Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Celebración en Líbano ante la derrota de Fatah al Islam

En las calles de Beirut se escuchan bocinas, gritos de celebración. Los lujosos coches que suelen sucederse por rue Hamra, el corazón comercial de la capital del país de los cedros, en este momento avanzan haciendo flamear banderas del Líbano, blandiendo emblemas del Ejército.

Hace apenas dos horas la lucha entre el grupo terrorista Fatah al Islam y las fuerzas armadas libanesas llegó a su fin cuando los soldados gubernamentales mataron a los últimos 37 combatientes, y tomaron prisioneros a una docena, que desde hacía más de tres meses estaban atrincherados en el campo palestino de refugiados de Nahr al Bared.

“Son unos fanáticos, no tienen miedo a morir, por eso resisten de esta manera”, me explicó el jueves un ex militar británico, alto funcionario de Naciones Unidas en Líbano, en referencia a la tenacidad con la que los terroristas, no más de un centenar, estaban logrando resistir a los envites de todo un Ejército. “Y cuentan con la red de túneles cavados por la OLP en los años setenta, que se dice que recorren todo el campo”.

Para los más de 40 mil palestinos, que se habían visto obligados a abandonar el diminuto campo de apenas dos kilómetros cuadrados de extensión, es un motivo de alivio. Y en estos momentos, todas las televisiones, sean de la tendencia que sean, desde la pro gubernamental Future TV hasta Al Manar, la cadena de Hezbolá, muestran a los vecinos caminando por las inmediaciones de Nahr al Bared, saludando a los soldados, acercándose a ver los restos de la destrucción.

Pero no sólo para los palestinos esta victoria resulta una razón de alivio ante el final del asedio al campo en el que viven desde 1948, también para todos los libaneses, pues se ha tratado del peor episodio de violencia interna desde que la guerra civil terminara en 1990. En total ha costado la vida a 158 soldados y a más de cuarenta civiles.

En este pequeño y diverso país, cuya política interna está siempre plagada de preguntas sin responder, aún nadie parece saber a ciencia cierta de dónde ha salido Fatah al Islam. La versión más aceptada lo retrata como una facción palestina vinculada a Siria, ya que su cabecilla era el militante palestino Shakir al-Abssi (que parece que ha logrado huir del asedio militar). Según sus palabras, Fatah al Islam buscaba imponer la ley islámica en los campos de refugiados y luchar contra Israel.

Otras opiniones afirman que está vinculado al partido del desaparecido Rafik Hariri, que procuraba una milicia sunní para equilibrar la fuerza de Hezbolá, que es una organización chií. También está quien dice que fue EEUU quien armó a este grupo también para que hiciera frente a el Partido de Dios. De lo que no queda duda es de que sus integrantes son de distintas nacionalidades, y su ideología está ligada a Al Qaeda, con un discurso antioccidental e islamistas radical.

Esta victoria permitiría a los libaneses centrarse en el gran reto que los espera en el mes de septiembre: la elección de un nuevo presidente, lo que implicaría, según los reclamos de la oposición, una revisión de la ley electoral y de la forma en que se reparte el poder en este país. El candidato que hasta ahora podría salir ganador, el general Michel Suleyman, hasta el momento aceptado por todos, vería su imagen reforzada con esta victoria del Ejército.

Mi desembarco en Líbano hace tres semanas coincidió con un preocupante titular del periódico The Daily Star: “Grupos huidos de Nahr al Bared amenazan con atentados bomba por todo el país”. Lo único que queda ahora preguntarse es si los militares han terminado su trabajo, o si, una vez más, como tantas veces en el pasado, la paz resulta una mera ilusión que las células aún activas de Fatah al Islam se encargarían de hacer saltar por los aires.