Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Entradas etiquetadas como ‘difunta correa’

En las rutas de la Difunta Correa

Una mujer a cuyo marido las huestes montoneras obligaron a ir a a la guerra entre unitarios y federales allá por 1840. Y que en un arrebato de amor – y para huir del acoso del comisario local – se lanzó a perseguirlo. Un viaje no demasiado bien planificado, todo sea dicho, pues la mujer, que llevaba a su hijo en brazos, terminó por perderse en los desiertos de la provincia argentina de San Juan para morir de sed.

Altar a la Difunta Correa en una carretera de la provincia argentina de Córdoba (Por Hernán Zin)

Quizás lo más curioso de la historia es que esta mujer con tan poco tino para la orientación terminaría convirtiéndose, un siglo más tarde, en una figura de culto y devoción para los camioneros de Argentina y Chile, que le hacen altares junto a la carretera. Afortunadamente, existe otro dios al que rinden pleitesía casi a diario: el GPS. Gire en la próxima a la derecha. Amén.

No, Deolinda Correa, que así se llamaba, no pasó a la posteridad por su escasa destreza para los viajes sino porque cuando la encontraron muerta debajo de un algarrobo, el bebé que llevaba en brazos aún seguía con vida. Continuaba amantándose de los pechos de la difunta Correa, por los que manaba leche según contaron los tres arrieros riojanos que la encontraron.

La enterraron allí mismo, en un paraje conocido como Vallecito, perteneciente a la actual provincia de San Juan. Lugar al que algunos paisanos de la zona empezaron a peregrinar tras conocerse el supuesto milagro de la leche postportem. Hoy, en Vallecito, hay 17 templos dedicados a la que es conocida como la Difunta Correa. Y más de un millón de personas los visitan cada ańo. Las fechas claves: el Día del Camionero, Semana Santa y el Día de los Difuntos.

Lo que más se suele omitir del relato es que el hijo de Deolinda Correa murió al poco tiempo de haber sido rescatado de sus manos.

Ranking santero

Décimo día del segundo rodaje que dirijo este año para Televisión Española en Argentina, y cuyo resultado espero que pueda ver en enero. Recorremos parte del sur de Argentina. Luego nos dirigimos la centro del país, a Córdoba y San Luis. Y ahora estamos en ruta hacia la provincia del Chaco, vecina a Paraguay.

Esta mañana, por primera vez nos encontramos con un altar de la Difunta Correa. Montañas de botellas de plástico que los devotos le dejan para pedirle milagros. «Cada día se ven menos altares», me explica uno de mis acompañantes.

Lo que podría parecer una razón de alegría, pues todo retroceso de la superchería y el pensamiento mágico es siempre celebrado por quien escribe estas palabras, en realidad no lo es ya que el retroceso de la Difunta Correa ha sucedido como consecuencia del avance de otro santo pagano, el Gauchito Gil, a cuyos altares ya dediqué algún que texto aquí.

Figura también milagrosa, ausente asimismo de trasfondo moral, cuya única función es recibir pedidos de favores, el Gauchito Gil tenía defectos mucho más censurables que la mala gestión de los viajes: era un delincuente que, carente de valor para luchar en la guerra, había decidido huir del frente. Tiempo después lo cogieron y lo mataron.

Tras tomar fotos del altar de la Difunta Correa, volvemos al coche, solo para descubrir que se nos ha pinchado un neumático. Un par de horas más tarde, un pájaro se estampa contra el parabrisas. «Deberíamos haberle dejado algo de agua a la Difunta», dice uno de mis acompañantes sin tener en cuenta que además aquí, hoy, llueve a mares.