Me encontraba esta mañana en la Cruz Roja terminando un reportaje sobre víctimas de minas antipersona, cuando recibí una llamada de un oficial de prensa de las Fuerzas Armadas de EEUU en Afganistán. “Tengo buenas noticias, su solicitud ha sido aprobada, tiene que estar en la base de Bagram a las tres de la tarde”, escuché que me decía al otro lado de la línea.
Rápidamente volví al hotel, hice la maleta, pagué la cuenta y partí hacia la base de Bagram. La aprobación que recibí es para estar empotrado con una unidad entre cinco y diez días.
En la ruta que conduce de Kabul a Bagram: sol, viento, polvo, puestos de control de la ISAF, de la policía afgana. En algunas secciones: topadoras, camiones, que están construyendo una vía paralela, sólo para las fuerzas extranjeras, ya que se trata de un camino en el que se han producido numerosos atentados.
A lo lejos, las imponentes montañas que hablan de un Afganistán tan indómito como los nómadas kuchi, de la etnia pastún, que caminan por la estepa junto a sus animales, y que son las principales víctimas de las minas antipersona (la mayoría de lo que estaban esta mañana en la Cruz Roja eran kuchi).
A las dos horas de haber partido, finalmente Bagram, protegida por numerosas puertas, barreras, bloques de cemento y puestos de control. Aviones F16 que aterrizan, convoyes de humvees y vehículos blindados que pasan a toda velocidad. Y Amral, el conductor, y yo, que esperamos fuera a que nos venga a buscar el oficial de prensa. A nuestras espaldas, decenas de camiones que hacen cola para entrar con mercaderías.
Bagram, que tienen 13 mil soldados, parece una ciudad, con sus autobuses, sus tiendas y sus restaurantes: Burger King, Pizza Hut. Una ciudad militarizada en medio del desierto.
Otra perspectiva
Viaje a la guerra nació hace ya dos años con el objetivo de dar voz a las víctimas de los conflictos armados, porque creo que su realidad es la que mejor representa lo que significa el sinsentido de la violencia. Pero también porque en la prensa lo que suele primar son las declaraciones oficiales de los políticos, así como la visión de los militares, y lo que se encuentra en menor proporción es la visión de las mujeres, de los ancianos, de los niños, cuyas vidas se lleva por delante el poder.
En esta ocasión decidí que sería interesante también girar la lente y conocer a los soldados que están aquí (y que durante los dos últimos meses han sufrido más bajas que en Irak). Desde que he llegado a la base no he hecho más que hablar con ellos, especialmente en el espacio destinado para fumar, donde todo el mundo se ha mostrado amable y conversador.
Y espero que a partir de mañana, cuando salga al alba hacia la unidad con al que estaré “empotrado”, esta relación se haga más cercana, para conocer cómo ven la realidad, por qué están aquí, de dónde vienen, qué están haciendo, qué opinan del negativo progreso de esta guerra asimética.
Ahora vuelvo a la barraca donde estoy alojado, que se llama “Hotel California”. No sé si podré escribir este blog a lo largo de los próximos días. Haré todo lo posible, aunque me comentan que quizás ni siquiera tenga corriente eléctrica el lugar al que voy.
Creo que esta es una buena oportunidad para daros las gracias a todos, a los que estáis desde el principio y a los que os habéis sumado a lo largo del tiempo, por la compañía, la amistad y la complicidad. Por tantos mensajes, por tantas muestras de afecto. Es vuestra presencia la que sentido a esta iniciativa, a la que espero agregar, apenas sea posible, esta otra perspectiva, la de los soldados.