Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Sobre cómo falsificar a un falsificador de Nike y Adidas (2)

“Para hacer un par de zapatillas demoramos una hora y diez minutos. Lo hacemos todo de forma artesanal: cortamos, pegamos, cosemos nosotros”, continúa Oscar, cuyas imitaciones de Nike y Adidas parecen perfectas a simple vista. “Hay algunos tejidos que no trabajamos, pero casi toda zapatilla que me traigas te la hago idéntica. ¡Mejor todavía que el original!”.

Su pasado como zapatero lleva a Oscar a experimentar con modelos de su propia cosecha, a los que también coloca los logos de Nike y Adidas. Estos también parecen atractivos y bien hechos. ¿Por qué la necesidad entonces de asociarlos fraudulentamente a una gran marca? ¿Por qué no crear su propia línea comercial?

“Porque los chicos quieren la marca. Pueden comprar una zapatilla sin marca para estar en su casa, pero para salir a laburar o para ir a bailar con la novia quieren unas Nike y unas Adidas”, explica Oscar. “La publicidad los bombardea con imágenes de deportistas de éxito. Y los chicos de los barrios pobres no pueden pagar los 600 pesos (120 euros) que les cobran en un shopping. Nosotros se las vendemos a 50 pesos (10 euros)”.

La pasión de Oscar por desarrollar sus propios modelos, lo ha llevado a una situación no poco paradójica: ahora es él al que imitan. “Ves estas zapatillitas de mujer”, me dice y me muestra una estantería (que aparece en la fotografía). “Nike no tiene un modelo así, este es un invento mío, que tiene muchísimo éxito”.

Tanto éxito que otros talleres clandestinos que proveen a mercados como La Salada han comenzado a imitarlo.

– ¿Y tú qué haces?

– Yo les digo que si no dejan de copiarme van a terminar en el río Reconquista – responde y se ríe.

– ¿No te parece contradictorio?

– No, ¿por qué? Esas zapatillas las inventé yo.

En la próxima entrada la entrevista a Roberto Porcel, especialista en marcas, que hablará de los talleres clandestinos y de La Salada.

Foto: HZ

Sobre cómo se falsifican unas zapatillas Nike o Adidas (1)

“Cuando nos quedamos sin logos y etiquetas de Nike o de Adidas llamamos a un número de teléfono y pasa una camioneta que nos los trae. No sabemos quién es esa persona ni de dónde los saca”, explica Oscar, mientras camina entre las máquinas de su taller clandestino de zapatillas. Un universo de claroscuros y silencios, situado en los márgenes de la sociedad, que recuerda en cierta medida al que Roberto Saviano describe en el libro “Gomorra”.

“Yo era zapatero. Fabricaba y tenía tiendas en Floresta. Me iba muy bien. El menemismo, con sus importaciones baratas, me arruinó”, continúa Óscar. “Bueno, no sólo a mí. Hubo muchísimas personas que habían pasado la vida haciendo zapatos y que terminaron trabajando de albañiles o de obreros para no morirse de hambre”.

Como vimos en anteriores ocasiones, el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) aplicó un drástico programa de ajuste de corte neoliberal – desmantelamiento del Estado de bienestar, privatizaciones de sectores estratégicos, reducción de aranceles a las importaciones, mantenimiento por ley de la paridad entre el dólar y el peso -, que destruyó cientos de miles de puestos de empleo y aumentó exponencialmente la pobreza en Argentina.

“En el año 2000 comencé a fabricar zapatillas en una habitación, con la ayuda de mi familia. Poco a poco fui creciendo. Ahora tengo esta casa, un depósito que estamos construyendo atrás, en el patio. Y espero que todo siga prosperando”, explica Oscar, que tiene en el controvertido mercado de La Salada a uno de sus mayores clientes. “Trabajamos catorce horas al día. Toda la semana. Incluidos sábados y domingos”.

De las paredes del taller de Oscar cuelgan almanaques con fotos de mujeres desnudas y herramientas que se suceden entre estanterías atiborradas de telas, moldes de madera y plantillas de caucho. Sobre cada una de las máquinas de coser hace equilibrio un tubo de neón suspendido apenas por alambres. El aspecto general del taller, en el que prima el olor a goma y pegamento, es de precariedad, por lo que no desentona con el entorno: una de las barriadas más postergadas y violentas de la provincia de Buenos Aires.

Foto: HZ