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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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El dinero de los piratas en Nairobi

No sabría decir cuántas veces he escuchado hablar en los viajes de los últimos cuatro meses a Nairobi sobre el dinero de los piratas, pero puedo asegurar que no han sido pocas. Para algunos habitantes de la capital keniana, cada nuevo edificio que se construye, cada gran negocio que se abre, lleva detrás inversiones conseguidas gracias al secuestro de barcos.

“Ves a hombres de negocios somalíes por todas partes, por sitios donde nunca antes los habías visto”, me comenta un amigo que lleva años en Nairobi y que sigue de cerca la realidad en la vecina Somalia.

Escuchar sus palabras te sugestiona, te hace formar parte de esa suerte obsesión colectiva, y ya si ves a un grupo de jóvenes somalíes en la puerta del Black Diamond mascando mirá a bordo de un Mercedes Benz, te dices que están relacionados con la piratería. Lo mismo si te cruzas con un grupo de somalíes en la quinta planta del hotel Stanley.

Algunos periodistas han investigado esta vertiente del dinero de la piratería que en buena medida es natural por la cercanía entre ambos países, por los porosa que es la frontera (aunque las autoridades kenianas la hayan cerrado), por la presencia de una vasta comunidad de emigrantes somalíes y por la corrupción que impera en Kenia, donde todo parece tener precio.

Eastleigh y la prensa

Shashank Bengali, en The Seatle Times, entrevista a un supuesto pirata retirado en el caótico barrio de Eastleigh, conocido también La pequeña Mogadiscio porque vive allí buena parte de la diáspora somalí.

Ali Abdinur Samo es el nombre del pirata que se habría escapado a Kenia desde Bosaso siguiendo el consejo de sus padres. Ahora comparte piso con otros ex piratas y está pensando en qué invertir lo que le quedó, tras entregar parte a su consternada familia, de los 116 mil dólares que ganó en dos secuestros.

En su reportaje, Bengali cita la opinión de un experto, Stig Jarle Hansen, que confirma que el dinero de los piratas se está invirtiendo en Kenia. Después se desplaza a una oficina de hawala, cuyo empleado le dice que a lo largo de los últimos meses ha recibido diez millones dólares. Es más, el pasado viernes un cliente se fue con medio millón en los bolsillos.

En Pirates, su último libro, Ross Kemp describe cómo funciona el hawala, y habla de que se podría haber empleado para pagar rescates, así como para comprar armas:

Es un sistema sencillo, que se basa enteramente en la confianza. Si el que envía el dinero pierde el dinero no tiene documento legal que lo avale. Es más, hawala funciona completamente fuera del sistema bancario internacional. Y es enorme. Según la ONU, mueve entre 100 mil y 300 mil millones de dólares cada al año. De estos, 15 mil millones se dirigen a la India, siete millones a Pakistán y menos de mil millones a Somalia.

Hawala es popular por una serie de razones. Es más barato que emplear un banco, pues los agentes del hawala cobran menos que los banqueros. Pero lo más importante es que estos hombres no hacen preguntas. Además no guardan registros de las operaciones realizadas por individuos, sino los montos generales que deben a otros corredores de hawala… Así es cómo fue empleado para financiar acciones terroristas y otras actividades ilegales, y los EEUU pidieron mayores regulaciones después del 11S.

Entre mito y realidad

Por su parte, Amos Kareithi, periodista de The Standart, realiza una investigación sobre la forma en que el capital somalí se está invirtiendo. Da cuenta de la fiebre de construcciones que están teniendo lugar en Eastleigh, y que salta a la vista para quien recorre el barrio con asiduidad. Lo mismo afirma con respecto a la ciudad de Mombasa.

Lo único que parece fallar en todas estas teorías es la cantidad de dinero que genera la piratería. Se estima que el año pasado los rescates alcanzaron entre 100 y 150 millones de dólares. O los piratas saben invertir muy bien su dinero y multiplicarlo rápidamente, o no parece que sea una suma suficiente para tener el impacto que muchos vislumbran en la economía de la capital keniana, que tiene un PIB de 57 mil millones de dólares. Más aún si se tiene en cuenta que en las negociaciones de los rescates también participan intermediarios en Londres y Dubai.

Por otra parte, aunque Somalia lleve 17 años en guerra, los clanes han sabido conservar viento en popa algunos negocios como el tráfico de qhat y la armas, según da cuenta Peter D. Little en su obra Somalia: Economy Without State. Así que resulta difícil saber cuál es la verdadera procedencia de las inversiones somalíes.

Sí es de suponer que los ingresos de la piratería hayan revolucionado la fisonomía de la ciudad de Eyl, como ya hace meses comentamos en este blog, donde ha generado una industria de la que viven centenares de personas. También que los piratas de a pie, los “soldados” o “mano de obra”, que dividen entre sí un 30% de lo ganado, huyan a Nairobi y lo inviertan. Qué hacen con su dinero quienes financian los ataques, resultan difícil de saber.

Lo que parece ser cierto es que las teorías sobre Nairobi responden a ese halo de fascinación que genera la piratería, que nos lleva a dedicarle montañas de textos, mientras que el verdadero drama, la guerra en Somalia, apenas recibe atención.