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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Vuelos de la CIA, detenciones y torturas en Afganistán

Es uno de los aspectos más perturbadores de la base de EEUU en el valle de Tagab, y seguramente de todas los FOB (Forward Operating Base) que tiene instaladas en la geografía afgana: el hecho de que son la última ramificación del sistema mundial de detención, traslado y, en probados casos como Abu Ghraib o Bagram, tortura, que la administración Bush ha montado a nivel planetario en su supuesta lucha contra el terror.

Un complejo laberinto de cárceles y vuelos secretos que viola la Convención de Ginebra, y que va desde la isla Diego García hasta la infame cárcel de Guantánamo.

Durante los diez días que este cronista estuvo en la base de Tagab, fue testigo de tres detenciones. Se trató de vecinos de la zona a los que los soldados estadounidenses acusaban de estar en connivencia con los talibán.

El primer caso: un hombre cuya señal de móvil fue interceptada desde el cuartel militar. Se cree que pasaba información a la insurgencia integrista de los movimientos de las fuerzas de EEUU.

Anunciaba cuando salían las misiones y el número de blindados o soldados de a pie que las conformaban. Según las declaraciones de varios soldados: era alguien a quién conocían, y que en algún momento había colaborado con ellos.

Los dos siguientes fueron presuntos cómplices del primero, que también habrían estado en comunicación con las fuerzas integristas que, lentamente, desde 2006, se han adueñado de una parte significativa del país. Al confiscar sus móviles se descubrió que habían marcado un número de teléfono que pertenece supuestamente a los talibán.

Procedimientos opacos

El procedimiento para las detenciones fue el mismo: cubrir la cabeza del reo, para que en teoría no pueda pasar información sobre las instalaciones de EEUU a los talibán, atarlo de manos y conducirlo al cuartel.

La normativa del Departamento de Estado prohíbe a los periodistas empotrados hacer fotos de miembros de las Fuerzas Especiales y de detenidos. Directiva que en todo momento se veló por que no violara, ya que no se me permitió acercarme a la zona del cuartel en donde los reclusos permanecían a la espera de ser llevados hacia la base de Bagram.

Sólo pude acercarme al descampado en el que habían pasado los días encapuchados y atados de manos, una vez que abandonaron el cuartel en helicóptero. Lugar que había estado vigilado constantemente por una pareja de soldados.

Ante las preguntas hechas a distintas autoridades de la base sobre la legalidad y condiciones de estos arrestos, las respuestas fueron unánimes: son colaboradores de los enemigos y sus derechos serán respetados. “Si ellos nos atrapan, nos cortan la cabeza, nosotros no hacemos lo mismo”, manifestó un joven oficial.

Sin embargo, al llegar a la base de Bagram, ninguno de estos hombres contará con asistencia de abogados ni con testigos que declaren a su favor en el caso de que se tratase de un error, de que fueran inocentes. Caerán en un limbo legal denunciado una y otra vez por organizaciones como Aministía Internacional.

Por otra parte, podrán permanecer detenidos a perpetuidad sin que nadie esté al tanto de su situación, según hizo saber este año la Cruz Roja Internacional.

Vale la pena recordar también los casos destapados por el New York Times en 2005, así como por otros medios, sobre la tortura y muerte de presos en estas instalaciones, conocidas por algunos como la «otra Guantánamo«, donde se estima que hoy malviven más de 600 detenidos.