Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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«Éste es el palo con el que el LRA asesinó a mi mujer»

Saludamos al reverendo Egbon Rute que, sin darnos tiempo a que le formulemos pregunta alguna, coge una lánguida rama de árbol, se inclina sobre la tierra y comienza a dibujar un mapa. “Aquí está Congo”, exclama con voz rota y elocuente, curtida en innumerables sermones dominicales.

“Aquí está Uganda, aquí Sudán y aquí la República Centroafricana”, prosigue febril, infatigable, a los 69 años (edad poco habitual en esta zona del mundo asolada por medio siglo de guerras y hambrunas).

“El LRA entró por aquí. En el camino mató a un joven que se llamaba John, de 22 años. Hirió a otro, Peter Mark, de 21 años. El tercero, Justice, logró salir corriendo. Tenía 22 años también”, se adentra en el relato con una pasión por los detalles y una precisión que narrativa que nos dejan perplejos.

“Nosotros estuvimos toda la mañana en casa. Cuando nos enteramos por la noche de que el LRA había entrado, nos ocultamos en la selva. Al día siguiente volvimos. El LRA nos estaba esperando. Yo pude huir, pero ellos cogieron a mi mujer y a mi nuera”, se detiene el reverendo, perteneciente a la diócesis de Nzara, y se mete en una choza de la que sale con un palo en la mano.

“Usaron a mi mujer y a mi nuera para que llevaran las cosas que habían robado de nuestra casa hasta el cuartel del LRA en Congo. Después quemaron mi casa y mi iglesia. A mi nuera la dejaron libre, pero a mi mujer la mataron con este palo. Le ordenaron que se recostara en el suelo y le pegaron en la cabeza. Aquí puedes ver las marcas de sus dientes”, nos dice blandiendo en el aire el trozo de madera.

* * *

A los dos días volvemos a las chozas de los familiares, situada en el mercado de Yambio, en la que vive el reverendo desde que el LRA quemara su casa y asesinase a su mujer el 7 de agosto de 2009. Lo encontramos sentado con el palo de madera en una mano y una biblia en la otra. Observa la lluvia que cae sobre la tierra.

Repite argumentos políticos que ya hemos escuchado en otros habitantes del sur de Sudán:

“El LRA recibe armas y dinero de Jartúm para desestabilizar al sur del país, para que en el 2011 no podamos votar en el referéndum de independencia. Siempre el norte nos ha estado oprimiendo. En 1965 nos querían imponer el Islam, por eso yo me fui a la selva a luchar con los rebeldes de Anyanya«.

“¿Qué le hemos hecho nosotros al LRA? ¿Qué problema tenemos los asande de Sudán con los acholi de Uganda? Ninguno. Los recibimos cuando Joseph Kony dijo que iba a firmar la paz. Nuestro presidente les dio dinero para comida, para pozos de agua. ¿Así nos pagan? ¿Matando a nuestra gente?”

Le preguntamos al reverendo Egbon Rute por el palo que guarda con tanto recelo. Queremos saber si no sería mejor meterlo en algún sitio y no seguir perpetuando el dolor por el asesinato de su mujer.

“Al contrario”, exclama. “Este palo es el símbolo del sacrificio de mi esposa, que era una gran mujer, con la que estuve casado cuarenta años y con la que tuve ocho hijos, por eso lo llevaré conmigo hasta la tumba, y luego lo tendrán sus nietos y sus bisnietos”.

Abre la Biblia y dice: “Este pasaje te ayudará a entender lo que quiero decir. Está en asande, pero lo traduzco al inglés. Pertenece al profeta Isaías, capítulo cuatro, versículos diez al trece”. Aclara la voz y la imposta, rabiosa y profunda: Don’t fear those how destroy the body. Fear those who can destroy the soul.

(Foto: HZ)