de Kamituga, pues los minerales siguen estando en la base de este conflicto que ha terminado con la vida de cinco millones de personas. La elección de Kamituga estuvo condicionada por el oro, dada la caída del precio del coltán.

. UGANDA

Fue uno de los primeros destinos de Viaje a la guerra, en 2006. Resultó muy satisfactorio descubrir la desaparición de la gran mayoría de los campos de desplazados en la región acholi, así como el desarrollo de Gulu (ver vídeo). El viaje tuvo lugar a principios de septiembre. Nos volvimos a encontrar con Rosemary Nyrumbe, que sigue realizando una extraordinaria labor en favor de las niñas secuestradas por el LRA.

. SOMALIA

Sin dudas ha sido el punto culminante de nuestros viajes. Hacía cuatro años que estaba intentando poner los pies en Mogadiscio. Finalmente, el día 1 de noviembre, este deseo se hizo realidad (ver vídeo). Además de la maltrecha capital, dividida entre AMISOM y Al Shabab, pasamos por Garowe, Galkayo y Bosaso, en la región semiautónoma de Puntlandia (epicentro de la piratería en el país).

. SOMALILANDIA

Interesante descubrimiento, sobre el que pienso escribir en próximas entradas. Hargeisa es como uno se imagina a Somalia si algún día termina la guerra civil.

Tras este breve repaso a lo escrito y vivido este cuarto año de Viaje a la guerra, agradeceros a los lectores por la compañía, las palabras de amistad, las reflexiones, críticas y sugerencias (muchas de las cuales, signo de los tiempos, han pasado por la página de FB). Asimismo, por qué no, a los que entran sólo para gastar una broma, cabrearse o incordiar (curioso, nunca salen del anonimato y pasan por FB). No deja de ser una muestra de atención e interés.

Después, por supuesto, a los responsables de este periódico por seguir apoyando Viaje a la guerra más allá de la complicada crisis que estamos viviendo. Y a los compañeros de 20 Minutos, por la amistad y la complicidad.

Foto: Recorrido por Mogadiscio en blindado de la Unión Africana.