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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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La ofensiva militar Kimia II y el final de la violencia en el Congo

Resulta llamativa la nula repercusión que ha tenido en la prensa la operación militar Kimia II, pues, al menos sobre el papel, se trata de una iniciativa destinada a poner fin a una de las causas últimas del conflicto que sacude a las provincias orientales de la República Democrática del Congo: la presencia de los hutus de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) en territorio congoleño, al que llegaron en 1994, tras cometer el genocidio en Ruanda, cuando eran conocidos como los Interahamwe.

Quizás se deba a que el comienzo de la operación Kimia II coincidió con las elecciones en Afganistán, que han acaparado la atención del periodismo internacional. Tal vez responda a que no es la primera en su tipo, sino que se suma a una larga lista de iniciativas parecidas que también en su momento prometían marcar un punto de inflexión y llevar la paz a los Kivus.

En nuestra anterior visita a Congo no se hablaba más que del acuerdo de Goma, firmado el 2 de enero de 2008 por 22 grupos armados (entre los que no se contaba el FDLR), y del proceso de Amani, que en kiswahili quiere decir “paz” y que terminó el pasado 8 de julio habiendo desmovilizado a 3.200 combatientes (de los 28.375 que se planeaba inicialmente).

Los antecedentes

También puede tener alguna influencia lo rápido que se ha transformado el escenario en los Kivus durante el último año. Primero fue la ofensiva de Laurent Nkunda, líder de la milicia tutsis banyamulengue conocida como Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP). Una ofensiva que en agosto de 2008 provocó 300 mil desplazados y puso en jaque, al menos en el discurso, al propio gobierno de Kinshasa (amenaza que alertó también al ejecutivo de Kigale).

Después vino el informe de la ONU que vinculaba al presidente ruandés Paul Kagame con Laurent Nkunda y con el tráfico ilegal de minerales desde los yacimientos congoleños (segundo llamado de atención para Kigale, actor clave en la región de los Grandes Lagos, que depende como pocos estados de la ayuda internacional).

Sin embargo, el punto de inflexión más sorprendente llegó cuando el 20 de enero de 2009 fuerzas ruandesas ingresaron en territorio congoleño con el beneplácito de los presidentes de ambos países. Laurent Nkunda fue arrestado (aunque aquí todos dicen que ahora se encuentra en libertad y que viaja regularmente a visitar a su madre en Goma).

En colaboración con el ejército congoleño, que responde al acrónimo FARDC, las tropas de Ruanda lanzaron un ataque en la provincia de Kivu Norte contra los hutus del FDLR bajo el nombre de «Umoja Wetu» (Nuestra Unidad) que concluyó en febrero con la detención y repatriación de 578 combatientes hutus. Por su parte, los tutsis del CNDP comenzaron a pasar a formar parte del FARDC.

Las críticas

En teoría, la operación Kimia II, que comenzó el pasado mes de julio, pretende terminar con las unidades restantes del FDLR en el bastión en el que llevan 15 años parapetadas: la provincia de Kivu Sur. Aunque se trata de una medida exigida por los habitantes de la zona, Kimia II no está recibiendo pocas críticas. Los más escépticos afirman que se tratará de un mero cambio de manos: al frente de las minas estarán los miembros del FARDC en lugar del FDLR, sin que cambie la situación de vulnerabilidad y explotación de la población civil.

Las ONG, que prefieren un final dialogado del conflicto, expresan preocupación por las represalias del FDLR contra las poblaciones locales (como sucedió tras la operación Umoja Wetu en Kivu Norte). El International Crisis Group ha pedido el cese inmediato de la operación Kimia II y la protección de los civiles.

En nuestros viajes al terreno hemos comprobado el avance en las posiciones del FARDC, como lo constanta la fotografía inicial, que tomamos en las minas de Maroc, territorio de Walungu, donde las tropas gubernamentales recibieron el último ataque del FDLR hace dos semanas.

Ahora nos dirigimos a ver al coronel Delfin Kahimbi, responsable de la operación Kimia II, en su cuartel de la ciudad de Bukavu, que está situado en la antigua residencia particular de Mobutu Sese Seko. En una entrevista exclusiva para 20 Minutos que publicaremos mañana le preguntaremos acerca de los progresos de la misión, le daremos la posibilidad de que responda a las críticas que está recibiendo Kimia II, que en kiswahili significa «calma».

(Foto: Hernán Zin)

Continúa…

Congo: la guerra por el coltán (1)

El año pasado centramos los reportajes que realizamos en la República Democrática del Congo en la violación como arma de guerra, los niños soldados, la cuestionada labor de la MONUC y los orígenes del conflicto.

En este nuevo desembarco en los Kivus el objetivo es seguir de cerca el proceso de Kimia II, que pretende terminar con los rebeldes hutus del FDRL, y en ahondar en uno de los motivos que ha perpetuado esta guerra a lo largo de 15 años, con un saldo de cinco millones de muertos: el expolio de los recursos minerales congoleños.

Tras demorar tres días en conseguir todos los permisos, credenciales y sellos (y más sellos) de rigor, esta mañana mantuvimos una entrevista con un comerciante de casiterita, oro y coltán que tiene sus oficinas en el multitudinario y paupérrimo barrio de Kadutu (la tercera de las fotografías que allí tomamos es de casiterita).

La semana que viene mantendremos encuentros con el área de la MONUC responsable de aplicar la resolución 1856 del Consejo de Seguridad de la ONU. También nos desplazaremos a las minas, para conocer las condiciones de los trabajadores, y entrevistaremos a responsables gubernamentales.

Para comprender qué es el coltán podríamos hacer un ejercicio de deconstrucción, como con las matrioskas rusas, pero a la inversa.

La más pequeña de estas muñecas sería el tantalio, que es un metal de transición de color azul grisáceo. Descubierto en 1820, su nombre viene del mito griego de Tántalo, que fuera condenado por Zeus a la sed eterna. Denominación que deriva de la capacidad del tantalio para no oxidarse.

A su vez, el tantalio se encuentra en el mineral conocido como tantalita, nuestra segunda muñeca rusa. Y la tantalita se halla junto a la columbita, de poca utilidad, en el coltán. Conocido como el “oro azul”, éste último no abunda en la naturaleza y ha pasado en pocos años de ser una simple curiosidad mineralógica a convertirse en el pieza clave de los avances tecnológicos más importantes de nuestro tiempo.

Esto se debe a las propiedades del tantalio, que es duro y dúctil a la vez, de alto punto de fusión, difícilmente oxidable, y buen conductor de la electricidad (80 veces mejor que el cobre), por lo que se emplea para fabricar condensadores electrolíticos.

Y ahora sí ya estamos frente a nuestra gran muñeca rusa en su máxima dimensión: rubicunda, henchida de modernidad y poder. Pues estos condensadores son uno de los componentes esenciales de teléfonos celulares, GPS, satélites artificiales, armas teledirigidas, equipamientos médicos no invasivos, televisores de plasma, videojuegos, computadoras portátiles, PDAs, reproductores MP3 y MP4.

Este mineral es clave para las telecomunicaciones, la industria bélica o la medicina más sofisticada. “Quien controle el coltán, controlará el mundo”, escribió Alberto Vázquez Figueroa, autor de una novela sobre este mineral.

(Fotografías: HZ)

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Somalia, Pakistán, Sri Lanka… récord de desplazados internos por la guerra

El último informe del ACNUR sostiene que en 2008 alcanzó una cifra sin precedentes de desplazados internos a los que la organización brinda ayuda: 14,4 millones. Personas que se han visto obligadas a dejarlo todo y buscar refugio en sus propios países como consecuencia de la violencia. La cifra de 2007 era de 13,7 millones.

Fuera del ámbito de acción de Naciones Unidas, se estima que hay 11,6 millones de personas que son ayudadas por otras agencias o que no reciben asistencia alguna. Esto hace que el número total de desplazados internos a nivel mundial se situara en 26 millones en 2008.

Las perspectivas para el 2009 resultan poco alentadoras si tomamos en cuenta los conflictos que han tenido lugar en los últimos meses:

1. PAKISTÁN. Los recientes combates entre fuerzas gubernamentales y los talibanes en el Valle del Swat han provocado dos millones de desplazados internos.

2. SRI LANKA. La derrota de los tigres tamiles del LTTE tras casi tres décadas de conflicto ha llegado a un altísimo precio no sólo en muertos y heridos, sino en desplazados. Se estima que más de 250 mil civiles tamiles se han visto obligados a huir de la violencia.

3. SOMALIA. Sólo a lo largo del último mes, los enfrentamientos entre las milicias islamistas de Al Shabab y el gobierno elegido en enero del moderado Sharif Ahmed, empujaron a 117 mil personas a abandonar Mogadiscio, la mayoría de las cuales son mujeres y niños.

El asesinato del Ministro de Seguridad Interior, Omar Hashi Aden, que tuvo lugar el pasado jueves, así como el desesperado pedido de ayuda armada a los países vecinos realizado hoy mismo por el parlamento somalí, no indican más que la violencia continuará y que más desplazados se sumarán al millón y medio que hay en estos momentos.

4. CONGO. El pasado mes de enero las tropas ruandesas entraron en la República Democrática del Congo para detener al líder rebelde tutsi Laurent Nkunda, pero también para atacar a los hutus del FDLR. Según un informe de OCHA, la ofensiva ruandesa y la respuesta de los hutus provocaron 800 mil nuevos desplazados internos en los Kivus.

Solamente en Kivu Norte, esto hizo ascender la cantidad de personas sin hogar a 988.629, de las que 70.661 se encuentran en los campos de desplazados en Goma, y el resto en Masisi, Lubero, Walikale y Rutshuru. El número total de desplazados internos en el Congo es de 1,5 millones.

Esperar el regreso

El tiempo que tardarán en volver a sus hogares dependerá tanto del final de los conflictos como de la ayuda internacional. En Colombia hay tres millones de desplazados internos. En Irak 2,6 millones (en 2007 había 2,4 millones).

El informe del ACNUR también analiza la situación de los refugiados, que son aquellos que han tenido que abandonar sus países. La cifra total en 2008 superaba los 16 millones. Esto hace que a nivel global, entre refugiados y desplazados internos, se situaran en 42 millones las personas que en algún momento tuvieron que abandonarlo todo y huir empujadas por las armas.

El «paradigma Gaza» y los dirigibles de la guerra

Tres dirigibles vigilan a todas horas los movimientos en Gaza. Tres zepelines que se ven desde buena parte de la franja y que parecen los ojos de un dios omnisciente, insoslayable, que todo lo observa y los sabe, que aguarda y medita antes de desplegar nuevamente su furia. Llevan años allí, suspendidos en el aire.

Según el último número de The Economist, la fabricación y demanda de estos dirigibles, destinados a recabar información de inteligencia, se encuentra en un momento de auge comparable al de los aviones no tripulados. Ellos también podrían cumplir un rol protagónico en los conflictos armados del futuro.

Mientras que los políticos del mundo buscan reducir el gasto militar, el interés por los dirigibles no deja de crecer… En noviembre, Aerostar International de Sioux Fall, recibió una orden de 1,8 millones de dólares por 36 zepelines que serán destacados en Irak. Pero Afganistán podría ser un mercado aún mayor. Esto es porque resulta difícil conseguir imágenes satelitales en los valles de un país montañoso. Como consecuencia, los dirigibles se colocan a alturas que se emplean para enviar información a los satélites.

La primera ventaja de los dirigibles es el precio, tanto de fabricación como de hora de vuelo, inferior al de los aviones no tripulados Predator, Reaper o Global Hawk (volar un drone cuesta entre cinco mil y 26 mil dólares la hora, y su construcción va de los 4,5 millones a los 35 millones). También el ilimitado tiempo que pueden pasar en el aire es una ventaja, mientras que las últimas generaciones de aviones no tripulados no superan las 30 horas por misión.

Los dirigibles operan fuera del alcance de las ametralladoras y de los lanzagranadas. Inclusive si son alcanzados, no explotan pues el gas de helio que los mantiene en el aire no es inflamable (después del famoso accidente del Hindenburg en 1937, los ingenieros dejaron de emplear hidrógeno). Es más, pueden permanecer en el aire aunque se pinchen, pues la presión del helio dentro del dirigible es igual a la del aire fuera. En 2004, un dirigible se soltó en el norte de Bagdad y comenzó a avanzar hacia Irán. Los cazas de EEUU tuvieron problemas para derribarlo.

Los dirigibles son capaces de cargar hasta 20 kilogramos de equipos que incluyen radares y cámaras térmicas. Envían imágenes de posiciones enemigas a docenas de kilómetros de distancia, de día y de noche. Durante las dos grandes guerras del siglo XX fueron empleados por los EEUU para conducir ataques. Luego se usaron con fines principalmente civiles.

Si se cumplen las predicciones de The Economist, lo que en este blog bautizamos como el “paradigma Gaza”, daría un paso hacia su consolidación y multiplicación a nivel mundial. De un lado: una población que vive en la postergación material. En medio: un muro o frontera fuertemente protegido, vigilado gracias a las últimas tecnologías. Entre ambos escenarios: aviones no tripulados que realizan misiones para atacar a grupos insurgentes.

Como hemos visto en estas páginas, Israel ha sido pionera en el desarrollo y empleo de aviones no tripulados y de zepelines. La guerra de 2006 contra Hezbolá fue la primera en que los drones se usaron de forma masiva. Quizás la expansión del “paradigma Gaza” explique en cierta medida que Israel se haya convertido en el cuarto exportador mundial de armamento.

Un modelo probado, desarrollado y con garantía de calidad, que se exporta no sólo a zonas en conflicto, sino también a fronteras como la que separa a Estados Unidos de México y tantas otras que se han blindado en los últimos tiempos. Más de veinte países cuentan con dirigibles en estos momentos.

El «paradigma Gaza»: miseria y robots en el campo de batalla

En 2003 no había ni un sólo robot en los conflictos de Irak y Afganistán. Ahora hay más de 12 mil. Algunos analistas afirman que estamos apenas en los albores del desarrollo y empleo de estos ingenios. Señalan al año 2025 como fecha estimada en que las fuerzas armadas de EEUU serán «mayoritariamente robóticas».

Cada día llegan más imágenes que dan testimonio de esta presencia de los robots en los campos de batalla. Ya hemos visto en este blog la curiosa relación que los soldados establecen con ellos al ponerles nombres y hasta darles condecoraciones.

Dos soldados de la Cuarta División de Infantería, en la base Hawk de Irak, practican con un PakBot, del que hay unas dos mil unidades en el terreno y que es fabricado por la empresa iRobot, que fuera del ámbito militar también desarrolla robots caseros, de escaso éxito hasta el momento, como la Roomba 532, que es una suerte de aspiradora inteligente.

La sargento Kasandra Deutsch enseña a soldados iraquíes del Noveno Regimiento de Ingenieros la fuerza del robot TALON, que al igual que el PackBot es empleado para detonar explosivos.

En 2007 se confirmó la presencia en Irak de los primeros robots armados. De la familia del TALON surge el SWORD, que lleva una ametralladora ligera M249. La empresa que lo fabrica, al igual que a otro robot armado llamado MAARS, niega en su página web supuestos casos en que los SWORD dispararon a los propios soldados de EEUU.

En la categoría de los robots se suele incluir a los aviones no tripulados. Los Predator y Reaper, a los que se acaba de agregar una tercera generación aún más letal, son los que realizan la mayor parte de las operaciones de la CIA en Pakistán, con una cifra de efectividad y de bajas entre civiles muy cuestionada.

En la fotografía se ve al artificiero Jerry Reidy, del 73 Regimiento de Caballería, lanzar un drone RQ-11 Raven durante el curso de entrenamiento. Los Raven se lanzan antes de las misiones para anticipar cualquier peligro que pueda esperar a los soldados en el trayecto.

Futuro y debate

Bill Gates comparó recientemente el momento de desarrollo, próximo a un gran salto cualitativo, en el que se encuentran los robots, con la situación en la que estaban los ordenadores a principios de los años ochenta.

Poco tiempo pasa sin que alguna revista especializada anuncie la aparición de un nuevo ingenio de esta clase. El último en salir a escena se llama Ember. Lo fabrica también iRobot. Apenas supera en tamaño a un libro de bolsillo y funcionaría en red, como un regimiento de arañas que antecederían a los soldados en el acceso a una zona o vivienda peligrosa.

Lo que también continúa en alza es el debate legal y ético del uso de los robots en la guerra, que ya hemos discutido aquí. Hace unos días, el profesor de filosofía Peter Asaro, afirmaba con entusiasmo que los robots podrían saber distinguir mejor entre enemigos y civiles, por lo que podrían reducir los llamados daños colaterales.

Peter Singer, uno de los mayores especialistas en robots, autor del libro Wired for War, le respondió con ironía que si es por poder, él también «podría ganarse la lotería» o «vencer a Lebron James en un duelo de baloncesto».

Lo que no está en discusión es una realidad a la que podríamos llamar el «paradigma Gaza». Las últimas tecnologías del siglo XXI empleadas para luchar contra insurgentes que se mueven en escenarios como Gaza o Afganistán, donde la población carece de electricidad, de agua corriente y vive en niveles de postergación propios del Medioevo.

El debate ético sobre el creciente uso de los robots en la guerra

Autor del libro Wired for War: The Robotics Revolution and Conflict in the 21st Century, P.W.Singer es uno de los mayores expertos en el uso de los robots en los campos de batalla, cuestión que hemos abordado de manera recurrente en este blog.

En un artículo publicado recientemente en The Wilson Quaterly, describe el aumento exponencial del empleo de estos dispositivos:

Cuando las fuerzas de EEUU fueron a Irak en 2003, no tenían un solo robot en el terreno. Para el final de 2004, el número ascendía a 150. Para el final de 2005, con 2.400 unidades, cifra que duplicó al año siguiente. Para el final de 2008, se estimaban en 12.000 las unidades destinadas al terreno. Y todas estas son armas de primera generación.

Esta realidad lo lleva a establecer una relación con la primera guerra mundial, cuando entraron en escena tecnologías que hasta poco tiempo antes no habían existido más que en la imaginación de escritores de ciencia ficción como Julio Verne y H.G. Wells.

Al igual que ahora, esos cambios generaron una serie de necesarios cuestionamientos no sólo estratégicos y militares, sino también políticos, legales y éticos:

Por ejemplo, EEUU y Alemania diferían en la interpretación sobre cómo la guerra entre submarinos debía llevarse a cabo, lo que empujó a EEUU entrar en la guerra. Del mismo modo, los aviones probaron ser útiles para descubrir y atacar a tropas a grandes distancias, pero también dieron lugar al bombardeo de ciudades y otros sitios, lo que llevó el combate al propio frente.

Uno de los aspectos que preocupan a Singer sobre esta evolución es que la guerra ejecutada a control remoto se vuelva «demasiado fácil, demasiado tentadora» para los soldados. Preocupación que planteamos en este blog desde Gaza, Líbano o Afganistán al ver las consecuencias de los ataques de los aviones no tripulados.

Hace más de un siglo, el general Robert E. Lee observó: «Es bueno que encontremos la guerra horrible, de otro modo nos podremos aficionar a ella». No pensaba que algún día los pilotos harían la guerra yendo a trabajar cada mañana en su Toyota híbrido a un cubículo desde el que dispararían misiles a miles de kilómetros de distancia para volver a tiempo para asistir al entrenamiento de fútbol de sus hijos.

Mientras que nuestras armas están diseñadas para tener mayor autonomía, surgen importantes preguntas. ¿Pueden los nuevos armamentos distinguir al amigo del enemigo? ¿Qué leyes y ética aplicamos? ¿Qué «mensaje» reciben los que están del otro lado? Finalmente, ¿cómo controlaremos los seres humanos a estas armas que son mucho más rápidas e «inteligentes» que nosotros?

Con el año 2025 como fecha estimada en que las fuerzas armadas de EEUU serán «mayoritariamente robóticas», analizaremos en próximas entradas las respuestas que otros analistas, como David Axe, que también escribió un libro sobre el tema, han dado a las preguntas planteadas por Singer, y describiremos algunos de los robots y experiencias que resultan más preocupantes…

El primer robot cuadrúpedo ya se entrena con soldados de EEUU

Podría escribir acerca del plan del gobierno de Israel para construir 73 mil nuevas viviendas para colonos judíos en territorio palestino, violando así una vez más el derecho internacional y situando aún a mayor distancia cualquier posibilidad de terminar con la ocupación. ¿Alguien dijo que desea la paz?

Podría escribir sobre los 3.561 millones de euros que los representantes de decenas de países acaban de donar a Gaza, sin decir demasiado sobre el embargo material y humano que padece esa vergonzosa prisión a cielo abierto que es la franja. ¿Ir a la causa del problema?

Mejor pagar y esperar seis años a que se reconstruya todo lo que se destruyó en apenas 22 días, si es que antes Israel no decide desplegar nuevamente su furia y hacer así, una vez más, que el dinero de nuestros impuestos se evapore bajo los misiles Hellfire. ¿Silencio cómplice?

Pero como se trata de otra vuelta de tuerca de la misma hipócrita negación de la legalidad internacional que llevamos 41 años presenciando, mejor escribir sobre los robots, ya que, por ahora, son algo hasta simpático. Aunque las palabras del analista militar Peter Singer suenen apocalípticas, seamos cautos y esperemos a descubrir qué nos depara el futuro.

Así presenta la compañía Boston Dynamics a uno de sus proyectos más ambiciosos, el BigDog:

Es un robot cuadrúpedo que camina, corre, escala y lleva pesadas cargas. BigDog es impulsado por un motor de gasolina que maneja un sistema de acción hidráulica.

En realidad, deberían haberlo llamado BigMule, porque eso es lo que parece, una gran mula. Pero quizás pensaron que la palabra perro suena propia de un escenario bélico: Dogs of War, Devil Dog…

Las piernas del BigDog se articulan como las de un animal, y tienen elementos que absorben y reciclan la energía de un paso al siguiente… Mide un metro de largo, 70 centímetros de alto y pesa 75 kilogramos.

Ya en 2004 recibimos las primeras noticias de la gestación de BigDog. Y a lo largo de este tiempos hemos visto cómo el pequeño iba superando nuevos retos. La compañía madre nos mostró los vídeos de sus progresos: recibir patadas, caminar sobre piedras y subir cuestas, bailar al ritmo ochentero de Herbie Hanckok (¡que en su momento parecía futurista!), y abrirse paso a través de la nieve atiborrado de maletas. Fuentes de la misma ya han confirmado a este blog que lo póximo será el vídeo de la comunión de la criatura, con traje de marinerito y todo.

BigDog está siendo desarrollado por Boston Dynamics con el objetivo de crear robots que tengan movilidad por terrenos duros, y que puedan ser llevados a cualquier lugar en la Tierra a los que puedan ir personas o animales. Este programa es financiado por la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa(DARPA).

Efectivamente, esta empresa ha recibido 40 millones de dólares del Departamento de Defensa de EEUU para llevar adelante este robot que, a diferencia de los vehículos de dos ruedas, da la impresión de ser capaz de acompañar a los soldados a cualquier parte, como demuestra el último vídeo de la compañía, grabado en Fort Benning, Georgia, en lo que sería la antesala se su despliegue en la guerra:

Estábamos al tanto del uso de decena de unidades del iRobot PackBot 510 para la detonación de bombas en Irak. Sabíamos de otros ingenios parecidos, aunque más pequeños, de Boston Dynamics: LittleDog (el perrito), RHex (la araña), Rise (la otra araña). Pero el BigDog, un trasto ciertamente impresionante, por sus dimensiones y objetivos va mucho más allá.

Lo que uno se pregunta, humildemente, es si no sería mejor emplear las entrañables mulas de toda la vida. No consumen gasolina, sino paja que por sí solas reciclan en combustible. No hacen tanto ruido (bueno, a veces). Los talibanes las usan para transportar sus RPG 7 y sus ametralladoras dushka, y parece que no les va tan mal. Más de uno en Washington dice que están ganando la guerra.

En taxi a la guerra (una oportunidad ante la crisis)

Los primeros instantes en un país que no se conoce suelen ser de los más estimulantes. Ávido por comprender, por conocer, el visitante absorbe cada detalle del nuevo destino. Hasta el gesto más insignificante subyuga su interés. Después, la mirada se cansa y la capacidad para asimilar información va mermando. Sólo en momentos puntuales vuelve a recuperar esa lucidez, esa hipersensibilidad cognitiva.

Recuerdo con precisión el desembarco en cada uno de los destinos que fatigamos en Viaje a la guerra. El recorrido desde el paso de Erez hasta la ciudad de Gaza, con el estruendo de las bombas israelíes de fondo, el polvo, el calor, la miseria y las montañas de basura.

La autopista del aeropuerto de Beirut, después de la guerra, con los puentes incompletos, tumbados, y los grandes afiches de Hezbolá proclamando su victoria divina. Otro tanto de Sudán, Uganda, Etiopía o las favelas de Río de Janeiro (con el intrépido Cícero al volante).

De este año: el trayecto desde el aeropuerto Jomo Keniatta hasta el hotel 680 de Nairobi cuando el país seguía hundido en la violencia tribal. O el arribo a Kabul, ciudad de muros, soldados en cada esquina, mercenarios en todoterrenos con los cristales tintados y la amenaza latente de atentados suicidas.

O la entrada al Congo, con sus carreteras plagadas de baches y sus policías corruptos en las rotondas, vestidos de amarillo como canarios y pidiendo sobornos a cuantos conductores caían en sus manos.

La narración del conductor

En cada uno de estos desplazamientos iniciáticos siempre ha habido un compañero insoslayable: el taxista de turno, al que le caen las primeras preguntas: ¿cómo está la seguridad? ¿Cómo va el país? Y que éste, que en rara ocasión deja de chapucear algunas palabras de inglés o francés, intenta explicar al viajero. Nunca falla: al llegar al hotel saca su tarjeta y ofrece servicios de día completo, para lo que haga falta.

A la vuelta sucede lo mismo. Ese taxista que me recoge en Barajas y que me lleva de regreso a casa – ese taxista de mil rostros, más o menos locuaz, pero que casi siempre escucha la Cope – es el que da la temperatura de la situación.

Recuerdo que a partir de mayo sus descripciones empenzaron a hacerse más lóbregas. Fueron los primeros en hablar del descenso de pasajeros, de la merma en la capacidad de gasto, de incorporar a su vocabulario esa palabra que hoy parece ser la única que nos ha quedado en el diccionario de nuestro diálogo colectivo: crisis.

Esas miradas de desazón que encontraba en los ojos que veía a través de tantos espejos retrovisores en el extranjero comenzaron a hacerse también habituales en esta parte del mundo. Tanto es así que en los últimos regresos preferí no preguntar, no enfrentarme ya de entrada con esa nube de malestar compartido que pende sobre nuestras cabezas, que empalidece nuestro ánimo, con sus cifras de despidos, de caída en el consumo, de falta de confianza.

Tierra de oportunidades

La crisis está siendo especialmente dura para los que se han encontrado sin esperarlo en el paro, con sus sueños y proyectos varados, truncados.

Pero la crisis es también una tierra de oportunidades, no sólo para los que tienen liquidez y aprovecharán, como suelen hacer en estos momentos de contracción económica, para comprar acciones y propiedades a precio de ganga, para cancelar sus deudas, en definitiva: para invertir a sabiendas de que vendrán tiempos mejores y de que se harán aún más ricos.

La crisis es una oportunidad para todos. También para los trabajadores de pie, que somos los que nos llevaremos la peor parte de esta historia. Resulta innegable que hemos vivido en España años de excesos, de creer que estábamos ungidos por una suerte de derecho divino a una prosperidad desmedida. Nuevos coches, nuevas casa, compras compulsivas, deudas poco meditadas en sus dimensiones y consecuencias.

Para bien o mal, hoy estamos más en sintonía con los problemas del mundo. Esa nube de malestar, de pesimismo, que nos sobrevuela, es el día a día de miles de millones de personas en África, en América Latina, en Asia. La losa de la duda, del miedo, de la desazón, con la que viven desde que nacen.

Los caminos se bifurcan. Podemos mirar hacia otra parte, centrarnos en nuestros propios problemas. O podemos levantar la vista, sentirnos partes de un destino común con el resto del mundo, y comenzar a construir las cosas de otra manera: de forma más sensata, justa con las necesidades ajenas, respetuosa con el medio ambiente. Creo que sería un buen deseo en estos días de encuentro familiar, alto en el camino y reflexión…

Las armas láser desembarcan en la guerra

H. G. Wells fue, junto a Julio Verne, uno de los escritores con mayor talento para predecir los desarrollos técnicos futuros de la humanidad. Hombre de izquierdas, dio además un sentido moral a sus obras. En “La máquina del tiempo” abordaba la lucha de clases. En “La guerra de los mundos” criticaba al imperialismo británico. En “La isla del doctor Moreau” se preguntaba sobre los límites éticos de la ciencia.

Hoy, otro de los inventos vislumbrados por Wells se ha hecho realidad: el armamento láser. Armas que en nuestro imaginario colectivo más latente relacionamos con “La guerra de las galaxias”, la saga cinematográfica inspirada en la teoría sobre la gestación de los mitos articulada en 1949 por Joseph Campbell en su libro «El héroe de las mil caras«.

Según informa The Economist, en algún teatro de operaciones ya se está usando el Zeus. Un dispositivo conocido en la jerga militar como “armamento de energía directa” que emplea un rayo láser para hacer detonar los explosivos que la insurgencia suele colocar al costado de las carreteras, como en Irak y Afganistán. Hasta el momento se utilizaban lanzagranadas para cumplir con esta función, pero el haz de energía resulta mucho más preciso y seguro.

Contra el fuego enemigo

Sin embargo, el desarrollo de estas armas no se queda allí. La empresa Raytheon lleva años trabajando en el programa LADS (Laser Area Defence System). Un sistema que detecta y destruye los proyectiles enemigos cuando éstos entran en el área de defensa de las tropas.

La página web Defense Tech señala que Raytheon ya habría alcanzado la potencia láser necesaria para destruir un pieza pequeña de mortero, de 60 mm, aunque sin haber llegado aún a los 100 kilovatios que se consideran el umbral indispensable para el funcionamiento de estas armas. Un vídeo de la compañía parece dar muestras de este avance.

Raytheon, con base en Massachussets, más de 72 mil empleados y una facturación anual de 21 mil millones de dólares, es fabricante también del sistema Phalanx, que realiza la misma labor de defensa pero con morteros, lo que requiere el empleo de una gran cantidad de munición.

De la defensa al ataque

Otro proyecto en desarrollo es el ABL (Airborne Laser). Sus responsables son Boeing, Lockheed Martin y Northrop Grumman. El ABL utilizará rayos láser que se generan con elementos químicos para terminar con misiles de largo alcance desde aviones Boeing 747, por lo que es hijo en buena medida de la famosa Guerra de las galaxias de Ronald Reagan.

Pero lo que más preocupa es el programa ATL (Advanced Tactical Laser), una iniciativa de Boeing y de las Fuerzas Aéreas de EEUU, que pasa ya de la defensa al ataque.

En el sector de la defensa casi nadie habla abiertamente de sus consecuencias. ¿Permitirá freír de forma instantánea a las fuerzas del enemigo? ¿Tiene algún sentido invertir cientos de millones en esta clase de armamento dada la fisonomía de los actuales conflictos, donde los enfrentamientos entre ejércitos regulares parecen ser algo del pasado? ¿Tendremos en el futuro campañas internacionales para pedir su prohibición, como sucede con las minas antipersona y las bombas de racimo?

Lamentablemente, la industria armamentística – dotada de tanto secretismo como de presupuestos multimillonarios – va siempre varios pasos por delante de la legalidad internacional. Y ni siquiera contamos con Wells para que nos cuente el final de esta historia…

¿El final de la guerra en Sri Lanka?

A lo largo de los últimos meses, las noticias han ido señalando las progresivas victorias del Ejército de Sri Lanka sobre los rebeldes del movimiento separatista Tigres de la Liberación Tamil Eelam (LTTE). Noticias difíciles de verificar, pues el acceso a la zona está prohibido a fuentes independientes.

Sin embargo, quienes han logrado salir de allí señalan que los puestos de resistencia de los rebeldes, que en 2005 ya perdieron el Este de la isla, han ido cayendo uno a uno y que ahora éstos se encuentran cercados en Kilinochchi, el cuartel político de la organización y capital de la autoproclamada Tamil Eelam (patria tamil).

Entre las derrotas más destacadas se halla la ciudad de Pooneryn, en la costa occidental, que los Tigres Tamiles empleaban para recibir armas desde el estado indio de Tamil Nadú y para atacar con morteros a la norteña península de Jaffna, controlada por el gobierno y deslindada del resto del país durante 15 años.

De ser así, el final de esta guerra silenciosa, que lleva casi tres décadas y que no sucumbió a diversos acuerdos de paz como el 2002, o como el patrocinado por Noruega que se rompió el pasado mes de enero, podría encontrarse muy próximo.

Nuevos escenarios

La hipotética caída del líder de los tigres tamiles, Velupillai Prabhakaran, sería una buena nueva dado los brutales métodos de este hombre de 54 años, responsable de orquestar atentados suicidas en Colombo, de reclutar a niños soldados, de aterrorizar a su propia población y, según la India, de estar detrás del asesinato de Raijv Gandhi en 1991.

Una supuesta victoria de los cingaleses permitiría asimismo llevar ayuda humanitaria a las más de 200 mil personas desterradas por la guerra, que en estos momentos están sufriendo las consecuencias de unas inundaciones que han destruido al menos seis mil casas. Lluvias que también están desplazando las minas antipersona de lugar, lo que agrava aún más la situación, según informa Al Jazeera.

Pero como bien señala el último número de The Economist, esta victoria militar carecería de sentido si Sri Lanka no escucha al menos en parte las reclamaciones de la minoría tamil. Una reforma constitucional que la haga más inclusiva para enmendar los errores fundacionales del país, repudiada por muchos aunque respaldada por el presidente Mahinda Rajapaksa, resultaría vital para cementar una paz justa y duradera.